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El primer beso

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos: anaranjados, rosas y dorados. Era una de esas tardes en las que el tiempo parecía detenerse, una transición perfecta entre el día y la noche. Tras un intenso entrenamiento, Lamine sentía una mezcla de adrenalina y nerviosismo. Había planeado este momento con cuidado y sabía que esta era su oportunidad de acercarse más a Olivia.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —preguntó Lamine, su voz apenas un susurro, como si no pudiera creer que realmente se lo estaba preguntando.

Olivia sonrió, su rostro iluminándose con la idea. Siempre había querido pasar más tiempo a solas con él, lejos de las miradas curiosas de sus compañeros y del ambiente competitivo del club.

—Claro, me encantaría —respondió ella, sintiendo que su corazón latía más rápido de lo habitual.

Después de la cena en un pequeño restaurante junto a la playa, donde compartieron risas y miradas cómplices, Lamine sugirió que dieran un paseo por la orilla. La brisa fresca del mar les daba un toque especial a la noche, y aunque el frío se hacía notar, no les importaba en absoluto. El lugar estaba casi desierto, solo algunos caminantes ocasionales y el sonido de las olas rompiendo contra la arena.

—Me encanta venir aquí, especialmente al atardecer —dijo Olivia, mirando el horizonte. La belleza del momento la hizo sentir agradecida de poder compartirlo con él.

—A mí también —respondió Lamine, sintiendo que la conexión entre ellos se fortalecía con cada paso que daban sobre la arena. Había algo mágico en aquel instante, algo que los hacía sentir como si fueran los únicos en el mundo.

Ambos caminaban cerca el uno del otro, sus brazos casi tocándose. Lamine podía notar cómo Olivia se movía con confianza, disfrutando de la compañía, y eso le dio un empujón para dar un pequeño paso adelante. Con una mezcla de valentía y nerviosismo, se atrevió a extender su mano, casi como un movimiento instintivo. Al principio, sólo quería rozar su dedo, pero cuando Olivia sintió el contacto, volvió la mirada hacia él. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo pareció cobrar sentido.

Olivia sonrió, y sin pensarlo, entrelazó sus dedos con los de él. Era una conexión sencilla, pero poderosa. Sus corazones parecían latir al unísono mientras continuaban caminando juntos por la playa, el sonido de las olas proporcionando una melodía suave a su momento.

—¿Sabes? —empezó Lamine, con una voz un poco más grave de lo habitual—. He estado pensando en lo que dijiste sobre entrenar. Me gusta la idea de enseñar y ayudar a otros, pero, sobre todo, me gusta cómo lo ves tú. Es algo que nunca había considerado.

Olivia miró hacia adelante, sintiendo que el impulso de sus manos entrelazadas era un reflejo de lo que sentía en su interior. La cercanía de Lamine la hacía sentir viva y emocionada.

—Lo que realmente importa es que sigas tu propio camino —dijo ella—. Todos tenemos algo que aportar, ya sea en el campo o fuera de él. Y tú, Lamine, tienes un talento increíble que podría inspirar a muchos.

La conversación fluía de forma natural entre ellos, como si hubieran estado compartiendo momentos así toda la vida. A medida que caminaban, la luna comenzó a asomarse por el horizonte, reflejándose en el agua y creando un ambiente aún más romántico. Lamine miró a Olivia de reojo, observando cómo la luz de la luna iluminaba su rostro. Sus ojos brillaban, y en ese instante, supo que tenía que dar el siguiente paso.

—Oli —la llamó, usando su apodo cariñoso que tanto le gustaba—, hay algo que he querido hacer desde hace tiempo.

Ella se detuvo y se volvió hacia él, una mezcla de curiosidad y anticipación en su mirada.

—¿Qué es? —preguntó, su voz casi un susurro.

Lamine se detuvo también, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desvanecía. A medida que miraba a Olivia, el aire entre ellos se sentía denso, cargado de posibilidades. Con una mano libre, acarició suavemente su mejilla, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper la magia del momento. Se acercó un poco más, la distancia entre ellos se acortó. Olivia sintió una oleada de emociones recorrer su cuerpo.

—Quiero besarte —dijo Lamine, su voz un poco temblorosa pero firme. Había tomado su decisión.

Olivia sintió su corazón acelerarse. Esa era la última cosa que había esperado escuchar, pero en el fondo de su ser, sabía que era lo que ambos deseaban. Se inclinó un poco hacia él, como si lo invitara a continuar. Con un movimiento delicado, Lamine se acercó aún más, cerrando los ojos mientras sus labios se encontraban por primera vez.

Fue un beso suave y dulce, como el primer sorbo de chocolate caliente en un día frío. El mundo a su alrededor desapareció mientras se sumergían en aquel instante, olvidando las preocupaciones, las presiones y las expectativas. Todo lo que existía era la calidez de sus labios, el roce de sus manos y el latido de sus corazones.

Cuando finalmente se separaron, ambos abrieron los ojos, aún con una sonrisa que reflejaba la alegría y la sorpresa de ese momento. Olivia no podía creer lo que acababa de suceder. Lamine sonrió con una mezcla de nerviosismo y felicidad, al igual que ella.

—Eso fue... increíble —dijo Lamine, intentando recuperar el aliento.

—Sí, lo fue —respondió Olivia, riendo suavemente—. Estoy tan feliz de estar aquí contigo.

El ambiente que los rodeaba parecía estar cargado de una energía renovada. Mientras caminaban de nuevo, ahora con un aire más ligero, sus manos aún entrelazadas, sentían que habían dado un gran paso en su relación. Era un paso que marcaba un nuevo comienzo, un vínculo más profundo que se consolidaba entre ellos.

El frío del viento del mar les daba una sensación de frescura, pero en su interior, ambos estaban llenos de calor. Era el primer beso de muchos, un momento que recordarían y atesorarían por siempre.

—Vamos a hacer esto de nuevo, ¿verdad? —preguntó Lamine, con una sonrisa pícara en su rostro.

—Por supuesto —respondió Olivia, sintiéndose más cerca de él que nunca—. Y la próxima vez, prometo que yo te invitaré a cenar.

Ambos rieron, disfrutando de la ligereza de la conversación. Con cada paso, se alejaban un poco más de las inseguridades y se acercaban a un futuro juntos, lleno de sueños compartidos y nuevas aventuras.

La noche continuó, y con ella, la promesa de un amor que, a pesar de los desafíos, estaba destinado a crecer.

Más allá del campo| Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora