Capítulo 4

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A la mañana siguiente, Mikasa se despertó a la misma hora de siempre e hizo su rutina habitual, sin embargo, se sentía extraña porque era el primer día en el que empezó su vida como desempleada. A continuación, cogió un par de libros de la estantería de la sala de estar y los guardó en su bolso de color verde pistacho y finalmente salió de su vivienda directa al aparcamiento.

El destino, como era de esperar, fue el hospital al cual llegó a las nueve en punto y después de casi dos minutos alcanzó la habitación de su abuela. Una vez allí colocó el bolso sobre el sillón y se abalanzó con delicadeza a Kiyomi para abrazarla y darle un gran beso en la mejilla, tal y como había prometido la noche anterior.

—Buenos días, querida. —Saludó depositando de vuelta un corto beso en la sien de la joven. —¿Qué tal está yendo todo?

Mikasa tragó saliva ante la pregunta. —Tengo dos noticias: una buena y la otra mala.

Kiyomi inclinó ligeramente su cabeza mirando con preocupación a su nieta. —Cuéntame primero la mala que es la que te está atormentando.

—¿Te acuerdas de mi compañero Gross? —Kiyomi asintió —. El otro día, el jefe se dio cuenta de que alguien había robado dinero a la empresa y Gross le dijo que fui yo. —Mikasa apretó con fuerza sus puños recordando a Gross. —Gracias a él fui despedida temporalmente.

Los ojos de la anciana se agrandaron por la sorpresa de las explicaciones adversas. —Tú nunca harías algo así, Mikasa —dijo preocupada, aquel hombre se había ganado otra enemiga más. —¿Hablaste con tu jefe del tema? No pueden despedirte así sin más.

—No, simplemente le dije que lo entendía —suspiró mostrando arrepentimiento en su rostro. —Sé que hice mal en no revelarme, pero no me sentía con fuerzas. Todo me pilló completamente desprevenida, eso sí, Gross se llevó una amenaza de mi parte. —Una sonrisa malévola se dibujó en su rostro al mencionar lo último, se sentía muy orgullosa cada vez que se enfrentaba a Gross y salía airosa de la situación.

Kiyomi no pudo evitar soltar una risita como respuesta. Ella no era partidaria de ese tipo de actos, pero sabiendo todo lo que había hecho Gross a su nieta hacía que se sintiera orgullosa de ella.

—Bien hiciste, aunque ya sabes que si necesitas vender mis pertenencias para conseguir dinero puedes hacerlo, no quiero ser una carga para ti.

—Abuela. —Llamó en tono serio apoyando sus manos sobre las de la mayor y agarrarlas con delicadeza. —No eres una carga y nunca lo serás, eres mi abuela y el único familiar que tengo y te quiero muchísimo por lo que haré todo lo posible para que tengas lo mejor. —Añadió volviendo a abrazar a la contraria.

—Eres una persona maravillosa, vas a llegar muy lejos en la vida —comentó en tono bajo acariciando la espalda de su nieta. —Aunque ahora que lo recuerdo… ¿Cuál es la buena noticia?

Una pequeña pausa hizo la más joven mientras se separaba del abrazo y tomaba asiento en el borde de la cama, al lado del torso de la mujer mayor. —Hoy me reencontré después de tantos años con un viejo amigo. —Habló más tranquila con una sonrisa.

—¿Es el titán que conociste cuando eras pequeña?

Mikasa elevó sus cejas agrandando así sus ojos, mostrando una gran sorpresa a la pregunta de su abuela. —¿Desde cuándo sabes que conocí a un titán? —preguntó asombrada.

—Ay, querida, lo sé desde siempre —respondió acariciando suave y lentamente el brazo derecho de Mikasa—. Siempre has sido un poco torpe en mentir, pero debo reconocer que al principio sí creí tus excusas para salir a horas en las que antes no solías salir por ti misma.

A Tale of Six Trillion Years and One NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora