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𝕮APITOLO 𝔇UE : sinner ♱
EL PECADOR es aquel que comete acciones que van en contra de los principios morales, éticos o religiosos. A estas acciones se las constituye como pecados. A menudo esto conlleva sentimientos de culpabilidad y la necesidad de buscar perdón o redención. Charlotte Evans era una asesina y, con ello, una pecadora.
Jamás en su vida podría haberse imaginado cometer tal atrocidad, pero la ira y la rabia en aquellos instantes la hicieron perder sus estribos y provocar una mala jugada para ambos, tanto para ella como para aquel tipo que insinuaba con tocarla indignamente.
El peso de su conciencia y pensamientos atormentados en su cabeza, la llevaron a parar a un confesionario cuyo confesor, si así podríamos llamarlo, se trataba nada más ni nada menos que un aprendiz a sacerdote con ascendencia latina y actitud cínica y descarada.
Tras haber confesado su crimen y secreto más oscuro, decidió proseguir con su confesión.
— En el nombre del padre, yo te absuelvo de tus pecados. Reza un padre nuestro, tres avemarías y un gloria, ve en paz hija mía, el señor está contigo. — el hombre sentenció en un tono grave.
— Gracias reverendo, o debería decir, aprendiz. — la morena rió por lo bajo, pasando por alto el hecho de que el hombre seguía sentado en aquel sillón al otro lado de la rejilla. — Respeta a tus mayores, sierva. — espetó de manera grotesca.
— Mis disculpas, señor, pero entre usted y yo, simulas tener voz joven, apuesto a que no me sacarás más de dos o quizás tres años. — respondió Charlotte.
— No puedo darte datos personales, está en contra de mis principios, señorita. — dejándolo con la palabra en la boca, Lottie se levantó de su asiento y se dirigió hacia los bancos situados frente al altar a rezar sus correspondientes oraciones y salir lo antes posible de allí.
Charlotte había sido criada en el seno de una familia muy católica. Sus padres la enseñaron a rezar y cada domingo de resurrección acompañaba a sus abuelos a rezar el rosario e incluso ayudándoles con la lectura diaria y las ofrendas a los pobres. A pesar de haber sido bautizada y haber recibido los sacramentos de la comunión y la confirmación, con el paso del tiempo la fe de Lottie disminuía y ésta se hizo casi ausente cuando llegó la adolescencia. Sin embargo, nunca había llegado a perder la fe pues su familia era muy devota y sabía que por ahí arriba existía un ser poderoso que velaba por todos nosotros.
Su abuela materna siempre la había dicho "aquello que te perturba y no sabes a quién contárselo, cuéntaselo al señor, Él siempre va a estar ahí para ti; a pesar de que te alejes, siempre te recibirá con los brazos abiertos, mi pequeña". Recordaba sus palabras con ternura y cariño. Siempre habían tenido una relación muy unida y cercana, la extrañaba a más no poder, de eso no cabía duda.
