16. | 1 de octubre de 2020 |

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La Cámara del Tesoro Negro

Prompt: Templo

01 de octubre del 2020 | Writober |

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La luz de la tarde se coló en el vitral del templo, iluminó las escaleras y siguió bajando hasta refractar en un espejo en el suelo. El halo chocó con un cristal pálido y en forma de diamante sobre la puerta oscura y los engranajes comenzaron a repiquetear.

De nuevo era esa época del año: el único día en el que se abría la Cámara del Tesoro Negro. Solo se abría en el Solsticio de Invierno, justo una hora antes del anochecer y una hora después de que el sol caía en las Montañas del Viento Oeste. Cada año, había ido ahí acompañado de su maestro, aquella vez, estaba solo y la espada firme en su mano.

Cuando las bisagras de la puerta chirriaron, él bajó las escaleras y se paró de espaldas a la cámara. Mantuvo la espada a un lado, pero no la alzó, no podía permitirse cansar su brazo antes de que algo ocurriera.

Mientras que otras salas, y recámaras contenían tesoros invaluables, oro, joyas, pinturas y conocimiento la Cámara del Tesoro Negro contenía todos los tesoros sagrados y peligrosos del Templo del Rey Kirán. Él no tenía permitido entrar ni fisgonear, ni siquiera mirar, desde pequeño había sido entrenado para un solo propósito: servir y aguardar. Y su maestro, fallecido también.

Proteger el templo era su vida, lo único que conocía, pero sobre todas las cosas: proteger la cámara en solsticio. No había nada más. El rey más sabio y libre murió, el cristal no se podía romper, el vitral no se podía cubrir y el sol seguía moviéndose alrededor de la Tierra.

Un ruido interrumpió sus pensamientos y el silencio, una espada se desvainó y el brilló metálico del choque de metal llenó el templo. Un caballero, no usaba cota, pero si un peto y botas blancas con flores. Sostuvo la espada con firmeza.

Se miraron a los ojos sin apartar las espadas, hasta que la del hombre crujió. El hombre retrocedió con dos pasos y bajó su brazo.

—Creí que no quedaban Guardianes de Kirán —dijo el hombre.

Él no respondió, no tenía caso y regresó a su lugar frente a la puerta. El hombre caminó a su alrededor y en ningún momento él le quitó la vista de encima. Aferró la espada en su mano. «Es él o yo y todo el templo, ¿no?».

—Me da lástima que seas el único.

—Vete.

El hombre sonrió ampliamente, y de su cinturón sacó tres dagas. Evitó la primera, otra chocó con su espada y la tercera dio en su muslo izquierdo. Se tensó por completo y mientras se la sacaba sin esfuerzo, una sombra corrió a su lado. Su espada fue más rápida y terminó apuntando a su cuello.

La sangre comenzó a humedecer su ropa.

—¿Me vas a matar?

No respondió y sostuvo la espada sin apartar la vista. «No apartes la vista del enemigo. Y no mires la Cámara». Lo obligó a retroceder y con cada paso, una punzada en todo su cuerpo.

—Vete.

—¿No te da curiosidad?

Tragó saliva.

—¿Es cierto que nunca miran lo que hay ahí?

—Sí.

—¿Por qué?

—No puedo.

—Y tampoco pueden salir de aquí, y tampoco pueden desobedecer, ni pueden morir, ni pueden tomar plantas y sentarse a hacer nada. Y no les dan nombre...

—Ajá.

—Vamos, eres el único, puedes dejarme pasar y no pasara nada. Te prometo que no tomaré nada, déjame pasar.

—No.

—Tendré que matarte -dijo el hombre.

—No quiero matarte...

—Déjame ir.

—Nada vale la pena ahí. No hay nada que valga la pena.

—¿Cómo lo sabes? ¿Lo has visto?

—No. Me lo dijeron. Vete.

—Ya quisieras.

Y se lanzó. Su espada se movió ágil y el choque de las espadas hizo eco hasta la cámara. Su pierna punzó con cada movimiento y asestó una cortada contra su hombro. Se detuvo y volvió a lanzarse de nuevo. Se agachó, pateó, desvió la espada y en algún momento, la espada quedó contra su cuello.

—No quiero matarte -dijo el hombre.

—Vete de aquí.

—¡Ah! ¡Ahí vienes, amigo! ¿Conseguiste lo que necesitábamos?

Alzó las cejas, el metal en el suelo resonó como un eco, sus pies pesaron el triple, y la sangre en su pierna lo heló. Ignoró la espada en su cuello, se dio la vuelta, pero ahí no había nadie más. La cámara estaba cerrada. Cuando giró sobre sus pies, ya tampoco estaba el caballero.

Tomó su espada negra y miró al vitral. La nieve caía, y la noche azul comenzaba a desvanecer el brillo de los vidrios. Suspiró y se fue cogiendo a revisar el Templo.

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Tetera de ranaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora