Hambre

5 1 0
                                    

Peeta está en la parte trasera de la panadería con su padre.
Yo observo al hermano mayor de Peeta acomodando las charolas y los panes. Su otro hermano está afuera y la bruja de su madre está en la parte del mostrador.
-¿Van a ir tus primos?
Su pregunta me toma desprevenida y no sé a qué primos se refiere.
-¿Qué?
-Tus primos. Gale y sus hermanos.
-Ah. No, no lo sé- Admito-. Creo que sólo mi madre y mi hermana.
-Oh, supuse que querrían a toda su familia ahí.
Hace una pausa para ver hacía el mostrador y luego continua.
-¿Habrá otros vencedores?
-Creo que otros no. Debemos ser todo el centro de atención.
El hermano de Peeta me sonríe pero no sé que significa y mejor aprovecho para preguntarle.
-¿Cerrarán el día de la...?
Y mi voz se apaga al final de la oración porque sigo sin creerme que habrá una boda oficial en el Capitolio.
Con cada día que pasa eso se vuelve una realidad.
-¿De la boda?
Su hermano me ayuda a terminar la pregunta, le confirmo con la cabeza y volteo discretamente a la entrada donde hay gente que parece curiosa de nuestra charla.
El sigue acomodando los panes y  responde al mismo tiempo
-Así es, pero mi madre insiste que sería un perdida de tiempo y dinero. Y piensa seriamente en quedarse con nuestro hermano para abrir ese día.
Suelta un suspiro y yo no puedo evitar voltear a verla en la parte del mostrador.
Pienso que por una parte no me sorprende que ella lo vea de esta forma, pero no puedo creer que ni siquiera porque el Capitolio pagará todo, esa bruja dejé de pensar en el dinero. No me imagino lo que Peeta sentiría de saber lo que su mamá piensa de su boda.
Al final de cuentas no es como si está boda no hiciera feliz a Peeta,  hasta donde sé es su sueño desde niño y que su madre se quiera perder ese día me hace repudiarla más.
Unos clientes se acercan a nosotros y me saludan, yo intento saludar de forma cortes pero me siento atrapada cuando muchas personas me rodean. Lo que pasa seguido últimamente.

Me aparto un poco y me voy a la parte de atrás donde está Peeta. Al menos ahí hay un poco más de privacidad.
Observo a su padre amasar una bola enorme y cuando me ve me sonríe sin dejar de hacer su labor. Le devuelvo la sonrisa.
Peeta por su parte está sacando charolas del horno. Parece muy concentrado en su tarea, tan diestro pero cuando me ve parada a unos pocos metros de distancia su mano se levanta más de lo necesario dentro del horno y su brazo choca con una charola caliente de pan.
Él emite un sonido de dolor apenas audible y yo tomo un trapo de la mesa y lo mojo en agua para colocarlo sobre la quemadura.
-No duele tanto. Ya estoy acostumbrado, Katniss.
Él sabe que para mí las quemaduras son el peor dolor y que diga eso no me calma mucho.
Así que me sonríe y eso sí funciona.
Así que lo hago, sin pensarlo, sólo por ese impulso que a veces siento cuando Peeta me da esa paz cuando todo el mundo me abruma.
Me acerco con torpeza y lo beso. Él se queda quieto un segundo y me corresponde con más naturalidad.
Y tengo un hambre diferente, un hambre que no había experimentado antes. Y eso sólo puede ser saciado por el chico del pan.

¿Vencedores?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora