5.

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Jimin no dejaba de moverse en su silla mientras estaba frente a Romolo Pasco, su mejor amigo. Romolo estudiaba teatro y siempre parecía tener algo que hacer, pero de alguna manera, encontraba el momento perfecto para sentarse a hablar con él. Esa dedicación constante por su parte lo descolocaba. Romolo era atento en exceso, quería saberlo todo, desde los detalles más triviales hasta los más profundos, y Jimin no tenía nada que ofrecerle. No había grandes historias que contar, sus escritos no avanzaban, y sentía que su vida se deslizaba en la monotonía. A veces se preguntaba por qué seguir escribiendo, si al final no lograba nada de valor. Se consideraba un escritor mediocre, uno al que la gente simplemente dejaba de lado, como si sus palabras no tuvieran peso.

Ambos estaban en una vieja cafetería. Las chicas miraban a Romolo de reojo, era innegablemente guapo y hermoso, con su mandíbula afilada y labios carnosos. Sus ojos eran el rasgo más llamativo, uno de un azul profundo e hipnotizante y el otro de un verde brillante y cautivador. Su rostro estaba enmarcado por un ramillete de pecas que no hacían, sino aumentar su encanto. Su pelo negro ondulado le caía sin esfuerzo alrededor de la cara, dándole un aspecto seductor y misterioso. Y con su elevada estatura, tenía una presencia imponente e intimidante a la vez. Estaba orgulloso de tenerlo como amigo.

Jimin le dio un sorbo a su café, tratando de evitar la penetrante mirada de Romolo. Se sentía pequeño e insignificante al lado de la radiante presencia de su mejor amigo. La constante atención era a la vez halagadora y sofocante.

— ¿Cómo va la nueva historia? — Preguntó Romolo, inclinándose hacia delante.

Jimin se encogió de hombros, con los ojos fijos en el borde astillado de su taza de café.

— Pues… no sé. Hace semanas que no escribo nada.

Los ojos desorbitados de Romolo se abrieron con preocupación.

— ¿Por qué no? ¿Bloqueo de escritor?

— Algo así. — Murmuró Jimin, sin querer admitir la profundidad de sus dudas.

Romolo cruzó la mesa y sus largos dedos rozaron la muñeca de Jimin. El contacto provocó una corriente eléctrica en la piel de Jimin, que luchó contra el impulso de apartarse.

— Jimin. — Dijo Romolo suavemente, su voz llena de preocupación y aliento —. Estás siendo demasiado duro contigo mismo. Tu escritura siempre ha sido hermosa.

Jimin sintió cómo algo le apretaba la garganta, como si cada palabra que escuchaba se quedara atorada antes de llegar a entenderlas. Quería confiar en Romolo, quería creer que lo que le decía era cierto, pero cada frase que salía de su boca chocaba contra el muro de inseguridades que había levantado con el tiempo, incapaz de dejar que se derrumbara.

— Sólo lo dices porque eres mi amigo. — Murmuró, evitando aún el contacto visual.

Romolo apretó ligeramente la muñeca de Jimin

— Mírame. — Insistió suavemente.

A regañadientes, levantó la mirada, cruzándose con los ojos de Romolo. Ese par de iris, cada uno con su propio tono, lo observaban con una intensidad que lo desarmó por completo. El aire pareció atorarse en su garganta, dejando a su pecho vacío por unos segundos que le parecieron eternos.

— Lo digo porque es verdad. — Continuó Romolo, con voz grave y seria —. Tus palabras tienen peso, Jimin. Tienen… siempre tuvieron peso. Tienes un don para captar los matices sutiles de las emociones humanas, los momentos tranquilos que la mayoría de la gente pasa por alto. Eso es lo que hace que tu escritura sea especial.

Un calor suave recorrió el pecho de Jimin, intentando disipar el frío persistente de sus dudas. Quería confiar en Romolo, pero las cicatrices de tantos años de desilusión y rechazo pesaban demasiado.

ORQUÍDEA DE VENAS AZULES ラン KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora