8. Entre cicatrices ocultas y abrazos

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"Entre cicatrices ocultas y abrazos"

POV CHIARA

El sonido de los platos al chocar me saca de mi ensoñación. Estoy en la cocina del bar de la esquina, el mismo en el que llevo trabajando desde que llegué a esta ciudad hace tres años. Las paredes de azulejos blancos y el calor constante del horno me acompañan día tras día, pero la verdad es que no me molesta. Aquí, al menos, me siento más libre que allá fuera. Afuera, donde la dictadura nos obliga a vivir con miedo y silencio.

Nadie sabe que soy lesbiana, y si alguien lo descubriera, lo más probable es que mi vida se complicara de maneras que no quiero imaginar. Así que lo mantengo oculto, como todo el mundo oculta algo aquí. A veces pienso que todos llevamos secretos, solo que algunos son más peligrosos que otros.

A pesar de eso, trato de ser alegre. Ser la chica que hace reír a todos, la que siempre tiene un comentario divertido. Es la única forma que conozco de sobrevivir a todo esto.

—Chiara, hay alguien que quiere hablar contigo —grita Paco, el dueño del bar, desde la puerta.

Me limpio las manos en el delantal y salgo de la cocina. Allí, en la barra, está Manuel. No lo conozco bien, solo de vista. Siempre viene aquí a beber, con su actitud de superioridad y esa mirada que nunca me ha gustado. Pero esta vez no está solo. Junto a él hay una mujer.

No puedo evitar mirarla por un momento, sus ojos color miel son lo primero que noto, rodeados de una timidez que parece envolverla por completo. Es hermosa, incluso con su ropa sencilla, su cabello pelirrojo atado en un moño descuidado. Pero lo que más me llama la atención es su expresión. Está nerviosa. ¿Por qué?

—Esta es mi esposa, Violeta —dice Manuel, con esa voz grave y un poco áspera—. Necesita aprender a cocinar como es debido. Si se va a ocupar de la casa y de nuestros hijos algún día, más vale que aprenda. Y pensé que tú podrías enseñarle.

Me esfuerzo en no fruncir el ceño. El tono condescendiente de Manuel no me sorprende, pero me irrita. Miro a Violeta, que mantiene la cabeza gacha.

—Claro —respondo, con una sonrisa que espero que sea lo suficientemente neutral—. Será un placer enseñarle.

POV VIOLETA

Cuando Manuel sugirió que debía aprender a cocinar, no me atreví a negarme. Nunca me atrevo a decirle que no. La última vez que lo intenté, el golpe en la mejilla me dejó una marca que duró semanas. Así que, cuando me dijo que empezaría a trabajar en la cocina de Chiara, asentí sin más. Es lo que se espera de mí, ¿no? Ser la esposa perfecta, la que obedece y cumple.

Cuando entré en el bar por primera vez, me sentí pequeña. Todo me parecía sucio y agobiante. Las paredes marrones, el olor a comida y a alcohol mezclado con sudor. Pero entonces vi a Chiara.

Nunca había visto a alguien como ella. Hay algo en su manera de moverse, en cómo sonríe a todos con esa naturalidad. Parece despreocupada, como si el peso de este mundo no la tocara. Me siento insignificante a su lado. Es hermosa, y aunque su mirada era amable cuando me la presentó Manuel, algo en sus ojos parecía leerme de una manera que no me esperaba. Como si pudiera ver más allá de la fachada que llevo años construyendo.

—Violeta, ¿me pasas la cebolla? —me pregunta con esa voz suave y alegre que me hace sentir un poco menos nerviosa.

Le paso la cebolla, aunque mis manos tiemblan. Estoy tan acostumbrada a ser torpe en la cocina que me siento ridícula aquí, frente a alguien que parece dominar este espacio.

—¿Te gusta cocinar? —me pregunta, mientras pica la cebolla con una destreza que me sorprende.

No sé qué responder. ¿Decir la verdad? Que no, que odio todo lo que simboliza cocinar para Manuel, para una vida que no quiero.

ENTRE LA LUNA Y TÚ (one shot Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora