Capítulo Cinco

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«Zig et zig et zig», chacun se trémousse,

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«Zig et zig et zig», chacun se trémousse,

On entend claquer les os des danseurs;

Tercera Estrofa; Primer Verso

El sonido de pequeños movimientos alrededor de la habitación trajo a cierta pelirroja del mundo de los sueños, a la realidad. Eran las ocho de la mañana, más o menos, y le molestó ver la hora en el mueble que separaba las camas. Karin tuvo que parpadear un par de veces antes de levantar la cabeza y darse cuenta de que la cama de al lado estaba vacía y ordenada, justo frente a la puerta de entrada a la habitación. No obstante, estaba segura de que había escuchado a alguien, así que tuvo que volverse sobre la espalda para permitirse a sí misma el curiosear en el resto de la recámara: aunque había sido prudente con las luces, el sonido que provenía del baño y la puerta entreabierta fueron lo que traicionó a Sakura, revelando su ubicación. Así, con el cabello desarreglado y la mente confundida por la resaca, la mujer se sentó en la cama para darse cuenta de que se había dormido con la misma ropa del día anterior. Al menos su mochila seguía en la mesita de la habitación, podría darse un baño y ponerse algo apropiado para bajar a desayunar, justo como acordaron.

―Buenos días ―de repente, la considerada y suave voz de Sakura la hizo alzar la mirada a su lado, pues ella había salido del tocador―. ¿Un poco de agua? ―dijo, extendiéndole una botellita de cortesía. Ella la aceptó en silencio.

―¿Hace cuánto estás despierta? ―cuestionó, con desagrado, para entonces empinarse la botella―. ¿Siquiera duermes?

―Tengo un título militar ―dijo, a modo de explicación―. Me levanto con el sol, o antes.

―Eso es terrible ―se quejó, para apoyarse los dedos en la sien―. Dios, estoy segura de que no bebimos tanto... ¿qué es este dolor de cabeza?

―Dejé una pastilla en el mueble de cama ―comentó, Sakura, mientras guardaba todo en su pequeña maleta―. También un par de galletas saladas, para que no sea lo primero en caer a tu estómago. Sasuke dijo que desayunaríamos a las ocho, pero decidí esperarte.

―¿Él vino por nosotras? No escuché la puerta.

―No, se lo dije anoche ―respondió, cerrando el bolso de su equipaje antes de tomar asiento en una de las sillas, luego alcanzó un libro sobre la cajonera, a su lado.

―Ah... ¿viniste a dormir muy tarde? ―intentó fingir desinterés.

―Si acaso treinta minutos después de que los chicos te trajeron a dormir ―cambió de página de forma distraída―. Caminamos un rato por el patio, nada importante.

―No es que me importe demasiado, pero voy a hacerte una advertencia ―dijo, tras ponerse de pie―: a todas nos gusta Sasuke. Siendo sincera, sé bien que no es su culpa que sea de esa forma, pero parte de mí lo detesta por haberme rechazado. Al final del día, quien sea que se relacione con él debe comprender que él no quiere a nadie.

Danse MacabreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora