-Puedes llamarme Lurdane, Lob, Lubberkin, Mordred, Madoc, Medraut, Mordot o Modredus. Pero no me llames "hijo", no quiero ser reconocida por mi parentesco contigo.
-Yo no tengo sangre Pendragon, pero soy pariente de Gawain, nieta de Igraine y Gorlo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me encontraba a unos pasos de la puerta sur de Liones, acababa de llegar. Debía encontrar respuestas y ya después pensaría en qué hacer. Tan solo quería saber si tendría una vida tranquila y pacífica o debía de huir de mi destino como traidora.
—Buenos días, bienvenida a Liones, ¿Podríamos hacerte un par de preguntas?—Me preguntó uno de los soldados de manera muy amable, en el gran portón que permite el acceso al interior de la ciudad, que desde fuera de por sí ya se veia ya bastante imponente.—No quisiéramos molestarte, ni retrasarte en tu camino, pero es el protocolo. No queremos que ningún enemigo se adentre a nuestra ciudad.— Continuó hablando con un poco de pena.
—Claro está bien no se preocupe.—Lo calmé rápidamente con una ligera sonrisa algo forzada, ya que entendía que la gente podía ser muy grosera y empecé a escuchar y responder sus preguntas tranquilamente.
El camino había sido tranquilo, pero muy largo—por lo que estaba algo cansada—, mi mayor problema fue que algunas veces me faltó el dinero y tuve que ayunar, por lo que adelgacé un poco, pero nada más grave que eso. Trabajé algunos días en tabernas por comida y alojamiento, y los días siguientes caminaba hasta el cansancio o hasta llegar al siguiente pueblo. Tardé un mes completo en llegar a Liones a pie, lo cual para mí ya era una hazaña ya que jamás me había alejado tanto de casa. Como mucho iba al bosque a recoger hierbas, pero nada más.
Al final hablé incluso de más con los guardias, y al cabo de una hora de charlar, entré a la ciudad con los ánimos subidos. Porque aunque al principio no tuviera muchas ganas, finalmente me alegré de tener una conversación tranquila después de estar decaída todo este tiempo por la muerte de Alcock y mi madre. Realmente me ayudó mucho hablar de temas triviales y distraerme de lo que había pasado.
