Valeria, una joven de 25 años con el corazón lleno de esperanza y convicciones firmes. Vivía en Caracas, una ciudad convulsa por la situación política de su país, Venezuela. Desde pequeña, Valeria había sentido el peso de la injusticia y había visto cómo su país se desmoronaba bajo el yugo de la opresión.
Cuando María Corina Machado, una líder opositora y símbolo de la lucha por la libertad, comenzó a organizar manifestaciones por todo el país, Valeria sintió una chispa en su interior. No sólo la admiraba por su valentía, su tenacidad, y su inquebrantable deseo de ver a Venezuela libre, sino que había algo más. Un sentimiento que la sorprendía cada vez que veía a María en televisión o escuchaba sus discursos. Una mezcla de admiración y algo más profundo que no lograba explicar del todo.
El día de la gran manifestación llegó, y Valeria, como tantos otros, decidió asistir. Se vistió con una camiseta blanca y una gorra tricolor, agarró su pancarta y salió hacia el centro de la ciudad. Al llegar, el ambiente era electrizante: la gente coreaba consignas de libertad, ondeaban banderas, y el aire estaba lleno de esperanza y lucha.
Cuando María Corina subió al escenario, Valeria sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. María, con su presencia imponente y su voz firme, cautivaba a la multitud. Pero para Valeria, era algo más. Cada palabra que salía de los labios de María resonaba profundamente en su corazón, y mientras los demás aplaudían y gritaban, Valeria sólo podía mirarla, con los ojos llenos de admiración y algo que no lograba disimular: un amor creciente que ella misma apenas comprendía.
Durante varias manifestaciones, Valeria intentó acercarse. Quería hablar con María, decirle lo mucho que significaba para ella, cómo su lucha la inspiraba no solo políticamente, sino también personalmente. Sin embargo, María siempre estaba rodeada de gente, de periodistas, de seguidores, y Valeria nunca encontraba el momento adecuado.
Un día, al final de una marcha, Valeria logró colocarse cerca del escenario donde María se encontraba hablando con otros líderes. Sus manos temblaban, y su corazón latía rápido mientras se acercaba más y más. Finalmente, María se giró y sus ojos se encontraron por un breve segundo. Para Valeria, ese instante lo fue todo, pero María, absorta en la lucha y en la política, no lo percibió. Sonrió amablemente, como lo hacía con todos sus seguidores, y siguió su camino.
Valeria se quedó quieta, mirando cómo la figura de María se alejaba entre la multitud. Sabía que María estaba dedicada a una causa mayor, una que consumía todo su tiempo y energía. Y aunque ese sentimiento de amor seguía creciendo en su pecho, Valeria comprendió que era una historia de amor no correspondido, una historia en la que los ideales y la libertad de un país eran más importantes que cualquier romance personal.
Sin embargo, para Valeria, aquel amor nunca desapareció del todo. En cada manifestación a la que asistía, en cada discurso que escuchaba, sentía una conexión especial con María Corina Machado. Aunque María nunca se diera cuenta, Valeria siempre estaría ahí, en cada marcha, luchando por el mismo sueño de libertad, con el corazón lleno de amor y esperanza.
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Nueva historia??

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Promesas bajo el sol-María Corina Machado
RomanceY así, mientras el destino de Venezuela seguía pendiendo de un hilo, Valeria y María Corina luchaban codo a codo, no solo por su país, sino por el amor que había nacido en medio de la adversidad.