Neferes.
Dos semanas después.Observé cómo Christopher, aún recostado en la cama, me miraba con esa mezcla de deseo que ya me era familiar. Apesar de que cogimos 6 veces durante toda la noche, Fumé una última vez y apagué el cigarro en el cenicero antes de soltar la noticia que sabía no le gustaría.
-Debo irme a Rusia -dije sin preámbulos, mientras ajustaba mi bata y me ponía de pie-. Asuntos políticos que requieren mi atención.
Frunció el ceño y se incorporó lentamente. Lo noté tenso, aunque trataba de mantener la calma.
-¿Rusia? -repitió, su tono cargado de desagrado-. ¿Ahora? ¿Y por cuánto tiempo te vas?
-Lo que sea necesario -respondí, desinteresada, mientras caminaba hacia el balcón y sacaba otro cigarro-. Tengo asuntos que no pueden esperar.
Sentí cómo su irritación crecía, pero no me volví para mirarlo. No me hacía falta verlo para saber qué pasaba por su mente.
-Esto es ridículo -gruñó, poniéndose de pie y comenzando a vestirse con movimientos bruscos-. ¿Siempre es así? ¿Un día estás aquí y al siguiente desapareces sin más?
Encendí el cigarro y exhalé el humo lentamente, disfrutando del silencio antes de responder. Mis ojos se perdieron en el horizonte, ajenos a su frustración.
-La política no espera por nadie, Christopher. Ni siquiera por ti.
Lo escuché maldecir por lo bajo mientras abrochaba su cinturón, claramente enfadado. Me giré lo justo para observar cómo ajustaba su camisa. Su desagrado era evidente, pero, como siempre, eso no cambiaba nada para mí.
-¿Te da igual, verdad? -preguntó con un tono cortante-. Que me moleste o no... no significa nada para ti.
Lo miré por primera vez desde que le solté la noticia. Mis labios esbozaron una sonrisa apenas perceptible.
-Los caballeros esperan a las damas. Y tú no eres la excepción.
Vi cómo su mandíbula se tensaba, pero no dijo nada más. Sabía que no había espacio para la discusión conmigo. No cuando ya había tomado una decisión. Se colocó la chaqueta y se dirigió hacia la puerta, mirándome una última vez como si esperara una señal de que me importaba. No la obtuvo.
Cuando la puerta se cerró tras él, exhalé otra bocanada de humo y volví la vista al horizonte.
Es solo sexo, necesito un plebeyo no aún novio.
★★★★★★
Después de cerrar los tratos con el ministro, abordé mi avión rumbo a Rusia. Mi llegada fue recibida con las atenciones que se esperan para alguien como yo. El ambiente frío de Moscú no me afectaba; en cambio, me recordaba que estaba lejos del sofocante calor de Egipto y de las intrigas de Londres.
Me llevaron a la mansión que habían preparado para mí. Desde el primer momento supe que todo estaba en su lugar, tal y como me gusta. Mi agenda estaba llena, y al día siguiente, fui escoltada a la reunión con el presidente y los altos mandos del país.
Mi petición fue clara. Egipto requería más suministros energéticos a cambio de un acuerdo comercial exclusivo con las empresas rusas. Sabía que Rusia tenía sus propios intereses en el mercado global, y mi propuesta les garantizaría un acceso directo a los recursos minerales de Egipto sin intermediarios. Esto, por supuesto, era una ventaja estratégica para ambos, pero yo siempre me aseguro de que mi nación salga ganando.
Los altos mandos no tardaron en aceptar. Uno de ellos, sin embargo, parecía más interesado en mi presencia que en la política.
Ilenko Romanov, un nombre que no había escuchado antes pero que pronto lo hizo evidente. Alto, imponente, con el cabello rubio que caía hasta los hombros y unos ojos verdes que parecían observar con demasiada confianza.
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juegos de seducción.
FanfictionEn el corazón de Egipto, la reina Neferes gobierna con una belleza y una sabiduría que inspiran a su pueblo. Pero detrás de su título y su corona, esconde secretos y deseos que podrían cambiar el curso de su vida. Cuando conoce a Christopher, Antoni...