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Jungkook vivía en un mundo de adrenalina y diversión. Su departamento era el epicentro de las fiestas más épicas de la ciudad, y él era el rey del juego. Su personalidad extrovertida y carismática atraía a las chicas más lindas y divertidas, que se peleaban por su atención.
Pero había alguien que no compartía su entusiasmo.
Yoongi, su vecino de al lado, era el opuesto absoluto. Tranquilo, reservado y concentrado, Min Yoongi valoraba su silencio y su espacio. Sin embargo, la constante música a todo volumen, las risas y los gritos de emoción de Jungkook y sus amigos habían convertido su vida en un infierno.
La rivalidad entre ellos había comenzado desde el primer día que Jungkook se mudó al edificio. Yoongi había intentado ignorar los ruidos, pero Jungkook parecía disfrutar molestarlo. Cada queja de Yoongi era recibida con una sonrisa burlona y una nueva fiesta.
—Ey, Min. No te preocupes, estoy viviendo la vida al máximo —, gritaba Jungkook, mientras Yoongi se tapaba los oídos.
La tensión entre ellos había ido en aumento. Yoongi había llegado a punto de llamar a la policía varias veces, pero siempre se contenía. Jungkook se burlaba de su paciencia, creyendo que Yoongi no tenía el carácter suficiente para enfrentarlo.
Un día, la situación llegó a un punto crítico. Jungkook organizó una fiesta que duró hasta las cinco de la mañana, con música a todo volumen y gritos de emoción. Yoongi, exhausto y furioso, salió de su departamento y se enfrentó a Jungkook.
—¡Basta ya, Jeon! No puedes seguir así —, gritó Yoongi, su voz estaba temblando de rabia.
Jungkook se rió burlón.
—Vamos, Yoon. No seas aguafiestas, la vida es corta —, respondió, con una sonrisa—. Porqué mejor no te unes a la fiesta y te diviertes un poco.
Yoongi se acercó a Jungkook, su rostro había enrojecido de la furia.
—Te advierto, Jeon. Si no paras esto, tomaré medidas.
Jungkook se encogió de hombros.
—¿Qué vas a hacer? ¿Llamar a mamá? —, se burló.
Yoongi apretó los puños, pero se contuvo. Sabía que Jungkook estaba buscando una pelea.
—Esto no termina aquí, Jeon —, dijo, antes de regresar a su departamento.
Jungkook se rió.
—Mi fiesta tampoco —, gritó, sonriente.
Pero Yoongi ya había tomado una decisión. Jungkook había llegado a su límite. Era hora de ponerle un alto.
