Por alguna razón, encajé en ese lugar en cuestión de segundos, como si siempre hubiese pertenecido a ese mundo. Me había integrado con todos, moviéndome entre la multitud como si ese fuera mi lugar desde el principio. La verdad era que siempre había soñado con una vida normal, o al menos lo más cercano a eso en este mundo después del apocalipsis. Si las cosas hubieran sido distintas, si el mundo no se hubiese desmoronado, probablemente estaría en un lugar como este, aunque sin esos ojos llamativos y esas sonrisas con colmillos alrededor.
A pesar de que me había integrado rápidamente, no bajaba la guardia. Bernia, con su constante presencia, se había convertido en una aliada inesperada. No sabía exactamente por qué me ayudaba, pero no me hacía ilusiones. No era tan ingenua. A veces parecía saber justo lo que necesitaba, dándome indicaciones sutiles para evitar a ciertas personas o señalándome a las más útiles. Incluso había llegado al punto de aguarme las bebidas, como si tratara de protegerme de algo más peligroso que el alcohol. Sin embargo, no confiaba en ella.
Le tendí un par de trampas. Preguntas cuidadosamente formuladas, pequeños detalles que esperaba que compartiera con Theon. Pero nada. Parecía mantenerse completamente en su propio terreno, ni de mi lado ni del de él. Era un misterio, y en este mundo de depredadores y presas, los misterios podían ser mortales.
Theon, por otro lado, parecía cómodo entre los suyos. Lo observaba desde la distancia, sentado en una de las mesas rodeado de hombres y mujeres cuyas sonrisas eran tan excesivas que resultaban inquietantes.
Volví a la barra, donde Bernia había dejado una copa para mí. Sabía que era agua, y aun así, arrugué la nariz como si fuese algo más fuerte.
El chirrido del taburete a mi lado llamó mi atención. Me volteé de inmediato y me encontré cara a cara con un chico, puede que unos años mayor. Era más bajito que yo, lo que ya era mucho decir, con piel bronceada y una nariz chata. Busqué señales de lo que realmente era, pero sus ojos rasgados eran de un marrón apagado, cansado, nada que ver con el color intenso y antinatural de los vampiros.
—¿Disfrutando de la noche? —preguntó, con una voz suave.
Me relajé al confirmar que no era un vampiro. Aun así, no significaba que fuera inofensivo.
—Lo suficiente —respondí, levantando mi supuesto licor. Mantuvimos el contacto visual un momento, evaluándonos mutuamente— ¿Y tú?
Él esbozó una sonrisa, se acarició el pelo y volvió la vista a una mesa a pocos metros de nosotros.
—¿Vendrías con nosotros? —señaló la mesa.
Miré hacia la mesa que señalaba. Un hombre y una mujer nos observaban desde allí, sus sonrisas demasiado amplias, demasiado perfectas. Seductoras de una forma que resultaba inquietante, como si intentaran atraernos sin decir una sola palabra. No hacía falta mirarlos mucho para saber que no eran de los nuestros.
Mi mirada se desvió por un instante hacia Theon, sentado al otro lado de la sala, tras el muchacho que aún esperaba mi respuesta. Sus ojos amarillos estaban clavados en mí, furiosos, como si mi sola indecisión ya fuese una ofensa. Negó con la cabeza lentamente, deseando que le obedeciese.
Esta era mi oportunidad para conocer a las personas que habitaban el local, descubrir quiénes eran los más poderosos aquí, qué intereses movían sus hilos y con suerte, encontrar a los mercenarios que me llevarían a Nirat. Cada conversación era una forma de acercarme más a mi objetivo y no podía darme el lujo de perder el tiempo.
Había sobrevivido sin su protección antes. No iba a necesitarlo ahora.
—De acuerdo —dije al fin. Me levanté, ignorando la mirada fulminante de Theon mientras accedía a seguir al chico hacia aquella mesa.
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La presa se vuelve cazadora
Novela JuvenilUna amenaza desconocida ahora puede caminar bajo el sol. Un grupo de supervivientes conocido como "Las Presas" captura a uno de ellos en uno de sus asaltos. Deciden acabar con él para no correr riesgos, hasta que la más joven interviene, sugiriendo...