Capítulo 4

8 1 0
                                    

♱𓆰El que siembra viento𓆪♱
♱𓆰cosecha tempestades𓆪♱

Byllern estaba observando al sacerdote que daba las oraciones... frente a Vibdelia. No había tenido opción más que dejarlo entrar para no levantar sospechas, y se había mantenido hablador con el padre para que su esposa alcanzara a escuchar y fingiese que estaba muerta para cuando entraran.

     Aún con el pasar de los minutos, ella se mantenía intacta, sentada en la cama con sus manos a los costados y mirando al frente a la nada, como si realmente estuviese disecada, estaba sorprendido por tal actuación por parte de ella, al punto de hacerle dudar a él si realmente estaba ante su esposa fingiendo ser un cadáver disecado... o en realidad había alucinado todo, y ella estaba muerta.

     —Señor Rennirson, voy a rociar el agua bendita en la habitación, ¿puede retirarse unos minutos? así podré hacerlo con comodidad. —pidió amablemente mientras sacaba el agua bendita.

    —Claro... ¿pero de verdad estorbo? No quisiera dejarlo a solas en esta habitación con... ella. —cuestionó sin saber cómo persuadir al sacerdote.

     —Descuide, dios me protege de los espíritus, y si el de su esposa sigue aquí, ayudaré a que se encamine al paraíso y su alma descanse en Paz. —aclaró mientras alzaba un poco sus manos.

     Byllern suspiró, y tras decir "Permiso", salió de la habitación y cerró la puerta lentamente mientras observaba a Vibdelia... quien brevemente enfocó su mirada en él y le transmitió una rara mezcla de consuelo para él... y nerviosismo por sí misma.

   El sacerdote Tarsistlon comenzó a rociar el agua bendita en cada rincón de la habitación, junto a una oración, ella procuraba no moverse... ni temblar, en especial cuando él terminó llegando a la cama, y detuvo su acto para observarla fijamente.

    —No pareces una de esas criaturas disecadas ¿sabes?, sigues siendo tan hermosa como siempre... —dejó el acetre en la mesita de noche y se sentó en la orilla de la cama cerca de ella —Desde que eras una niña, eras muy bonita... y al volverte una mujer lo fuiste aún más...

    Llevo una de sus manos a sus piernas, acariciando suavemente... y deslizándola para meterla bajo su camisón, inconsciente del miedo y asco que causaba en Vibdelia... más cuando su mano libre movió su cabello solo para darle el paso a que él se acercase a probar su cuello, y como el bastardo ignorante que era, fue incapaz de cuestionarse la textura de su piel, solo continuó con su enfermo acto.

     —Fuiste tan pecadora, incluso ahora al pedir ser una muñequita y darle la oportunidad a tu esposo de profanarte, pero como siempre, yo te limpiaré de tus pecados. —dijo teniendo la intención de bajar más allá de su cuello e incluso adentrar más su mano para tocar las partes más íntimas de ella... como ya lo había hecho en otros momentos en su vida.

     Vibdelia ya no pudo soportar más, le asqueaba y aterraba que aún estando "muerta", ese monstruo aún así abusara de ella, comenzó a llorar.

    —¡D-deténgase ya, basta, déjeme! —exclamó ella empujándolo con fuerza, provocando que el sacerdote gritase aterrado y se apartase.

     Byllern al escuchar los gritos, se precipitó hacia la habitación, su corazón latiendo con enojo y desconcierto, sin entender la causa de aquel grito por parte de su esposa.

     —¿Qué está pasando aquí?! —exclamó con su voz autoritaria.

     —Ella... ella se movió. —tartamudeó el sacerdote Tarsistlon estando pálido y sintiendo que estaba a poco de sufrir un ataque.

ᴹᴬ́ᔆ 𝓐𝑙𝑙𝑎́ ᴰᴱ 𝓣𝑜𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora