19. | 4 de octubre del 2020 |

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Espuma de mar y caracoles

Prompt: Océano

04 de octubre del 2020 | Writober |

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En un país lejano a la orilla del océano corrió por muchos años la leyenda de un pez plateado. de aletas como dagas que brincaba, y se escabullía en la espuma de mar de las tormentas. El pescador capaz de navegar en las formaciones rocosas en plena tormenta, y que lograra atrapar al pez antes de que la ola se estrellara contra las rocas, y se deshiciera, se decía que tendría la bendición de los dioses del océano toda su vida.

Por algún motivo, Tomás recordó esa leyenda mientras recogía conchas en la orilla de la playa. Sus pies se hundían en la arena húmeda y el lodo había manchado hasta sus pantorrillas. Se inclinó cuando una ola se acercó y golpeó helada contra sus pies. Enjuagó las conchas, y cuando el agua regresó, caminó hacia las rocas.

Había algunos caracoles adheridos en la base, eran de colores, justo los que le faltaban para hacer pigmentos: amarillo y morado, colores. Batalló algunos minutos en un intento de despegarlos, pero los morados se resistieron mucho más. El agua se estrellaba contra sus piernas y mojó el dobladillo de su pantalón. Cuando recolectó los suficientes, los guardó en su bolsita junto a algunos erizos de mar, algunas conchas y algas.

Caminó de regreso por la playa, varias veces lanzó su bolsita hacia el cielo gris y la capturó mientras se dirigía a casa. La marea subía más y más conforme caía la noche, y pronto, no pudo atrapar su bolsita en el aire. Cuando miró a sus pies, una ola la movió y se la llevó.

Abrió los ojos y contuvo un suspiró y trató de alcanzarla. Cuando el agua llegó a su cintura, una ola lo empujó y lo jaló de regreso con demasiada fuerza. «Mierda». El agua lo arrastró, lo giró, lo sacudió varias veces. Cerró la boca y apretó los ojos y cuando pudo salir, la corriente lo alejaba.

De inmediato hizo lo que alguna vez su familia le dijo: «Nada paralelo a la costa, no hacia ella». Comenzó a nadar, aunque la corriente y la oscuridad le impedían ver con claridad, y los rayos caían a la distancia.

«Que no llueva, por favor». Nadó pataleando con fuerza y con los brazos debajo del agua. Las olas lo alzaron y lo bajaron, y las luces a la distancia comenzaron a encenderse una a una. Se estremeció, pero siguió. Su corazón latía contra su oído.

Y entonces, la lluvia cayó gota a gota, helada contra su cabeza. Las olas lo alzaron y lo bajaron, y las luces se veían aún más lejos. Nadó, nadó y nadó, pero sus piernas comenzaron a entumecerse. Algo cosquilleó en su pierna, pataleó y siguió nadando.

***

Después de un rato nadando paralelo a la costa, regresó a la orilla con mucho más esfuerzo. Su aliento faltaba, sus piernas estaban entumecidas y sus brazos también, castañeó cuando el aire frío golpeó contra sus ropas mojadas. Se abrazó a si mismo y caminó escurriendo agua.

Algo brilló en la oscuridad, en la arena frente a él, algo plateado y pequeño. Cuando se acercó lo suficiente, encontró una escama plateada que emitía luz y su bolsita con conchas. Recogió ambas y miró atrás. Una aleta dorada despareció en la espuma de mar.

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Tetera de ranaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora