2. La sombra del vacío.

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El crepúsculo se extendía sobre la ciudad como una herida abierta, pintando el cielo con tonos de púrpura y naranja sangre. El único de los Winchester, se movía con la agilidad de un depredador entre las sombras de un callejón oscuro. Su mirada, endurecida por años de batallas contra lo sobrenatural, buscaba sin descanso un rastro, una señal que lo condujera al corazón de la amenaza que se cernía sobre él.

La muerte de su amigo, su hermano de armas, y su amor más real aún resonaba en su alma como un eco de dolor profundo y tortuoso. Un dolor que se había visto incrementado por la aparición de Adirael, un ángel caído, un ser de oscuridad que se había presentado ante aquel cazador con un rostro de falsa piedad, y todo solo para sembrar la oscuridad y sufrimiento a la humanidad y ambos reinos del cielo y el infierno .
Aquel ser lleno de oscuridad y rencor buscaba la gracia celestial de aquel angel servidor de Dios y los cielos, un poder que había sido liberado de su alma al morir absorbido por el Vacío. Dean, con la intuición de un cazador experimentado, sabía que esa gracia no podía caer en manos equivocadas, y mucho menos en las manos de un ángel caído el cual solo poseía oído y avaricia en su interior. Era un poder que podía corromper a cualquiera, un poder que podía desatar el caos en el mundo.

La mente de aquel agotado cazador se movía a la velocidad de un rayo, buscando respuestas en la maraña de información que había acumulado durante años. El Adirael, un ángel caído, buscaba la gracia de Castiel. ¿Por qué? ¿Qué planes tenía? ¿Qué tipo de amenaza representaba?, eso era lo que aquel chico de ojos verdes penetrantes tendría que investigar.
El aire se volvió denso y frío, cargado de una energía oscura que erizaba la piel de aquel hombre desgastado por aquel mundo. La sombra de Adirael se extendía a su alrededor, una presencia intangible que lo envolvía como una telaraña, imposible de ignorar y de no temerle.

-No te preocupes, Dean Winchester-susurró la voz de Adirael, una melodía suave que ocultaba un abismo de maldad. -No pretendo hacerte daño. Solo busco lo que me pertenece por derecho.

El hombre no respondió. Su mirada se clavó en la figura de Adirael, un ser de oscuridad que parecía emanar un aura de poderío, con ojos dorados y ardientes como el mismo sol. ¿Cómo podía un ángel caído, un ser caído en desgracia, pretender reclamar la gracia de su arcángel? ¿Qué tipo de poder buscaba obtener?

- ¡¿Qué es lo que realmente quieres?!, ¡¿Para que mierda lo quieres?!- su voz intentaba sonar firme, pero parecía que en cualquier momento podría romperse debido al sentimiento.

-La gracia de Castiel..- continuó Adirael con una voz serena, pero tan serena que daba un cierto grado de incomodidad - Es un poder que puede cambiar el destino del mundo. Un poder que puede liberar a los ángeles caídos de su prisión. Un poder que puede... destruir a los demonios.

Las palabras de Ángel resonaron en la mente de el pelirrubio como un trueno. La gracia de Castiel era un poder que podía cambiar el equilibrio del mundo. Un poder que podía desatar una guerra entre ángeles y demonios. Algo que podía destruir todo lo que él como humano había luchado por proteger y por lo único por lo que seguía en ese mundo lleno de falsedad y energía negativa.

"No lo hará, primero muerto otra vez antes que.." pensó Dean, su voz interna llena de determinación. "No permitiré que esté bastardo use la gracia de Cass. La encontraré y la devolveré a donde pertenece."

La sombra intimidante de aquel ser demoníaco se disponía a desvanecerse no sin antes regalarle unas palabras que no ayudaban nada al conflicto interno que se manifestaba en aquel hombre abatido.

- Te podrán tener respeto en el cielo, podrán temerte mis hermanos, pero yo no. No me detendré hasta por fin obtener lo que es mío.

dejando a Dean solo en el callejón oscuro. La ciudad dormía, ajena al peligro que se cernía sobre ella. El hombre, sin embargo, no podía descansar. La búsqueda de la gracia celestial se había convertido en su nueva cruzada, una misión que lo obligaba a enfrentarse a los demonios nos solo los que él acostumbraba cazar, aquellos que habían arrebatado todo su mundo de manera insistente, sino que también los demonios de su propio pasado y a las sombras de su futuro, tan incierto y peligroso.

RENUNCIANDO AL CIELO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora