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Jimin no tenía ningún deseo de escribir. Era uno de esos días en los que la inspiración simplemente no aparecía, y lo único que deseaba era acostarse a dormir. Con los hombros caídos y la mirada perdida en un punto cualquiera, intentaba avanzar en un párrafo, pero apenas lograba escribir un par de líneas antes de distraerse con cualquier cosa. Las partículas de polvo flotando entre las cortinas llamaban su atención, al igual que el zumbido de una mosca que sobrevolaba su televisión. Incluso las notificaciones irrelevantes de su celular o el molesto rechinar de su silla lograban apartarlo de lo poco que había logrado escribir.

Tenía algo de dinero, lo suficiente para darse un pequeño capricho, así que se puso de pie y, sin pensarlo mucho, tomó su chaqueta. Al cruzar la puerta, recordó que había visto a unos vendedores de helados en el parque frente a su edificio. Pensó en comprar uno, sentarse en una banca y dejar que su mente divagara, imaginando posibles escenas para su nuevo libro mientras observaba el movimiento a su alrededor.

El clima afuera resultaba agradable, lo que invitaba a Jimin a salir del edificio sin prisa. Mientras avanzaba en dirección al parque, sus pasos eran pausados, como si quisiera prolongar ese momento. Observaba los árboles con atención, el movimiento de las ramas, y cómo las personas seguían sus rutinas cotidianas, cada una en su propio mundo. Había algo en ese entorno que le resultaba extraño; no era lo habitual para él, pero sabía que no le quedaba más opción que adaptarse tarde o temprano.

El hombre de los helados estaba junto a su pequeño carrito, esperando a los clientes bajo el sol. Jimin se acercó con pasos decididos, sacando su monedero en forma de tiburón ballena mientras buscaba en su interior el dinero necesario para comprar un helado de fresa. Justo cuando estaba a punto de pedir, su mirada se desvió y notó a Jungkook sentado en una de las bancas cercanas, aparentemente leyendo. Sin pensarlo mucho, Jimin decidió pedir dos helados de fresa. Tenía la intención de acercarse a su vecino y, de algún modo, ganarse su simpatía. No iba a dejar pasar esa oportunidad.

Pagó por los dos helados y los tomó con una leve inclinación de cabeza, mostrando su agradecimiento en silencio. Luego, giró sobre sus talones y se dirigió hacia Jungkook, una sonrisa amplia iluminando su rostro. Al acercarse, notó cómo Jungkook levantaba la mirada de su libro, con una expresión difícil de interpretar. Sin decir nada, Jungkook cerró el libro y lo dejó cuidadosamente a un lado, sin apartar los ojos de él.

— ¿Qué quieres? — Preguntó, su voz más fría de lo normal.

— ¡Te compré un helado, vecino! — Exclamó Jimin, extendiéndole el cucurucho con una gran sonrisa.

Jungkook levantó una ceja, sorprendido. Por un momento, la frialdad en su expresión vaciló mientras miraba el helado, luego dirigió la mirada a Jimin, frunciendo un poco los ojos.

— ¿Por qué me compras un helado?

— Porque eres mi vecino, y es de fresa.

Observó a Jimin por un momento más, buscando con la mirada cualquier motivo oculto detrás del acto. Sin embargo, todo lo que vio fue pura alegría y sinceridad en su expresión.

Con un suspiro de resignación, Jungkook finalmente extendió la mano y tomó el helado de Jimin. Cuando sus dedos se rozaron accidentalmente, se sintió una ligera chispa de conexión.

— Gracias. — Murmuró Jungkook, su voz suave y apreciativa, aunque sus ojos todavía delataban una pizca de confusión.

Jimin se acomodó al lado de Jungkook y, con calma, le dio un mordisco a su helado. Mientras lo disfrutaba, sus ojos se detuvieron en la gente que pasaba, ofreciendo una mirada amable a los desconocidos que cruzaban frente a ellos. La brisa juguetona hizo que algunos mechones de su cabello se movieran.

ORQUÍDEA DE VENAS AZULES ラン KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora