capitulo 5

363 38 3
                                    

Neferes.

El salón de reuniones estaba decorado con una sobriedad. Las paredes, cubiertas de madera oscura, reflejaban el poder político de quienes ocupaban las sillas alrededor de la mesa. Mi presencia, sin embargo, transformaba el espacio, llenándolo de una energía diferente. Todos sabían que no estaba allí para complacer ni para negociar términos injustos.

Me senté en el extremo opuesto de la mesa, observando con calma a los hombres que representaban el poder de Londres. Entre ellos, el Ministro Morgan, un hombre astuto y frío, cuya mirada calculadora no me intimidaba. Sabía que me estaba evaluando, tratando de descubrir cómo manejar a la Reina de Egipto. Pero no había nacido ningún hombre que pudiera controlarme.

-Majestad, es un honor tenerla aquí -dijo el ministro, inclinándose ligeramente en una muestra superficial de respeto.

-El honor es mío, ministro -respondí con una sonrisa cortés pero distante. Sabía cómo jugar este tipo de juegos, y lo haría en mis términos.

La conversación comenzó con formalidades, tocando temas de comercio y acuerdos bilaterales. Era obvio que ellos intentaban tomar ventaja de la situación, buscando el mejor beneficio para Londres. Pero yo no había llegado a esta reunión para conformarme con migajas.

-Entiendo sus propuestas -dije finalmente, después de escuchar por varios minutos cómo trataban de inclinar la balanza a su favor-, pero Egipto necesita más que promesas vacías. Mi pueblo merece un trato justo, y estoy aquí para asegurarme de que eso suceda.

El ministro me miró con sorpresa disimulada, acostumbrado a lidiar con políticos débiles y sumisos. Pero yo no era ninguna de esas cosas. Vi cómo los otros hombres intercambiaban miradas, incómodos ante mi directa intervención.

-¿Y qué es lo que Egipto espera obtener de este acuerdo, neferes? -preguntó el ministro con su voz suave pero afilada.

Me incliné ligeramente hacia adelante, fijando mis ojos dorados en los suyos.

-Control del comercio marítimo en el Mediterráneo. Las rutas clave, desde Alejandría hasta El Pireo. Y a cambio, Egipto garantizará un suministro constante de recursos energéticos para Londres.

El silencio en la sala fue palpable. Sabían que mis exigencias no eran pequeñas, pero también sabían que Egipto tenía el poder de ofrecer lo que prometía. Morgan entrecerró los ojos, considerando mis palabras.

-Es una oferta ambiciosa, pero tal vez demasiado arriesgada -replicó, tratando de mantener el control de la situación.

-Sin riesgo, ministro, no hay recompensa. Y le aseguro que las recompensas serán abundantes... para ambos lados. -Sonreí ligeramente, sabiendo que ellos ya estaban considerando las posibilidades.

La reunión continuó con un tira y afloja, pero estaba claro que yo llevaba las riendas. Manipulaba la conversación con precisión, desviando los intentos de alex de conseguir más sin ofrecer nada a cambio. El ambiente se tensaba, y mis palabras se volvían afiladas cuando era necesario, recordándoles que no estaba allí para que me subestimaran.

Al final de la reunión, los altos mandos de Londres sabían que no podían ganar fácilmente contra mí. Morgan me observaba con una mezcla de admiración y frustración, pero yo ya había ganado esta partida.

-Fue un placer, ministro -dije al levantarme, mirándolo directamente a los ojos-. Espero ver el acuerdo finalizado pronto. Estoy segura de que Londres hará lo correcto.

Salí de la sala con la cabeza en alto, sabiendo que Egipto obtendría lo que merecía. Había demostrado mi poder, no solo como reina, sino como estratega, y aquellos hombres habían aprendido algo importante ese día: no podían jugar conmigo.

juegos de seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora