Keegan avanzaba entre las sombras del hospital su corazón latiendo a un ritmo oscuro y constante. Tal y como le habían dicho el piso se encontraba desierto, sin ningún testigo y las cámaras de seguridad apagadas. Las luces blancas parpadeaban sobre su cabeza mientras se acercaba a su objetivo.
Ayla.
La chica de cabello cobrizo a la que debía secuestrar. Había pasado meses planeando este momento, la culminación de su venganza, la traición definitiva. Ya nada le importaba, nada ni nadie valía la pena. Los suyos le habían dado la espalda y lo pagarían con sangre.
Alex le había prometido alcanzar esa venganza, un final para su sufrimiento, y lo convenció de que destruir su propia raza era la única forma de saldar esa deuda con su alma. No se merecían lo que tenían, nunca lo han merecido y se dio cuenta demasiado tarde. Ella le dio el plan, envenenarlos poco a poco, hacerlos perder la razón, quitarles lo que más aman y verlos consumirse hasta que no quedara nada. Es por eso que ella tenía que desaparecer.
No tenia idea de como Alex sabía que ella era la mate de Benjamin, pero honestamente no le importaba en absoluto. Su antiguo amigo de la infancia, el hombre que lo había dejado solo cuando más lo necesitaba era quien más caro lo pagaría .
Nada podía estar mas claro, hasta que cruzó por esa puerta y la vio, algo dentro de él se sacudió. Estaba sentada con los ojos cerrados, su pecho subía y baja con suma tranquilidad ajena a lo que ocurría a su alrededor. Sintió una punzada de reconocimiento que lo hizo tambalearse y cuando sus ojos se encontraron los recuerdos de esos ojos que lo miraban con adoración y promesas de eternidad, volvieron como un golpe a su pecho.
Despejo su mente, apartando esos pensamientos. No había lugar para la duda. Era demasiado tarde para titubear. Su decisión estaba tomada.
Creyó que seria fácil, unas cuantas palabras intimidantes y seria todo. Pero Ayla no era solo una débil e indefensa humana. Cuando forcejeo con ella tomándola de la mano reacciono más rápido de lo que él esperaba. En un destello de movimiento, le lanzó un golpe en la cabeza una jarra de agua que encontró a su lado haciéndola añicos, dejándolo aturdido. Cayó de rodillas con la vista nublada. Para cuando se reincorporó el olor a sangre inundaba la habitación. Intento tomarla de nuevo, pero logro esquivarlo. Siguiendo su silueta que corría por el pasillo soltó un gruñido diciendo su nombre.
—¡AYLA!
Pudo oler el miedo en ella. No podía dejarla ir.
La siguió por las escaleras, con sus pasos resonando cada vez más cerca de ella pues corría dando traspiés al igual que un conejo asustado que no sabe a donde huir. Llegó hasta el estacionamiento donde pudo escuchar claramente como su respiración se corto cuando se giro para verlo a través de la puerta. Fue entonces cuando la suerte le volvió a jugar en contra. Ayla choco de frente con uno de los perros falderos de Benjamin. Él estaba ahí. Se detuvo en seco, observando desde las sombras, sus ojos destellando con rabia.
Benjamin le envolvió el rostro con las manos y ella de inmediato se relajó.
Sintió la bilis subir por su garganta. Esa debería haber sido su vida, su felicidad. Pero todo había sido arrancado de él.
Se dio la vuelta, desapareciendo entre las sombras antes de que lo notaran. No podía enfrentar a Benjamin en ese momento.
Llego al departamento que tenia a las afueras de la ciudad, siempre lo había mantenido en secreto y era su único refugio ahora que se correría la voz de su traición. Cerró la puerta detrás de él, maldiciendo en voz baja. Su furia era palpable, como un veneno que le recorría las entrañas. Pero antes de poder liberar toda esa rabia, la presencia de Alex lo congeló.
Esta ahí, esperándolo, su figura delgada apoyada contra la ventana. Sus fríos ojos lo evaluaban con una mezcla de desaprobación y peligro. Podía parecer joven pero solo la luna sabía que era tan vieja como ella.
—Has fallado — dijo sin preámbulos, sus labios curvándose en una sonrisa desdeñosa—. Te dije que no aceptaría errores. La próxima vez puede que no solo termines con un par de rasguños querido.
La miro con una tormenta en los ojos. Había algo en sus palabras, en su tono, que lo hacía sentir pequeño, insignificante.
—Lo resolveré —gruñó, apretando los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
Alex caminó hacia él con pasos elegantes y peligrosos. Se detuvo a escasos centímetros de su rostro, sus ojos negros perforando los suyos.
—Más te vale. Recuerda lo que está en juego. Si fallas otra vez... yo misma me encargaré de ti.
Un escalofrió le recorrió la espina dorsal, pero no mostro debilidad. No frente a ella. Asintió con un gesto seco, y Alex, satisfecha la dio una última mirada antes de desaparecer por la puerta sin más palabras.
Solo entonces, permitió que su mascara se desmoronara. Se dejo caer en el sofá, su mente girando en torno a lo que había pasado. No era solo la frustración por haber fallado. Era esa maldita sensación que lo atormentaba desde que vio a Ayla. Había algo en ella, algo en esos ojos que... no.
Su venganza era lo único que quedaba.
Pero, en lo más profundo de su ser, una pequeña chispa de duda nacía junto con una melancolía que no lograba entender.
Y eso lo enfurecía más.
ESTÁS LEYENDO
LIBÉRAME
WerewolfEn un mundo donde los humanos y los licántropos coexisten con dificultad, Ayla lucha por superar el trauma de un ataque reciente. A medida que se enfrenta a sus miedos y trata de encontrar normalidad en su vida cotidiana, los recuerdos de unos ojos...