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CHAPTER ONE: DOROTHEA
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La muchacha avanzaba por los extensos pasillos de aquella clínica hospitalaria, con ritmo acelerado, casi con urgencia e impaciencia.
El intenso aroma de los medicamentos y farmacos inundaba sus fosas nasales con cada paso que daba y podía sentir las distintas enfermedades y bacterias apegandose en su cuerpo. Le generaba ansiedad, no mentiría.
Esa mañana, había despertado con una situación alarmante en su vida, tres llamadas perdidas de parte de su mejor amiga y un gran mensaje de texto que citaba
—Moriré. Me internaran hoy en la noche. Te amo, mejor amiga—
Había salido de casa con tanta prisa qué había olvidado su bolso, con su identificación, dinero y celular dentro de este. Era la primera vez que esto le sucedía, se trataba de él fin de él mundo.
La preocupación era evidente, su mejor amiga ¡moriría! No sabría como reaccionar si eso sucediera realmente, por lo que ahi se encontraba, corriendo de pasillo en pasillo en aquel sitio que desconocía completamente porque a Alessandra -su mejor amiga- se le había ocurrido salir de la ciudad una semana antes, obligandola a ir hasta ahí para confirmar si decía la verdad, y realmente ansiaba que no fuera así.
No obstante, su camino se vio interrumpido cuando una pequeña niñita, de cabello castaño y atuendo desarreglado, se acercó a ella con una gran sonrisa en el rostro y una fotografía suya entre sus manos.
—¿Tu eles Kath? —inquirio con timidez, la muchacha asintió con una sonrisa, tomando la fotografía que la menor le ofrecía.
Kath era uno de los muchos personajes que había interpretado a lo largo de su carrera, uno que no era de su agrado en realidad, ya que su compañero había sido un completo engreído y narcisista.
—Si, linda ¿como te llamas? —dijo, ayudándola a acomodar su cabello, qué apuntaba a todas las direcciones, con delicadeza.
—Lissy. Te he visto en las pelis que ve mi mamá, eles muy bonita —aseguró, la rubia no pudo evitar soltar una risa, la pequeña le causaba ternura.
—¿Tu crees? Yo digo que tu eres más bonita, Lissy —susurro devolviendole el bolígrafo junto a la fotografía firmada. La niña la tomó con emoción y sonrió al leer lo que en esta se encontraba escrito.
—Muchas glacias, señolita, mamá estala muy feliz —soltó para finalmente despedirse con una reverencia, como si de una princesa se tratase. La muchacha rio e imito su acción, dandose la vuelta para continuar con su búsqueda.
