‧͙⁺˚*・༓☾Capítulo 5:EL EXTRAÑO☽༓・*˚⁺‧͙

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El día había llegado. La boda se llevaría a cabo ese mismo día. La casa Namikaze y la casa Hyuga se unirían a través del matrimonio. El castillo rebosaba de alegría, el reino celebraba la unión que estaba por venir, no faltaba comida ni bebida… pero tres personas sentían que aquello era un funeral, el último día de su libertad.

Hinata estaba rodeada de sirvientas y la costurera ajustaba los últimos detalles de su vestido, mientras ella solo se miraba al espejo, deseando poder dormir… quizás para siempre. La reina estaba presente con una sonrisa feliz, feliz porque el reino tendría una princesa consorte y una casa aliada. Su primo también estaba presente, silencioso y observando. Nunca le hablaba, solo cuando era necesario. A veces sentía que, si tuviera la oportunidad, la apuñalaría sin piedad. Su hermana, siempre alegre, uniéndose a la reina en su felicidad. Y ella frente a ese espejo, vestida de blanco. Lo único en lo que podía pensar era en lo hermosa que se veía… la muñeca perfecta.

Naruto no se sentía muy diferente. Las sirvientas lo ayudaron a vestirse y a ponerle todos los adornos necesarios en su ropa. Él solo se quedó en silencio, dejándolas trabajar. Shizune, su sirvienta personal, solo lo miraba con lástima y resignación, casi como si lo estuviera vistiendo para su propio funeral. Él solía burlarse de ella cuando era hora de vestirse, insistiendo en que solo quería usar una camisa y sus pantalones de cuero y ya; solo para hacerla enojar un poco. Pero hoy, desde que vinieron a vestirlo, no había dicho ni una palabra. Sakura, durante cinco días, ni siquiera se presentaba ante él, y si por casualidad lo veía por los pasillos... le hacía una ligera reverencia y se daba la vuelta y se iba para otro lado. Nunca le dirigió la palabra, ni lo miró a los ojos. Esto terminó por matar el poco espíritu que le quedaba al joven Namikaze, pues lo único que le daba un poco de esperanza era que al menos tendría a su Sakura a su lado... pero con todo lo que ha pasado... ya no ve que eso sea posible.

Sakura estaba terminando de arreglar la mesa de los novios, poniendo su mantel con el color verde de la casa Namikaze y bordados en azul pálido, el color de la casa Hyuga. Los estandartes de la derecha eran de la casa Namikaze y los de la izquierda eran de la casa Hyuga. La sala del trono estaba perfectamente decorada, en una mezcla de verde y azul pálido. A dondequiera que volteara, solo podía ver la innegable realidad de que su príncipe... ya no sería suyo. Las demás sirvientas estaban más que animadas, hablando de lo bonita que era la nueva princesa y lo hermoso que era su vestido; que el príncipe se veía muy guapo y que serían una buena pareja para el reino. Ella solo se quedó callada y trabajó, después de todo... ella... no era nadie de importancia. Sakura se resignó a saber que vería al único hombre que la trataba con amor, vivir su vida con otra.

Las horas seguían pasando, los invitados seguían llegando, de la casa Namikaze, de los Uzumaki y de los Hyuga. Señores y damas de otras tierras llegaban con la expectativa de ver cómo resultaría la boda real del reino del rayo y el país de la nieve.

Las horas se hicieron cortas y los dioses lanzaron su moneda...

El momento había llegado, todos ya estaban en sus lugares, el rey y la reina estaban en sus tronos, gloriosos y con una sonrisa satisfecha. Los Hyuga y sus partidarios estaban en el lado izquierdo de la sala y Namikaze y Uzumaki estaban en el lado derecho con sus partidarios. Naruto esperaba de pie en el medio, justo al pie de los tronos de sus padres y un escalón más arriba, estaba el septón, listo para oficiar la boda.

La música comenzó a sonar, los invitados se pusieron de pie... las puertas se abrieron y detrás de ellos... la bella novia estaba cogida del brazo de su padre, luciendo la capa azul pálido que cubría sus hombros y parte de su vestido, propio de su casa. Miró hacia abajo, no queriendo ver su destino acercarse cada vez más con cada paso.

Sakura, parada detrás de una pared junto a otras sirvientas, la miró con fría tristeza, tratando de no sentir nada. Pero incluso sin quererlo, las lágrimas caían suavemente de su rostro sin poder detenerse. Shizune, que estaba a su lado, le sujetó la mano con fuerza como para animarla. Se limitó a mirarla y le dedicó una sonrisa triste.

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