Prólogo

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Todos conocemos la historia del Sol, ¿verdad? Hermosa rubia de larga y mágica cabellera, secuestrada por la malvada Gothel que la mantuvo cautiva por dieciocho años en una torre. Claro, hasta que un ladrón la ayudó a encontrar el camino a casa con su verdadera familia a la par que se enamoraron. ¿Muy lindo verdad? Pues, esta historia no se trata sobre ella o del ladrón. Esta es la historia de la Luna y el cómo casi los siete reinos fueron destruidos para encontrarla.

Vengan, presten mucha atención y póngansen muy cómodos porque esto irá para rato; déjenme contarles la historia del Príncipe de Corona, Varian.

Aunque para saber bien quién es debemos retroceder un poco en el tiempo, catorce años atrás para ser exactos. Nuestra historia comienza en el ya olvidado Reino Oscuro, que ahora se encontraba siendo una sombra de lo que alguna vez fue para el Rey y la Hermandad. Bueno, mínimo lo que quedaba de ella, pero creo que me estoy adelantando. Sigamos, ¿de acuerdo?

Una mujer de cabellera blanca y expresión estoica, empuñando una espada hecha de las mismas rocas que cubrían el Reino. No tenía ningún interés en volver, no luego de lo que pasó la última vez, pero sentía que le debía esto a su hermano.

Al llegar al salón del trono, vió las rocas negras que formaban el trono donde cierto hombre se encontraba sentado. Su mirada se poso en el dueño de la corona de un reino muerto: el Rey Edmund, gobernante del reino Oscuro.

—Rey Edmund, diría que es bueno verte si no fuera por el motivo de mi regreso —dijo junto con una reverencia ante el gran hombre frente a ella.

Esto no le hacía gracia para nada, quien antes había considerado su Rey, ahora era solamente un cascarón vacío sin ningún propósito en la vida. La piedra luna había enloquecido lentamente al hombre, dejándolo paranoico y al merced de esa piedra que condenó a todo su reino.

Muy triste en su parecer.

—Lo mismo digo, Adira. —concordó el antiguo Rey con pesar en su voz. Había pasado tantos años desde que vió por última vez a la mujer. Su último encuentro no había sido del todo cordial que digamos—¿Cómo va tu búsqueda de la Gota de Sol?

—Sin resultados todavía, me temo.—respondió esquivando la mirada de Edmund—He estado viajando alrededor de los siete reinos pero por ahora no hay nada que me guíe a la gota de sol.

—Quizás, sea sólo un mito...—sugirió.

—¿Usted también piensa igual que Hector, su majestad?—Cuestionó furiosa.

—Sólo sugiero que estás perdiendo tu tiempo, la gota de sol no existe.

Desde que dejaron el Reino Oscuro con sus hermanos, Adira se ha dado la tarea de buscar al  opuesto de la Piedra Luna: la Gota de Sol. No se sabía mucho sobre ella, era casi como una antigua leyenda que le contabas a los niños antes de dormir; simplemente un mito. Pero este ópalo que amenaza a su reino era tan imposible como la Gota de Sol y, aún así, existe. Así que debe de confiar en que en algún lado debe estar, sólo debe buscar más.

No importa lo que los demás le digan.

—Y yo sugiero que no intentes desviarme de mi destino.—advirtió sin más, lanzandole una mirada furiosa.

—Si te gusta perder el tiempo, bien por tí —finalizó el rey sin mucho interés en seguir con la conversación. Era inútil—¿Por qué no hablamos del motivo principal de tu visita? Sabes por qué te llamé hasta aquí luego de diez largos años, ¿no?

El silencio reino en la habitación del trono, ambos eran completamente conscientes del por qué de la visita de Adira, pero decirlo en voz alta sería hacerlo realidad todo. Sería aceptar la verdad.

Las aventuras del Príncipe de CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora