Prólogo

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Byllern Rennirson miraba su reflejo por cuarta vez ese día, primero lo había hecho en el espejo sobre el tocador de su dormitorio, luego en el vidrio del auto de su vecino cuando pasó frente a su casa, luego en el espejo del autobús en el que iba, y finalmente lo hacía ahora con una de las cucharas que estaban sobre la mesa de aquel restaurante.

Tal empeño en procurar que su apariencia fuese grata, se debía a la cita que estaba esperando, más específicamente... una mujer, sin embargo, su necesidad de impresionarla se debía a la presión de sus padres y a la promesa de una dote.

—¿Byllern Rennirson? —cuestionó una voz femenina, esta no era aguda, chirriante, presuntuosa o siquiera emocionada... era seria, elegante... y muy deleitante.

—Si, soy yo, ¿con quien tengo... el gusto? —respondió educadamente mientras se ponía de pie dejando la cuchara y finalmente alzó la mirada... topándose con su cita.

—Un placer, soy Vibdelia Sanmilson, su madre me comentó acerca de su interés en encontrar una prometida y desposarla lo más pronto posible. —dijo francamente usando palabras directas y sin rodeos acordé al pedido de la madre de Byllern, la cual que estuvo lejos de expresarse de ese modo, pero aquella intención finalmente era verdad.

—Vaya, es una forma un poco fría de decirlo, la verdad solo quiero convivir con una mujer y ver si eventualmente podríamos formar una amistad o algo más. —sonrió educado y procuro disimular su mirada que recorría a la mujer frente a él, que en su opinión... era más atractiva de lo que esperaba.

—Bueno, si a usted le gusta describirlo así, por mi está bien, señor Rennirson. —sonrió finalmente de forma tenue y apenas perceptible.

     Ella iba a sentarse pero el aludido tuvo el detalle de acercarse y hacer un poco la silla para atrás, una vez que ella se sentó diciendo "Gracias", Byllern hizo un poco la silla para adelante y regresó a su lugar, hizo seña a un mesero para que se acercase y les diese la carta junto a un "Bienvenidos, ¿que desean ordenar?".

—Pide lo que quieras, yo invito. —dijo Billern optando por tutearla y sin dejar su sonrisa amable.

—Si usted insiste, le tomaré la palabra —respondió sin siquiera despegar la mirada del menú, y poco después pidió —Quisiera dos hamburguesas doble carne y extra queso con papas, una malteada de fresa con crema batida y chocolate líquido, luego una rebanada de pastel de queso con fresas y un café americano sin azúcar, por favor. —miró al mesero que estaba horrorizado pero aún así sonrió forzado y miró a Byllern.

—¿Y usted, señor? —preguntó.

—Lo mismo que ella. —disimuló mejor su sorpresa y continuó con su sonrisa.

—Enseguida traigo sus órdenes. —eso dijo y fue por lo pedido, dejándolos a solas de nuevo, Byllern la miró y ella comenzó a dibujar en una servilleta con un bolígrafo que había sacado de su bolso.

—Entonces... si no es molestia preguntar, ¿cuantos años tienes? a decir verdad, te ves muy joven, y muy hermosa además. —sonrió.

—Tengo 20 años, supongo que usted esperaba ver a una solterona de 30 años. —bromeó sin dejar de dibujar lo que parecía una rosa.

—Tiene una muy mala percepción de mi, señorita Sanmilson, pero no niego que usted no era lo que esperaba en absoluto. —sonrió

«¿A quien engaño? Mi madre me había dicho que me citaría con una solterona sumisa y educada, dudo que esta mujer actuase así frente a mi madre» pensó.

     —¿Entonces que esperaba?, si se puede saber. —finalmente alzó la mirada.

     —Esperaba a una mujer de mi edad y con otro tipo de modales, no quisiera ofenderte, pero no es común escuchar a una persona, en especial a una dama, expresarse con tanta franqueza rozando al cinismo y con tanto... atrevimiento. —explicó con educación lo que en otras palabras más breves expresaba que Vibdelia era una "cínica desvergonzada".

ᴹᴬ́ᔆ 𝓐𝑙𝑙𝑎́ ᴰᴱ 𝓣𝑜𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora