3. Entre luces de neón y rosas

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"Entre luces de neón y rosas"

La ciudad nunca dormía. Bajo la lluvia constante y el brillo intermitente de los neones, las calles de Arcadia tenían ese aire de misterio que ocultaba algo siniestro en cada esquina. Era el tipo de lugar donde todo parecía más gris, más sucio, pero también más atractivo, como si un velo de peligro le diera un toque de irresistible seducción.

En una de esas calles oscuras, junto a una cafetería casi desierta, Chiara Oliver, detective privada, observaba a través de la ventana empañada. Tenía en la mano una libreta llena de anotaciones desordenadas y un café que hacía mucho había perdido el calor. Su concentración estaba en el caso que la había llevado allí: una serie de desapariciones de mujeres jóvenes que la policía no lograba resolver. El caso se había vuelto personal, no solo porque Arcadia era su ciudad, sino porque una de las desaparecidas era una de sus viejas amigas. Y Chiara no era del tipo que dejaba cabos sueltos.

-¿Otra vez con esa mirada de "voy a resolver el mundo yo sola"? -dijo una voz burlona desde la puerta.

Chiara levantó la vista, reconociendo de inmediato a la figura que se acercaba con paso seguro. Violeta Hódar, su contacto en las calles. Una chica que lo sabía todo sobre el submundo de Arcadia y, como si eso no fuera suficiente, también tenía una habilidad especial para meterse en problemas. Violeta entró con su habitual estilo despreocupado, su chaqueta de cuero negra empapada por la lluvia, el pelo pelirrojo desordenado y una sonrisa juguetona en los labios.

-¿Es que no tienes nada mejor que hacer que molestarme? -respondió Chiara sin levantar del todo la vista, intentando disimular la sonrisa que luchaba por salir.

-Me dijeron que a la detective Oliver le gusta que le distraigan de vez en cuando -replicó Violeta, sentándose justo frente a ella. Apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia Chiara-. Y, honestamente, ¿Quién podría decir que no a esta cara?

Chiara soltó un leve resoplido y apartó la libreta a un lado, cerrándola con un gesto lento y deliberado.

-¿Tienes algo útil para mí, o solo viniste a coquetear? -preguntó, arqueando una ceja mientras tomaba el café frío.

-¿Por qué no las dos? -Violeta sonrió, sacando un cigarrillo y encendiéndolo a pesar del cartel de "Prohibido fumar" que colgaba en la pared.

Chiara entrecerró los ojos, sabiendo muy bien que Violeta adoraba esos juegos. Siempre había una especie de coqueteo constante entre ellas, un tira y afloja lleno de tensión. Pero la realidad era que, más allá de las bromas, Violeta solía tener datos valiosos.

-Dime lo que sabes, Hódar -dijo Chiara, cruzando los brazos frente a ella-. O me iré y tendrás que buscarte a alguien más con la que pasar la noche.

Violeta soltó una risa suave, apagando el cigarrillo en un cenicero cercano antes de inclinarse un poco más hacia Chiara, acortando la distancia entre ambas.

-Se rumorea que las chicas que han desaparecido fueron vistas por última vez cerca de un club nocturno, La Rosa Negra. ¿Te suena? Es de esos sitios donde nadie hace preguntas, y la policía finge no saber lo que ocurre allí.

Chiara la miró fijamente, tratando de evaluar la información. La Rosa Negra era un club infame, conocido por su clientela exclusiva y su total falta de escrúpulos. La mayoría de los policías corruptos de la ciudad tenían algún vínculo con el lugar, así que no era raro que las investigaciones oficiales nunca llegaran a nada.

-Déjame adivinar, tú tienes acceso, ¿no? -preguntó Chiara, con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

Violeta se encogió de hombros, con esa sonrisa arrogante que siempre lograba desconcertarla.

ENTRE LA LUNA Y TÚ (one shot Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora