Capitulo V Red Flag

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Comenzó de una manera que nunca imaginé. Dominic y yo nos encontrábamos en un ritmo que se sentía casi natural. Me llevaba flores de vez en cuando, girasoles la mayoría de las veces, porque sabía que eran mis favoritas. Nunca antes alguien había sido tan atento conmigo pequeños gestos que iluminaban mi día. Era buen cocinero, y en cada ocasión que cocinaba para mí, mi apartamento se llenaba de aromas reconfortantes. Le encantaba que todo estuviera limpio y ordenado, algo que al principio me pareció encantador, casi una muestra de su dedicación. Nos acurrucábamos en el sofá, viendo películas, a menudo las de Tim Burton que tanto nos gustaban. Pasábamos noches enteras viendo películas, algo que a ambos nos apasionaba. Dominic podía hablar horas sobre cine, y aunque nuestros gustos no siempre coincidían, disfrutaba de nuestras discusiones y de cómo sus ojos brillaban cuando hablaba de sus directores favoritos Dominic siempre encontraba la manera de hacerme reír, No de la manera superficial, sino de una forma que me hacía sentir que podía ser yo misma sin reservas. y por un tiempo, pensé que tal vez, solo tal vez, esto podría ser diferente a lo que había vivido antes.

Sin embargo, todo cambió una noche después de un largo y agotador día en el trabajo. Estaba exhausta, mental y físicamente. No tenía la energía para cocinar, así que pedí una pizza y una cerveza, solo quería relajarme, apagar mi mente por unas horas. Me recosté en el sofá, la caja de pizza en la mesa de la sala, la botella de cerveza al lado, y comencé a ver una película. Pero no logré terminarla; me quedé dormida en el sofá, sin siquiera darme cuenta de cuándo mis ojos se cerraron.

Desperté dos horas más tarde, con la película aún sonando de fondo. Me sentía desorientada y demasiado cansada como para limpiar. Decidí que lo haría por la mañana y me fui a la cama, dejando la caja y la botella sobre la mesa.

A la mañana siguiente, Dominic vino temprano para desayunar conmigo, como solía hacer de vez en cuando. Pero en cuanto entró y vio la caja de pizza y la botella en la mesa de la sala, algo en él cambió. Su rostro, que antes siempre mostraba una sonrisa cuando me veía, se transformó en una máscara de furia.

—¿Qué es esto? —me gritó, señalando la mesa—. ¡Eres una cerda! ¿Cómo puedes vivir en este desorden?

Me quedé paralizada, incapaz de comprender cómo algo tan trivial como una caja de pizza podía desencadenar una reacción tan violenta. Su tono, su postura... me hicieron sentir miedo. Traté de calmarlo, explicarle que había tenido un día largo y que me quedé dormida en el sofá antes de poder limpiar, pero eso solo lo enfureció más.

—¡No me des excusas! —gritó, sus ojos brillando de rabia—. ¡Eso es una simple excusa! Si te gusta la suciedad, así te trataré de ahora en adelante, como la cerda que eres.

En un movimiento brusco, agarró la jarra de la cafetera y la lanzó al suelo. El sonido del vidrio rompiéndose resonó en la cocina. Me quedé helada, mirando los pedazos esparcidos por el suelo. La situación se había salido completamente de control, y de repente, un recuerdo enterrado en lo más profundo de mi mente emergió con una claridad dolorosa.

Tenía seis años. Era uno de esos raros momentos en los que mi padre había sido amable. Nos había comprado helados a mis hermanos y a mí, y mientras jugábamos, mi cono se cayó al suelo. No era más que un accidente, pero mi madre no lo vio así. Furiosa porque había ensuciado el piso, me agarró del cabello y me obligó a comer el helado del suelo, diciéndome que si no podía comer como las personas, entonces comería como los animales.

Ese recuerdo golpeó mi mente con tanta fuerza que apenas podía respirar. El miedo de mi infancia, la humillación, todo volvió en un instante. Y en ese momento, Esa experiencia marcó mi infancia y despertó en mí una defensa instintiva. Fue entonces cuando, enfrentando mi pasado y mi presente, grité con toda la fuerza que tenía.

Sonrisa a Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora