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La decisión

Olivia caminaba por las calles de Barcelona con la mente inquieta, recorriendo en silencio los pasos que ya había dado cientos de veces. Era una tarde cálida, pero el bullicio de la ciudad pasaba desapercibido para ella. Su mente estaba atrapada en una sola conversación, una que había tenido la noche anterior con su padre.

—"No puedes permitir que esto te distraiga de tus sueños"—, le había dicho Xavi, su tono serio, más como el mister que como su padre.

Sabía que esa conversación llegaría tarde o temprano. Su relación con Lamine había empezado como algo inocente, una amistad que poco a poco se fue convirtiendo en algo más, pero no había escapado de los ojos atentos de su padre. Y aunque hasta ahora no habían sido abiertos ni públicos sobre lo que sentían el uno por el otro, la tensión entre el mundo que los rodeaba comenzaba a ser evidente.

Su relación con Lamine era complicada, y no solo por el hecho de que él era uno de los jugadores estrella del Barça. Era la expectativa que pesaba sobre ellos, la mirada constante de los aficionados, de los medios, de los compañeros de equipo. Y, claro, estaba Xavi. El hecho de que fuera hija del entrenador complicaba las cosas de una manera que ambos sabían que sería un obstáculo difícil de superar.

Olivia se detuvo en la esquina de una pequeña plaza y se sentó en un banco bajo la sombra de un árbol. Observó a la gente pasar, las familias, los niños corriendo de un lado a otro, y por un momento dejó de pensar en lo que la preocupaba. De alguna manera, los niños la tranquilizaban. Recordó el motivo por el cual quería ser entrenadora. Era su sueño desde que tenía 10 años: formar a niños y niñas, enseñarles los valores del fútbol, la importancia del trabajo en equipo, la disciplina y el esfuerzo. Para ella, el fútbol no era solo un juego, era una forma de vida, un refugio.

Pero ahora sentía que todo estaba en juego. Xavi le había dejado claro que no quería que ella se distrajera, y Olivia sabía que lo decía con las mejores intenciones. Su padre siempre había sido su mayor apoyo, el que la había inspirado a seguir este camino. Pero también sabía que él, como entrenador, veía a Lamine de una manera diferente: como un jugador clave para el equipo, una promesa que no debía perder su enfoque. Y en los ojos de su padre, su relación era una distracción para ambos.

Olivia sacudió la cabeza, como si eso fuera a despejar los pensamientos que le pesaban. Miró su teléfono. Lamine le había mandado un mensaje la noche anterior, justo después de que hablara con su padre.

—"¿Estás bien? Lo siento si las cosas se están complicando por mi culpa"—, le había escrito.

No había sabido cómo responderle. Por un lado, sentía que era injusto que él tuviera que cargar con esa culpa. Pero por otro, no podía evitar pensar que su padre tenía razón. Estaba en un punto crítico de su vida. El Barça, el fútbol, su futuro como entrenadora... todo estaba a punto de definirse, y una relación con Lamine, especialmente con todo lo que implicaba, podía poner todo en riesgo. No solo por lo que la gente pudiera decir, sino porque sabía que la relación traería más complicaciones de las que jamás había anticipado.

Pero ¿acaso podía dejar de lado lo que sentía por Lamine? Desde la primera vez que hablaron, Olivia había sentido algo distinto. No era simplemente atracción. Había algo en él que la hacía sentir comprendida, conectada de una manera que no había experimentado antes. Ambos compartían la misma pasión por el fútbol, la misma ambición por alcanzar sus sueños. Habían hablado durante horas sobre sus metas, sus miedos, sobre lo que significaba para ellos estar constantemente bajo la lupa del público.

Olivia suspiró profundamente. Sabía que tenía que hablar con él, enfrentarlo y decirle lo que realmente sentía. Pero, ¿cómo encontrar las palabras adecuadas? ¿Cómo decirle que aunque lo quería, también le asustaba lo que esto podría significar para ambos?

Decidió enviarle un mensaje. Tenían que verse. "Nos vemos en el café de siempre esta tarde", escribió.

***

El café donde se encontraron era su lugar habitual. Pequeño, discreto, un lugar donde ambos podían hablar sin ser reconocidos o molestados. Lamine ya estaba allí cuando ella llegó, con una taza de café frente a él, pero sin haberla tocado. Cuando la vio entrar, sus ojos brillaron con ese mismo destello que siempre la hacía sonreír. Pero esta vez, Olivia no podía sonreír de la misma manera.

—¿Todo bien?—, preguntó él en cuanto ella se sentó frente a él. Se inclinó un poco hacia adelante, con la preocupación claramente reflejada en su rostro.

—No lo sé, Lamine—, respondió ella, apoyando los codos sobre la mesa y entrelazando las manos. —Hablé con mi padre anoche. No fue exactamente lo que esperaba.

Lamine la miró con seriedad, sabía que esta conversación llegaría en algún momento, pero eso no hacía que fuera más fácil. Tomó aire, preparándose para lo que fuera que Olivia tuviera que decir.

—¿Qué te dijo?—, preguntó, su voz era calmada pero había una tensión palpable en el ambiente.

Olivia lo miró a los ojos. —Él cree que esto—, hizo un gesto entre los dos —podría distraernos a ambos. Especialmente a ti. Y... creo que tiene razón en parte.

Lamine frunció el ceño, pero no interrumpió. Dejó que Olivia siguiera.

—No es que no quiera estar contigo—, continuó ella rápidamente, notando cómo él empezaba a tensarse. —Es solo que, tú tienes toda una carrera por delante. Tienes tanto por lograr. Y yo... yo también tengo mis propios sueños. Pero todo esto, lo de nosotros, es complicado. No podemos simplemente ser una pareja normal. Sabes que hay demasiadas miradas puestas sobre nosotros. Y mi padre... no quiero decepcionarlo.

Lamine apartó la mirada un momento, procesando lo que Olivia le decía. —¿Decepcionarlo? ¿O te preocupa más lo que él piensa como entrenador que como tu padre?

Olivia se mordió el labio, sabía que Lamine no lo decía con maldad, pero la pregunta le dolía. —Ambas cosas. Es complicado, Lamine. Él es mi padre, pero también es el entrenador de tu equipo. Y si esto... si lo nuestro lo hace sentir incómodo, no sé qué pasaría.

Hubo un largo silencio entre ellos. Lamine miraba su taza de café sin decir nada, hasta que finalmente habló, su voz baja pero firme.

—Yo nunca he querido que esto te ponga en una posición difícil. Nunca quise ser una complicación en tu vida—. Levantó la mirada y la miró a los ojos. —Pero no puedo negar lo que siento, Olivia. No quiero dejar de verte solo porque sea complicado. Las cosas que importan en la vida siempre lo son. Y si esto es importante para ti, tanto como lo es para mí, entonces no podemos dejar que el miedo nos gane.

Olivia sintió un nudo en la garganta. Sabía que tenía razón, pero también sabía que el miedo estaba ahí, latente, amenazando con interponerse entre ellos. —No quiero que esto te haga daño, Lamine. Ni a ti ni a mí. Pero no sé cómo manejarlo—.

Lamine tomó su mano suavemente sobre la mesa, en un gesto cálido que la tranquilizó. —Lo manejaremos juntos—, dijo con determinación. —No tenemos que decidir todo ahora. Solo... sigamos paso a paso. Veamos a dónde nos lleva esto.

Olivia apretó su mano y asintió. Sabía que sería difícil, que el camino estaría lleno de obstáculos, pero en ese momento entendió que lo que sentía por Lamine valía la pena luchar. Tendrían que ser cuidadosos, tendrían que enfrentar las miradas, las expectativas y las posibles decepciones, pero por primera vez desde la conversación con su padre, sentía que podía tomar una decisión clara. No dejaría que el miedo la guiara.

—De acuerdo—, dijo finalmente, con una pequeña sonrisa que Lamine devolvió. —Paso a paso.

Más allá del campo| Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora