11. Entre despedidas y arenas tranquilas

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"Entre despedidas y arenas tranquilas"

Violeta no podía creer lo que estaba pasando. El plan perfecto, el viaje que había organizado durante meses para celebrar su quinto aniversario con Carmen, su novia, se había derrumbado la noche antes de partir. Todo había estallado en una discusión cuando Carmen, con una expresión cansada y fría, le dijo:

—No puedo ir, Vio. Lo siento, pero tengo demasiado trabajo.

Violeta la miró fijamente, sintiendo el calor de la ira mezclarse con el dolor en su pecho.

—¿Trabajo? ¿De verdad? —respondió Violeta, cruzándose de brazos—. ¿O es que simplemente prefieres quedarte en la ciudad porque tienes cosas más... interesantes que hacer?

—¿Qué insinúas? —Carmen frunció el ceño, pero su tono revelaba más irritación que sorpresa.

—No lo sé, Carmen. Quizás que últimamente pasas demasiado tiempo "trabajando" con tu jefa. —Violeta alzó las manos haciendo comillas en el aire.

—¡Por Dios, Violeta! —Carmen suspiró, visiblemente molesta—. No voy a discutir esto ahora. El trabajo es el trabajo. No puedo irme a Menorca, y punto.

—¡Perfecto! —Violeta ya no podía contener la rabia—. ¿Sabes qué? ¡Me voy sola! No pienso perder este viaje solo porque tú prefieres quedarte "trabajando" con ella.

Y así, un día después, Violeta estaba sola en el aeropuerto, con el billete de avión en la mano y el corazón roto. No tenía claro si estaba más dolida o enfadada, pero lo que sí sabía era que necesitaba alejarse de todo. Menorca parecía el escape perfecto.

El resort era un paraíso. Palabras como "todo incluido" sonaban a sinónimo de olvido y evasión. Sin embargo, después de dos días, Violeta ya estaba harta de intentar distraerse entre piscinas y cócteles exóticos. Cada rincón del hotel le recordaba que estaba sola, cuando debería estar disfrutando de aquel lugar con Carmen.

Fue en la tercera noche cuando las cosas comenzaron a cambiar.

Había un espectáculo en vivo en el bar de la piscina, algo que el resort ofrecía todas las noches. Violeta, con la energía baja pero la tristeza alta, decidió sentarse en una mesa al fondo, un mojito en la mano. Esa noche, la cantante era una chica que nunca había visto antes. Pelo oscuro, ojos verdes brillantes y una presencia en el escenario que atrapaba a todos.

—Buenas noches, Menorca. Soy Chiara y espero que estéis listos para una noche de música. —La voz de Chiara llenó el aire, profunda y dulce, y Violeta no pudo evitar levantar la mirada hacia el escenario.

Chiara comenzó a cantar una balada tranquila, algo suave pero cargado de emoción. Violeta dejó caer la cabeza sobre su mano, el alcohol suavizando sus pensamientos, mientras se dejaba llevar por la música. Sin embargo, al final de la noche, su estado de ánimo había decaído aún más. Otra copa tras otra la sumió en un estado de tristeza borracha.

Horas después, mientras todos los demás se retiraban a sus habitaciones, Violeta seguía en el bar de la piscina, mirando al fondo de su copa vacía. Chiara, que había terminado su espectáculo hacía un rato, decidió volver al bar a por una botella de agua antes de irse a descansar. Cuando la vio, Violeta estaba claramente pasada de copas, tambaleándose en su silla.

—¿Otra copa más, por favor? —Violeta levantó la mano sin notar siquiera que el camarero ya se había ido.

Chiara sonrió, acercándose con la botella de agua en la mano.

—Creo que ya has tenido suficientes, ¿no te parece?

Violeta levantó la cabeza, entrecerrando los ojos para enfocar a la recién llegada. Su voz le sonaba familiar, pero la figura frente a ella aún más.

ENTRE LA LUNA Y TÚ (one shot Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora