La minera

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La oscuridad era más densa de lo que jamás imaginé. Afortunadamente, el pequeño lobo se quedó dormido en mis brazos. ¿A dónde nos dirigíamos? ¿Qué nos aguardaba más allá? Nada de esto tenía sentido, y aquella criatura... jamás había visto algo así.

- Mi familia solía coleccionar objetos antiguos -dijo Darían a mi lado, con el rostro tenso y la voz cargada de seriedad- Una vez, mi abuelo me prestó varios de sus libros. En uno de ellos se mencionaban los wendigos -su mirada sombría me hizo pensar que realmente creía que eso era un wendigo.

- Cuéntame de ello -el me miro, al parecer dudo un poco y me sonrió, Meredea se acerco a nosotros para escuchar.

- Según el libro, son criaturas que nacen de la desesperación y el hambre. Se dice que en realidad fueron humanos, malditos tras sucumbir al canibalismo en tiempos de frío extremo. Sus cuerpos se deformaron, los huesos sobresalen bajo su piel pálida, casi translúcida. Sus extremidades son largas y delgadas, moviéndose a velocidades sobrenaturales. Sus ojos, hundidos y brillantes, muestran que toda humanidad ha desaparecido. Pero lo más aterrador es su boca. Una mueca grotesca con grandes dientes afilados, siempre manchados de sangre -nos detuvimos un momento, absorbidos por su relato- El hambre insaciable los consume. No importa cuánta carne devoren, jamás podrán saciarse.

- Muy parecido a lo que acabamos de ver -comentó Meredea, con un brillo fascinante en sus ojos. No podía ocultar su interés por la historia.

- Si son lo que dices, debemos tener cuidado -comente volviendo a nuestro camino, ellos hicieron lo mismo.

- No deduzco, yo digo que lo son, estamos en bosques helados dentro de una montaña de nieve, frio extremo -Darían menciono todas las casualidades, bueno, si, tiene razón aunque no es muy lindo ver a la criatura.

Seguimos avanzando por los interminables túneles, a medida que caminábamos, las paredes se cubrían cada vez más de sangre. El hedor era nauseabundo. Debíamos estar acercándonos a algún tipo de nido de wendigos, o quizás algo peor. La cantidad de sangre, tanto seca como fresca, era descomunal, todo parecía tan crudo, tan visceral.

Me acerqué a una de las paredes, dejando que mis dedos rozaran la sangre, manchando mi mano. Observé el líquido con detenimiento. Cada criatura deja un rastro distinto en su sangre. Los híbridos lobo tienen un olor característico, un fuerte aroma a carne, mientras que la sangre humana huele más a metal. Acerqué mi mano a la nariz, inhalando lentamente. El olor era extraño, una mezcla inquietante. La sangre seca olía a humano, pero la fresca... tenía el aroma distintivo de los lobos.

- Miren -nos llamó Meredea. Nos acercamos viendo a lo que nos apuntaba pedazos de dedos, uñas rotas, jirones de piel esparcidos por el suelo con viseras a medio devorar. Todo en avanzado estado de descomposición. Carne humana, podrida y marchita, como si hubiese sido arrancada hace tiempo pero aún latente en el aire, impregnando todo con su fétido olor.

- Ahora sí tengo miedo -murmuró Darían mientras retrocedía, cubriéndose nariz y boca. El hedor a descomposición lo hacía casi insoportable, lo imité al instante.

- Mejor sigamos -respondí, avanzando con cautela, sin descubrirnos la cara. A cada paso, el olor se volvía más penetrante, como si se impregnara en el aire mismo. A lo lejos, una estructura colosal apareció ante nosotros, recordándome a una mina abandonada. Nos acercamos y lo confirmé, una antigua mina, destruida y cubierta de cadáveres humanos en descomposición, esparcidos por doquier. Entre ellos, algunos cuerpos más frescos de híbridos lobo destacaban con su apariencia macabra.

- ¿Dónde nos hemos metido? -exclamó Darían, sorprendido y con la mirada fija en el escenario dantesco frente a nosotros.

Nos separamos para investigar el lugar, buscando alguna pista sobre el origen del wendigo. Los viejos vagones, aún cargados de carbón, minerales y piedras, estaban cubiertos de polvo y manchados de sangre seca. Las vías, destrozadas, narraban un pasado lleno de trabajo y caos. Algo terrible debió ocurrir aquí.

Lo que Una Vez fue OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora