13. Las calles vacías

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30 marzo 2020

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Una vez más, me veo obligada a salir, aunque el miedo se cuele en el aire, aunque las calles se encuentren vacías, sin alma, sin voz, con frío y vientos, con niebla ligera. Saldré solo por alimentos y dinero para poder pasar la siguiente parte de la cuarentena en casa, pero en el camino, solo me acompañan mis pasos en el pavimento, las respiraciones pesadas y algún pensamiento que se cruza de vez en cuando.

Pensar es algo que siempre ha estado en mí, o al menos escuchar esas ideas que se disipan con cada paso. No son inteligentes todo el tiempo, y muchas veces me llevan a cosas cotidianas, a cosas comunes y a veces a mundos imaginarios. ¿Debería comprar esta cosa? ¿Qué es lo que estará pasando? ¿Qué podrá pasarme por andar sola en la calle? ¿Será que si vale la pena seguir intentando?

Pronto, mientras llego a mi destino, el sentimiento me embarga y desearía estar en casa para poder lidiar bien con la pregunta, o evitarla por completo. ¿Y si dejo de escribir? Las respuestas resuenan, muchas, tengo muchas respuestas.

Lo ideal sería que no, porque amo escribir y compartirlo, aunque sea mero hobbie. Pero no mejoro, y realmente no sé si llegue a mejorar para obtener lo que otros esperan de mí. De cierta forma me gusta esta mediocridad, que tampoco está mal, ¿por qué quiero llegar a impresionar a otros? ¿Por qué quiero algo que no tengo?

Pero todo me indica que sí, no leo lo suficiente, no mejoro lo suficiente, solo estoy perdiendo el tiempo, y realmente es un hobbie. ¿Qué me da derecho de escribir algo y llamarlo un libro si es para mí un simple hobbie?

Recuerdo artículos, palabras antiguas, anécdotas e historias para salvarme de ese pensamiento, pero nada cambia. ¿Realmente algo cambiará? Pongo en el carrito pescado para la comida. Quizá soy como un pescado, como un dipnoi tal vez, destinado a la extinción (aunque sus descendientes evolucionaron), pero como individuos se extinguieron. ¿Fue un cambio o una extinción como conjunto? ¿Sigue siendo un dipnoi el ser que evolucionó?

¡Por dios! Yo estudio fósiles y la historia de la tierra, se supone que debería saber eso... Pero la respuesta no viene de todas formas.

Quizá, quizá solo soy un pez abisal, destinado a la fealdad, a la oscuridad, a que nadie vea mis escamas (espera, ¿tienen siquiera escamas?). A vivir en las profundidades de la imaginación de una mente que no puede cambiar, de una mente que siempre está mirando al pasado para justificar sus actos, su poca inteligencia, sus actitudes pedantes.

¿En verdad soy un pez? No lo sé, pero todos se ven tan bien fuera del agua, todos siguen avanzando y yo sigo oculta, me gusta estar oculta. Nado por diversión, avanzo como hobbie, y no como una forma de vivir. ¿Realmente merezco estar aquí?

No lo sé, ni siquiera puedo aceptar ojos que me critican, me duele como un anzuelo.

Una hoja cae en mi camino, alzo la cabeza y me orillo a la derecha para que la pareja de ancianos pueda caminar del otro lado sin tener contacto con ellos. La careta de plástico me aprieta la cabeza y siento una punzada en la nuca, también se está empañando y siento el calor de caminar demasiado rápido. Es un instante de silencio que no dura mucho.

Sí, quizá debería dejar de escribir. Para mí, no hay nada de malo escribir porque me gusta (casi como tejer a mi abuela o dibujar a mi hermana, o hacer música a mi papá). Ellos no mejoran y realmente lo disfrutan, yo disfruto escribir... pero ellos no muestran su trabajo al mundo como yo. ¿Estoy haciendo algo mal por mostrar frutos que no son dulces, y que a nadie más le satisfacen?

O tal vez, debería dejar de escribir para un público y ahogarme en lo más profundo de los abismos, quizá más profundo que la Fosa de las Marianas (si existe algo así). Además, como estudiante de ciencias, está mal dedicarme también a las artes... ¿Son de ociosos, no?

Pero también de gente muy interesante. Y todo el tiempo está cambiando. No es metódico y es como un reto que me gusta, un reto que me permite despejarme de ecuaciones y tecnicismos, de llorar y desahogarme por el pasado.

Uggg. Salí muy tarde, el sol me golpea horrible desde aquí. Decido pasarme del otro lado de la calle, un carro rojo acelera, pero por algún motivo, decido pasar. No me sucede nada y siguió subiendo para llegar a casa.

La casa del sol que nace, pienso. Suena como el título de una historia interesante, ¿de qué tratará? Oh, a Japón también se le llama así. Quizá, si quiero escribir una historia de mi país, debería cambiar el título. No. Dije que ya no quiero escribir.

¿Por qué sigo pensando en escribir? Mi pecho me duele, una de mis piernas se dobla al avanzar y me recupero trastabillando, pero camino normal. Siento calor en el pecho, la careta se sigue empañando y el pescado frío en mi mochila se siente más frío. Uff, que pleonasmo, pienso, pero sigo caminando.

Sí, tal vez debería dejar de escribir... Tal vez solo debería dejar de publicar, igual no es algo a lo que me quiero dedicar. ¿Y sí me quiero dedicar completamente a la ciencia? No lo sé, me siento cansada. Saco las llaves.

Vaya, llegue demasiado rápido. Espero que no esté la vecina. Y entro a casa.

Quizá, me digo, puedo escribir esto después, y luego arrepentirme una vez más.


Tetera de ranaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora