La ira de La Reina Cruel y la de una madre

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Rhaenyra Targaryen se encontraba en la habitación de su hijo, el pequeño Percy, cuya vida pendía de un hilo

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Rhaenyra Targaryen se encontraba en la habitación de su hijo, el pequeño Percy, cuya vida pendía de un hilo. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, pero en su corazón solo había sombras. El niño de diez años yacía en la cama, su rostro pálido y su respiración entrecortada. La angustia de Rhaenyra era palpable, como un peso que la oprimía en el pecho.

-¿Por qué, Atenea? -murmuró, su voz quebrada por el dolor. 

-¿Por qué tuviste que hacerle esto a un niño inocente? - La diosa de la sabiduría había sido la responsable del veneno que había envenenado a su hijo, y la rabia y la tristeza se entrelazaban en su corazón como serpientes venenosas.

Rhaenyra se acercó a la cama, acariciando la frente de Percy con ternura. -Eres tan valiente, mi pequeño dragón- susurró, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. -No merecías esto. No merecías sufrir por la malicia de una diosa.

Recordó los días en que Percy corría por los jardines de la fortaleza roja, riendo y jugando con su dragón de juguete, soñando con aventuras y hazañas heroicas. -Te prometí que siempre te protegería -, continuó, su voz temblando. -Pero no pude protegerte de esto. No pude salvarte de su crueldad.

El dolor la consumía, y Rhaenyra sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. -Si pudiera cambiarlo, lo haría. Haría cualquier cosa por ti, hijo mío -, sollozó, sintiendo que la desesperación la ahogaba. -No sé cómo enfrentar este mundo sin ti. No sé cómo seguir adelante si te pierdo.

Las horas pasaban lentamente, y cada segundo se sentía como una eternidad. Rhaenyra se sentó en el borde de la cama, sosteniendo la mano de Percy entre las suyas. -

-Lucha, por favor, lucha-, imploró, su voz llena de desesperación. - No dejes que ella gane. No dejes que su maldad te consuma. Eres más fuerte de lo que crees, y yo estoy aquí contigo. Siempre estaré aquí.

Las lágrimas caían libremente por sus mejillas, y Rhaenyra sintió que su corazón se desgarraba con cada latido. La imagen de su hijo, lleno de vida y alegría, se desvanecía en su mente, reemplazada por la fragilidad que ahora yacía ante ella. -No puedo imaginar un mundo sin ti, Percy. Eres mi luz, mi esperanza. No dejes que la oscuridad te atrape.

De repente, un leve movimiento en la cama hizo que Rhaenyra contuviera la respiración. Percy abrió los ojos, aunque su mirada estaba nublada por el dolor. -Mamá... murmuró, su voz apenas un susurro.

-¡Estoy aquí, cariño! Estoy aquí contigo,- respondió Rhaenyra, inclinándose hacia él, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. -Lucha, por favor, lucha por nosotros. No dejes que Atenea gane. No dejes que su maldad te arrebate de mi lado.

Percy sonrió débilmente, y aunque su rostro estaba pálido, había un destello de determinación en sus ojos. "No quiero irme, mamá. Quiero jugar... quiero volar con Drogon y entrenar con papa ..

My Sweet Sea Boy - percy jackson y los dioses del olimpo y la casa del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora