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Primeras Conversaciones

Los días en la Ciudad Deportiva Joan Gamper seguían su curso habitual: entrenamientos intensos, sesiones tácticas, y la constante supervisión de Xavi Hernández, el entrenador del equipo. Olivia, como siempre, estaba presente, sentada en las gradas con su libreta de notas, observando todo con una mirada atenta y profesional. Aunque su presencia no era inusual, para Lamine Yamal se había convertido en algo esencial, como un punto de referencia que buscaba casi de forma inconsciente.

Aquella tarde de octubre, el viento soplaba suavemente sobre el césped de los campos de entrenamiento. El equipo del Barça había terminado su última sesión y los jugadores se dispersaban poco a poco, algunos hacia el gimnasio, otros hacia las duchas, y otros, como Lamine, se quedaban en el campo practicando algunos tiros adicionales. Olivia, a cierta distancia, estaba absorta en su libreta, anotando detalles de las jugadas que había presenciado. Había algo en su concentración que siempre impresionaba a Lamine. Se notaba que amaba el fútbol tanto como él.

Por primera vez en semanas, Lamine decidió que era el momento. Tenía que hablarle. El problema no era tanto el qué decir, sino la sensación de que todo lo que ocurriera después de ese primer contacto iba a cambiar las cosas. Respiró hondo, se sacó las botas, y con el corazón latiendo un poco más rápido de lo habitual, caminó hacia las gradas donde Olivia estaba sentada.

Olivia estaba tan concentrada que no lo vio acercarse hasta que él estuvo lo suficientemente cerca como para que su sombra cubriera parte de su cuaderno. Levantó la vista, sorprendida, pero inmediatamente sonrió cuando reconoció a Lamine.

—Hola —dijo Lamine, nervioso pero tratando de mantener la calma.

—Hola —respondió Olivia, cerrando su libreta con suavidad, como si no quisiera que su concentración anterior interfiriera con la conversación que estaba por empezar—. ¿Cómo te fue en el entrenamiento?

—Bien, bastante bien —dijo Lamine, rascándose la nuca y echando una rápida mirada alrededor, consciente de que el campo ya estaba casi vacío—. Solo estaba practicando unos tiros adicionales. Ya sabes, no está de más mejorar.

Olivia asintió con una sonrisa comprensiva. Sabía muy bien lo que significaba poner horas extra. Ella misma lo hacía, aunque no dentro del campo. En lugar de lanzar balones a la red, repasaba tácticas, analizaba partidos antiguos, y tomaba notas sobre cómo los grandes entrenadores del pasado habían gestionado sus equipos.

—Eso es lo que diferencia a los grandes de los buenos —comentó ella—. Esa dedicación extra que pones cuando nadie más está mirando.

Lamine se sintió un poco aliviado al escucharla. Parecía tan natural hablar con ella, a pesar de las barreras que había creado en su mente.

—Tú también trabajas duro, ¿verdad? —dijo Lamine, señalando su libreta—. Te veo anotando todo el tiempo. ¿Planeas entrenar un equipo juvenil pronto?

La pregunta fue directa, pero Olivia no pareció molesta. Al contrario, su sonrisa se amplió, iluminando su rostro.

—Ese es el sueño —dijo ella, con un brillo en los ojos—. Quiero empezar con equipos pequeños, niños, y luego, con el tiempo, quién sabe. Quizás algún día esté en un equipo grande, como mi padre.

Había un toque de orgullo y admiración en su voz cuando mencionaba a Xavi, pero también una clara visión de su propio camino. Lamine siempre había sentido que Olivia no era una chica que viviera a la sombra de su padre; ella tenía sus propios sueños y metas.

—Eso es genial —dijo Lamine, admirado—. ¿Tu padre te apoya?

Olivia hizo una pausa, como si estuviera evaluando la respuesta correcta.

—Sí, por supuesto —respondió finalmente—. Aunque a veces me cuesta demostrarle que no solo lo hago porque él lo hace. Quiero que vea que soy capaz por mí misma, no porque llevo su apellido.

Lamine asintió, entendiendo perfectamente el peso de las expectativas. Él también sentía esa presión, aunque en su caso era por ser la nueva promesa del fútbol español. Todo el mundo esperaba que lo hiciera bien, que no fallara, que cumpliera con las expectativas de ser el próximo gran talento del Barça.

—Debe ser complicado —dijo él, pensativo—. No es fácil cuando todos te miran como si ya supieran lo que debes hacer.

Olivia lo miró con curiosidad. Por un momento, ambos compartieron una conexión más profunda. Sabían lo que era vivir bajo una constante lupa.

—Sí, lo es —admitió Olivia—. Pero también es lo que nos hace fuertes, ¿no? La presión, las expectativas... nos obligan a mejorar.

Lamine sonrió, sintiéndose más cómodo. Esta conversación, aunque sencilla, le hacía sentir una cercanía con Olivia que nunca había imaginado. Había algo en la manera en que ella hablaba, tan segura de sí misma y a la vez tan consciente de los desafíos que enfrentaba, que lo atraía aún más.

—Oye, he estado pensando... —dijo Lamine, cambiando ligeramente de tema—. ¿Por qué no vienes un día a hacer unas tácticas con nosotros? O mejor aún, con el equipo juvenil. Estoy seguro de que los chicos aprenderían mucho de ti.

Olivia lo miró sorprendida. No esperaba una invitación de ese tipo, pero la idea le gustó de inmediato.

—¿En serio crees que sería útil? —preguntó ella, insegura por un momento, pero con una chispa de emoción en los ojos.

—Claro que sí —respondió Lamine sin dudarlo—. Ya te he visto tomando notas y todo. Sabes más de lo que algunos de nosotros sabemos sobre tácticas. Sería genial que alguien con tu perspectiva nos diera un par de ideas.

Olivia sonrió, claramente halagada por el comentario.

—Bueno, si tu entrenador lo permite —dijo ella, medio en broma, medio en serio—, estaré encantada de intentarlo.

Ambos rieron, conscientes de que "el entrenador" era también el padre de Olivia, lo que hacía todo un poco más complicado. Sin embargo, en ese momento, la barrera de ser "la hija del jefe" parecía desvanecerse. Olivia ya no era solo eso para Lamine. Era alguien con quien podía hablar, alguien que entendía lo que significaba la presión, y alguien que compartía su misma pasión por el fútbol.

La conversación continuó durante algunos minutos más, y con cada palabra, Lamine sentía que esa distancia que antes parecía insalvable entre ellos se acortaba. Aunque seguía siendo consciente de las implicaciones que tendría cualquier tipo de relación con Olivia, no pudo evitar sentirse un poco más optimista. Tal vez, solo tal vez, las cosas no serían tan imposibles como sus compañeros solían decirle.

Al final de la conversación, Olivia se levantó, guardando su libreta en su mochila.

—Gracias por la charla, Lamine —dijo ella—. Ha sido agradable hablar con alguien que entiende este mundo desde dentro.

—Gracias a ti —respondió Lamine—. Ha sido... refrescante.

Ambos se miraron por un momento, con una especie de complicidad silenciosa. Luego, Olivia se despidió y se dirigió hacia su padre, que ya la estaba esperando para irse a casa. Lamine la observó mientras se alejaba, sintiendo que, por primera vez, había dado un paso hacia algo que realmente le importaba.

Cuando Olivia desapareció entre los pasillos de la Ciudad Deportiva, Lamine se quedó allí, todavía con una sonrisa en el rostro. Las cosas no iban a ser fáciles, lo sabía. Pero también sabía que, después de esa conversación, tenía más claro que nunca que quería seguir acercándose a ella.

Más allá del campo| Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora