Zona oscura

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Entrar de nuevo fue como revivir lo sucedido, pero algo era diferente. El hedor a podredumbre había desaparecido, no había rastros de sangre, ni cuerpos. Todo parecía como si nunca hubiera ocurrido. Meredea y Darían me miraban con expectación, pero no sabían con certeza qué estaba buscando. Y lo cierto es que yo tampoco lo sabía. No podía darles una respuesta clara, solo me dejaba guiar por esta extraña sensación que me empujaba hacia lo desconocido.

Desde que adquirí esta magia, todo ha sido tan extraño... mi vida, mi propio ser... Nada es lo mismo. Solo quiero saber qué es lo que falta en este rompecabezas. Thalma nunca me dijo cómo sería ser una bruja, y ahora me siento ajena, como si algo en mí no encajara.

Cuando llegamos a la mina abandonada, el lugar estaba mucho más limpio. Nos informaron que los cuerpos de los wendigos habían sido llevados a otro lugar, por si queríamos examinarlos más tarde. No sería mala idea, aunque prefiero no pensar en ello en este momento.

- Charlize, mira -me llamó Darían. Me acerqué, intrigada, y observé lo que sostenía en sus manos, un par de rubíes- ¿Puedo hacerte un anillo? No será el mejor, pero parecerá uno -me ofreció, esbozando una leve sonrisa.

- Claro -respondí, tomando uno de los rubíes entre mis dedos- Son hermosos... tan raros de encontrar.

- Si -dijo él, con un brillo en sus ojos. - Mi abuelo solía llamarlos "piedras de sangre" por los relatos que se contaban, aunque yo nunca creí en esas historias -me mostró otros rubíes abandonados en los vagones cercanos, brillando débilmente en la penumbra.

- Deberías -le sugerí, se que el no creía en estos cuentos que existen pero con lo que hemos vivido supongo que cambio su parecer.

- Así es, con lo que hemos visto, ya no puedo poner en duda esos relatos -dijo, riendo. Su risa era contagiosa, y sonreí con amabilidad- ¿Sabes? -continuo, dejando el rubí sobre la palma de mi mano- Si estas piedras tienen esa historia, tal vez podrían ser más que solo adornos. Quizás tengan propiedades mágicas o... algo más.

- Eso es lo que me gusta de ti, Darién -dije, mirándole con curiosidad de sus capacidades- Siempre ves más allá de lo evidente. Pero, ¿Te imaginas si realmente tuvieran poder? ¿Qué podríamos hacer con ellas?

- Podríamos utilizarlas para crear objetos mágicos -respondió, con una evidente emoción, se ve que le gusta la magia- Imagina un anillo que no solo sea hermoso, sino que también pueda ofrecer protección o poder.

- Eso sería increíble -afirme, su entusiasmo se volvió contagioso- Aunque, si vamos a trabajar con magia, debemos tener cuidado. Ya hemos visto que no todo lo que brilla es oro.

- Tienes razón -dijo, volviendo a contemplar los rubíes en el vagón- Pero eso no significa que no debamos explorar. Hay un mundo lleno de posibilidades, y tal vez estos rubíes sean solo el comienzo.

En ese momento, Meredea, que había estado escuchando con atención, se acercó volando, sus alas brillando a la luz tenue.

- ¿De qué hablan? -preguntó, curiosa. Sus ojos brillaban con interés- ¿Están hablando de magia?

- Sí, Meredea -respondí, sonriendo ante su entusiasmo- Darían está pensando en hacer un anillo con estos rubíes. Hablamos sobre su historia y si tienen algún poder especial.

- ¡Rubíes! -exclamó ella, acercándose rápidamente para mirar más de cerca- ¿Pueden hacer magia? ¡Eso sería asombroso! ¡Podríamos volar más rápido, o hacer que las plantas crezcan más!

- Es posible, pero debemos ser cautelosos -dijo Darían, con una sonrisa en los labios- No queremos que nos exploten en la cara.

- ¡Oh, vamos! -respondió Meredea, cruzando los brazos, divertida- ¿Quién no ama un poco de caos de vez en cuando? Además, si hay algún riesgo, ¡Tengo alas! Puedo escapar volando.

Lo que Una Vez fue OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora