Capítulo Nueve

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La dame est, dit-on, marquise ou baronne,
Et le vert galant un pauvre charron.

Quinta Estrofa; Primer Verso

Mientras caminaba, aun días después de una noche y una mañana que, definitivamente, no iba a poder borrar de su memoria, no podía evitar reírse en silencio por lo acontecido. Las memorias de las caricias, de las formas en que sus cuerpos se trenzaban y jugueteaban, el cómo él parecía una especie de animal cuando reptaba en su cuerpo. Pasaba sus días riéndose sola, estremeciéndose con el recuerdo de las partes sensibles en su ser siendo palpadas de forma tortuosa, esperaba que nadie la mirara mientras se sacudía y fingía demencia cada vez que alguna persona confundida la atrapara en medio de sus pensamientos indiscretos, pero tampoco tenía de qué avergonzarse. Nadie sabía lo que realmente pasaba por su mente, no podrían adivinar aquellas ideas, así que al final aseguraba que no era en absoluto nada.

Sí, así estaba supuesto que pasaran los días. En realidad Sasuke le había dicho, mientras se esforzaba por dejarla ir de entre sus brazos, que tendría que ocuparse de un par de cosas por unos días, planeaba salir a la ciudad y volver pronto para no descuidar sus labores, pero incluso con ello debía preparar algunos asuntos antes de que las fiestas los alcanzaran, o no podría acompañarla, como estaba previsto. Sakura tenía esperanzas de que disfrutaran del evento juntos así que no tuvo reparo en aceptar, aunque este tampoco era un pueblo tan grande, lo que volvía inevitable que se cruzaran en sitios como el mercado, donde los secretos de su íntimo encuentro parecían querer manifestarse nuevamente en un juego telepático. Apenas podían saludarse en la distancia, decididos a no interrumpir el uno las ocupaciones del otro, pero no había duda alguna de que estaban ansiosos por alcanzarse a la brevedad. Era una tortura con la que ella tenía que aprender a vivir, al menos ahora que había tal ajetreo en el lugar, pues todos habían comenzado a prepararse para el gran evento.

Aquella tarde, poco más de una semana después, divagaba de regreso a casa. Tenía la intención de hacer una parada antes, por la zona comercial, con la intención de recoger un encargo de su madre, pero su camino se mostró más accidentado de lo que podía anticipar. Si bien los vecinos ya se habían habituado a su presencia, aun existía una incomodidad en el aire, pero el día de hoy no se trataba de la enfermera. Al contrario, toda la atención se centraba en un establecimiento conocido de la ciudad, una tienda única en su naturaleza en el pueblo y la aparente investigación que se hacía en torno a ella. Parecía haber sido un evento reciente y no un suceso de medianoche lo que había golpeado al lugar, con cristales en el suelo, por doquier, y un ambiente confuso detrás de las miradas desanimadas de quienes limpiaban el desastre. El levantamiento de los hechos por las autoridades ya había concluido si estaban recogiendo los pedazos de lo que quedaba de aquel ataque, no había oficiales a la vista ni un solo representante de autoridad, pero tampoco parecía apropiado inmiscuirse, así que ella simplemente caminó por la acera frente al lugar, admirando el desorden y el arduo trabajo, el desperdicio y el pesar de quienes atendían con tanto esmero el negocio.

Danse MacabreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora