Amor Bajo la Luna ✦|Jicheol|✦

Chapter 11

Seungcheol respiraba con dificultad mientras sus ojos dorados parpadeaban entre la humanidad que aún le quedaba y la bestia incontrolable que habitaba en su interior.
Las cadenas, gruesas y robustas, ahora yacían hechas pedazos a su alrededor y el sonido metálico de los eslabones rotos rebotaba en las paredes de la habitación vacía como si la misma estructura de la casa sintiera el poder que había desatado.

Mingyu, desde el otro lado, forcejeaba aún con sus propias ataduras, gruñendo y soltando maldiciones en voz baja pues el collar en su cuello y las cadenas gruesas que sujetaban sus muñecas lo mantenían bajo control y aquellos ojos azul celestes del Omega se clavaron en Seungcheol, con rabia contenida.

—¡Cheol, no seas idiota! —gruñó, el sudor perlaba su frente mientras su cuerpo temblaba con la transformación incompleta

Seungcheol no dijo nada pues ya sus instintos estaban demasiado concentrados en una sola cosa.
La necesidad de estar con Jihoon, era como si una voz dentro de su cabeza lo llamara, como si algo más poderoso que él lo estuviera empujando a encontrarlo, cerró los ojos por un momento pero la imagen de Jihoon apareció frente a él, clara como la luna que lo iluminaba.

Con un rugido bajo, el Beta avanzó hacia la puerta con pedazos de metal y madera que lo había mantenido prisionero, sus garras rasgaron la madera y el metal como si fuera papel, arrancando grandes trozos con cada movimiento de sus manos, la puerta cedió con un crujido ruidoso y un destello de luna llena bañó su figura.

Mingyu, aún luchando contra sus cadenas lo miró con desesperación—¡Cheol...! —gritó una vez más pero sus palabras se perdieron en el aire cuando Seungcheol salió al pasillo

Al salir del pasillo la luz de la luna entraba por el ventanal al final del corredor, proyectando sombras largas y siniestras. Seungcheol avanzaba con pasos pesados, su respiración más animal que humana y cada célula de su cuerpo vibraba con la energía de la luna.

Cuando llegó al ventanal miró hacia afuera los pocos árboles rodeaban la casa creando una barrera natural que lo separaba del mundo exterior. La noche estaba en calma pero dentro de él todo era caos, podía sentir su corazón latiendo con fuerza y su mente estaba dividida entre su instinto animal y la razón.

—Jihoon... —repitió cerrando los ojos por un segundo mientras la necesidad de estar con él lo devoraba por dentro

Con un último vistazo a la luna, Seungcheol se lanzó hacia el ventanal, rompiendo el vidrio en una explosión de cristales y el sonido del vidrio quebrándose resonó como un trueno en la noche silenciosa, su cuerpo cayó ágilmente al suelo aterrizando en el césped húmedo, se incorporó rápidamente, su respiración era agitada, pero sus movimientos eran más rápidos, más precisos.

El sonido del vidrio rompiéndose resonó por toda la casa como un sonido de advertencia. Joshua, que estaba en la planta baja sintió un escalofrío recorrerle la columna y de inmediato dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia las escaleras, subiendo los escalones de dos en dos, su corazón palpitaba con fuerza mientras sus pensamientos se juntaban en su cabeza, sabía que algo había salido mal. 

Al llegar al pasillo, notó de inmediato la puerta de la habitación completamente destrozada y la madera rota colgaba de las bisagras y los restos de la estructura de metal se esparcían por el suelo. Joshua apretó la mandíbula, su mirada se dirigió rápidamente hacia el ventanal o más bien lo que quedaba de él, los fragmentos de vidrio estaban esparcidos por toda el pasillo destellando bajo la luz de la luna.
El aire helado de la noche se colaba por el agujero haciendo que las cortinas ondearan débilmente.

—¿Qué demonios...? —Joshua murmuró para sí, su voz temblorosa de preocupación

Sus ojos se fijaron en Mingyu, el único que permanecía en la habitación, el Omega estaba aún encadenado respirando con dificultad mientras gruñía débilmente y sus garras raspando el suelo en frustración y a pesar de la situación, Mingyu no había logrado liberarse pero claramente había intentado escapar como lo indicaban las marcas en las paredes y las cadenas tensadas a su límite.