Shen Qingqiu, hastiado por la presencia de su peculiar Shidi, se ve forzado a entablar negociaciones con una enigmática familia para evitar compartir espacio con él. Pero lo que comienza como un intento de evasión se convierte en un algo más cuando...
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El viaje a la residencia principal de los Shen resultó alargarse más de lo debido. No podía volar en espada, pues sus meridianos aún necesitaban un tiempo más de reposo, y el carruaje terminó siendo la opción más segura. Se fue de Cang Qiong tan solo un día despues de su encuentro con Liu Qingge. Si alguien lo buscaba (cosa que dudaba), sus discípulos tenían indicaciones precisas para actuar en su ausencia. También había dejado arreglados todos los detalles necesarios, asegurándose de que el Pico Qing Jing pudiera funcionar sin problemas por almenos dos meses antes de que su ausencia comenzara a causar estragos.
De alguna manera sentía como si estuviera huyendo, incluso si sabía que era principalmente debido a su reciente incapacidad para forzar sus venas espirituales que había decidido partir con una semana de antelación a la programada y no porque incluso cuando le dejó en claro que no quería tener nada que ver él, Liu Qingge fue a buscarlo al día siguiente.
Pasó la mayor parte de su viaje hacia la residencia Shen con todo el asunto de Liu Qingge y su aparente compromiso perturbandole la cabeza. Cada vez que su mente volvía a la mirada de Liu Qingge, la mezcla de vulnerabilidad y confusión en sus ojos, sentía una furia crecer dentro de él. Era indignante que, después de todos los rumores y acusaciones, Liu Qingge tuviera la osadía de confrontarlo con un compromiso del que él no tenía conocimiento. YingHua había omitido deliberadamente aquella información, manteniéndolo en la ignorancia sobre algo tan crucial. Y ese idiota, por un momento había pensado que tal vez Liu Qingge había decidido intentar acercarse, que sus acciones eran una torpe pero genuina forma de tender un puente entre ellos., incluso si solo estaba motivado por la cercanía de sus familias.
Aunque Shen Qingqiu era más que capaz de guardar rencor por más tiempo que la mayoría, después de cuatro días de viaje tuvo que admitir que en realidad aquel compromiso no era información relevante cuando se trataba de reencontrarse con un hijo perdido por más de dos décadas. En el gran esquema de las cosas, su reaparición y la restauración de sus lazos familiares eran de una importancia mucho mayor.
Con los últimos rayos del sol pintando de tonos dorados los pilares principales de la entrada, Shen Qingqiu llegó finalmente a la majestuosa mansión Shen. El carruaje se detuvo con un suave crujido, y al abrir la ventana, una suave brisa primaveral acarició su rostro. Ante sus ojos se extendían los jardines, una exuberante maraña de vegetación que parecía haberse mantenido intacta bajo manos cuidadosas.
Un escalofrío recorrió su espalda mientras la nostalgia lo envolvía por completo, haciéndolo temblar involuntariamente. Con mano firme, se aferró a la ventana del carruaje, buscando anclarse en el presente mientras los recuerdos borrosos se agolpaban en su mente, como piezas de un rompecabezas que se resistían a encajar.
En un instante, se vio a sí mismo corriendo descalzo sobre el césped fresco, persiguiendo mariposas que bailaban en el aire. Las risas resonaban a lo lejos, en una melodía de alegría que llenaba el jardín. Veía a una versión más joven y menos cansada de Shen YingHua inclinándose para recoger una flor silvestre y ofrecérsela con una sonrisa tierna. Las estrellas brillaban intensamente en el cielo, y sentía la brisa nocturna en su rostro mientras escuchaba la voz grave de Shen YenRu explicando cosas que no podía siquiera recordar.
