Nomadas en busca de venganza

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El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados, mientras los Dothraki se reunían en su vasta y polvorienta estepa. El aire estaba cargado de una tensión palpable, un murmullo de inquietud que recorría las filas de guerreros y jinetes. La noticia había llegado como un rayo, desgarrando la calma de la tarde: Khal Jorak había caído, y su futuro khal, el joven Perseus Jackson Targaryen, estaba envenenado.

Los murmullos se convirtieron en gritos de dolor y rabia. Un guerrero de gran estatura, con cicatrices que contaban historias de batallas pasadas, se alzó sobre su caballo, su voz resonando como un trueno. —¡Khal Jorak ha muerto! ¡El honor de nuestra tribu ha sido mancillado! —gritó, su mirada ardiente de furia. Los Dothraki, hombres y mujeres de espíritu indomable, respondieron con un clamor de ira, sus gritos resonando en la vasta llanura.

La noticia de la muerte de su khal, un líder valiente y respetado, había golpeado a los Dothraki como un golpe de espada. Jorak había sido un guerrero formidable, un hombre que había llevado a su gente a la victoria en innumerables batallas. Su ausencia dejaba un vacío que resonaba en el corazón de cada guerrero. La traición que había llevado a su caída era un insulto que no podían tolerar.

—¡Venganza! —rugió una mujer, su cabello negro ondeando al viento como una bandera de guerra. —¡Debemos hacer que paguen por esto! ¡Por Khal Jorak y por el futuro de nuestro pueblo! ¡Por el príncipe Perseus! —Su voz se elevó por encima del clamor, y los Dothraki comenzaron a golpear sus lanzas contra sus escudos, creando un estruendo ensordecedor que resonaba en la estepa.

El dolor se transformó en una furia ardiente. Los guerreros comenzaron a montar sus caballos, la tierra temblando bajo el peso de sus corceles. La ira de los Dothraki era un fuego inextinguible, y su deseo de venganza ardía en sus corazones como un volcán a punto de estallar. Cada guerrero, cada mujer y niño en la tribu sentía la pérdida de Khal Jorak como una herida abierta, y la traición que había llevado a su muerte era un agravio que no podían dejar sin respuesta.

—¡A la guerra! —gritó el guerrero de gran estatura, levantando su lanza hacia el cielo. —¡Haremos que los responsables paguen con su sangre! ¡Nadie se atreverá a mancillar el nombre de los Dothraki y salir impune!

Los caballos relincharon, sintiendo la energía de sus jinetes, y los guerreros comenzaron a formar filas, listos para la batalla. La estepa se llenó de un rugido ensordecedor, un eco de la furia colectiva que resonaba en el aire. Las lanzas se alzaron, y los estandartes ondearon al viento, marcando el inicio de una cacería que no se detendría hasta que se hiciera justicia.

—¡Por Khal Jorak! —gritaron al unísono, sus voces unidas en un clamor de venganza. La imagen de su khal caído, un líder que había luchado por ellos, se convirtió en un estandarte de honor que los impulsaba hacia adelante.

Mientras los Dothraki se preparaban para la batalla, la noticia del envenenamiento del joven Perseus Jackson Targaryen también caló hondo en sus corazones. El futuro khal, hijo de la reina Rhaenyra, era un símbolo de esperanza y continuidad para su pueblo. La idea de que un niño, un futuro líder, estuviera en peligro solo avivó aún más su furia.

—¡No dejaremos que el veneno consuma a nuestro futuro! —gritó una guerrera, su voz resonando con determinación. —¡Lucharemos por él como luchamos por nuestro khal!

Con cada palabra, la rabia se transformaba en un compromiso inquebrantable. Los Dothraki no solo buscaban venganza; estaban dispuestos a proteger a su futuro, a luchar por el legado de Khal Jorak y por el príncipe Perseus. La estepa se convirtió en un mar de movimiento.

donde los guerreros se preparaban para la inminente batalla. Los caballos, con sus crines al viento, relinchaban con impaciencia, sintiendo la adrenalina de sus jinetes. La tierra temblaba bajo el peso de la furia Dothraki, y el aire se llenaba de un fervor que prometía una tormenta de acero y sangre.

—¡Monten! —ordenó el guerrero de gran estatura, su voz resonando con autoridad. —¡Que cada hombre y mujer de nuestra tribu sepa que hoy luchamos no solo por venganza, sino por el futuro de nuestro pueblo! ¡Por el príncipe Perseus, que llevará nuestro legado!

Los guerreros se lanzaron a la acción, formando un frente imponente. Las lanzas brillaban bajo el sol poniente, y los estandartes ondeaban con orgullo, mostrando los colores de su tribu. Cada uno de ellos sabía que la batalla no solo era por Khal Jorak, sino también por la vida del joven príncipe, un niño que representaba la esperanza de un nuevo amanecer para los Dothraki.

Mientras se preparaban, una anciana de la tribu, conocida por su sabiduría y conexión con los espíritus, se acercó al grupo. Con una voz suave pero firme, dijo: —No olviden que la ira puede nublar el juicio. Luchen con honor, pero no dejen que la venganza los consuma. Perseus necesita un futuro, no solo un pasado de sangre.

Sus palabras resonaron en los corazones de los guerreros, recordándoles que su lucha debía ser por algo más grande que la venganza. Debían proteger a Perseus, asegurarse de que el legado de Khal Jorak no se extinguiera en la oscuridad de la traición.

—¡Por la vida de nuestro futuro! —gritó una joven guerrera, levantando su espada al cielo. —¡Por el honor de los Dothraki!

Con un grito unificado, los Dothraki se lanzaron al galope, sus caballos corriendo como el viento, dejando una estela de polvo a su paso. La estepa se convirtió en un escenario de furia y determinación, mientras se dirigían hacia la fortaleza a dar apoyo de a su reina dragon y a su futuro lider

La fortaleza se alzaba en la distancia, sus muros de piedra oscura reflejando la luz del atardecer. Era un bastión de poder, pero también un símbolo de la traición que había llevado a la muerte de Khal Jorak. Los Dothraki galopaban con una ferocidad renovada, sus corazones latiendo al unísono con el ritmo de los cascos de sus caballos. Cada uno de ellos sabía que no solo luchaban por venganza, sino por la protección de su reina dragón, Rhaenyra, y por el futuro de su pueblo, encarnado en el joven Perseus Jackson Targaryen.

A medida que se acercaban a la fortaleza, el aire se llenó de un silencio tenso, como si la tierra misma contuviera la respiración. Los guerreros Dothraki se alinearon, formando un frente imponente ante las puertas de la fortaleza. La joven guerrera que había levantado su espada al cielo miró a sus compañeros, su mirada ardiente de determinación.

—¡Hoy, luchamos como uno solo! —declaró, su voz resonando con fuerza. —¡No permitiremos que la traición se salga con la suya! ¡Por Khal Jorak y por el príncipe Perseus!

Rhaenyra se puso de pie en su montura, su figura imponente destacándose contra el cielo anaranjado del atardecer. Con una mano en el corazón y la otra levantada hacia su pueblo, comenzó a hablar en Dothraki, su voz resonando con la fuerza de una tormenta.

—¡Hermanos y hermanas de la estepa! —comenzó, su tono lleno de pasión—. Hoy, no solo somos guerreros; somos la sangre de Khal Jorak, el eco de su valentía y el fuego de su espíritu. Su sacrificio no será en vano. ¡Hoy luchamos por nuestra tierra, por nuestra gente y por el futuro que nos pertenece!

Los Dothraki respondieron con un rugido de aprobación, sus corazones latiendo al unísono con cada palabra de su reina. Rhaenyra continuó, su voz elevándose por encima del clamor.

—El veneno que ha intentado consumir a nuestro príncipe Perseus es un veneno que también busca destruirnos a nosotros. Pero no permitiremos que la traición nos doblegue. ¡No permitiremos que el miedo nos paralice! ¡Hoy, nos levantamos como uno solo, como una tormenta que arrasa con todo a su paso!

La multitud estalló en vítores, sus gritos resonando en la estepa. Rhaenyra sintió la energía de su pueblo, una fuerza que la llenaba de determinación.

—¡Por Khal Jorak! —gritó, levantando su espada en alto—. ¡Por el príncipe Perseus! ¡Por los Dothraki! ¡Por Mi hijo ! ¡ su futuro Lider !

Con cada palabra, la furia y la determinación de los guerreros crecían. La joven guerrera que había comenzado el clamor se unió a Rhaenyra, levantando su espada junto a la reina, y los demás la siguieron, formando un mar de acero brillante.

My Sweet Sea Boy - percy jackson y los dioses del olimpo y la casa del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora