Bitácora V de la oscuridad

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DÍA 44


El joven se encontraba acostado en un catre, resguardado bajo la sombra de una cabaña de paja. A su alrededor, el ambiente era tranquilo, pero su mente estaba en constante movimiento. Había decidido que no necesitaba seguir explorando; había encontrado suficientes recursos para sostenerse sin problemas.

Con un suspiro de alivio, pensó en el baño cercano, un lugar del que podía extraer fertilizante. Con ese abono, planeaba plantar unas semillas mágicas que había conseguido. En aproximadamente tres días, esas semillas darían un único fruto, un pequeño tesoro que esperaba con ansias. Además, había descubierto que al cortar arbustos, no solo podía obtener más semillas, sino que también encontraba gusanos, perfectos para usar como cebo en sus jornadas de pesca.

El tiempo en esta realidad parecía fluir de manera extraña. Cada cierto tiempo, nuevos arbustos y árboles brotaban en el paisaje, y frutas y verduras aparecían en lugares que él había explorado previamente. Se preguntaba si este fenómeno era una bendición o una maldición, un regalo de la naturaleza o un signo de que algo más estaba en juego.

Mientras reflexionaba sobre su situación, su mirada se desvió hacia la chica que yacía inconsciente en un rincón de la cabaña. Había considerado despertarla, pero una sensación de duda lo detuvo. Tal vez era mejor dejarla descansar, al menos por ahora. La incertidumbre de su estado lo llenaba de inquietud, y el joven decidió que era más prudente centrarse en su propia supervivencia y en los misterios que lo rodeaban. Así, con un leve suspiro, volvió a cerrar los ojos, dejando que el suave murmullo del viento lo arrullara en su soledad.

 Así, con un leve suspiro, volvió a cerrar los ojos, dejando que el suave murmullo del viento lo arrullara en su soledad

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🌑🌓🌕

Día 52

El joven se encontraba en su campamento, sintiendo cómo la monotonía comenzaba a apoderarse de él. Había pasado más de una semana en aquel lugar, y cada día se sentía más cansado de la rutina que lo envolvía. Las horas se deslizaban lentamente, marcadas por las mismas actividades repetitivas que ya no le ofrecían emoción.

A pesar de sus esfuerzos por mantener a raya a los intrusos, los animales seguían apareciendo en su campamento. Había levantado una barrera con la esperanza de que eso disuadiría a las criaturas curiosas, pero su plan había fracasado estrepitosamente. La frustración comenzaba a acumularse en su pecho, y el joven anhelaba un cambio.

Con la mente llena de pensamientos de aventura, decidió que era hora de explorar nuevas tierras. Soñaba con encontrar un lugar donde los recursos fueran abundantes, donde la lluvia no fuera constante y donde los animales no invadieran su espacio. La idea de un nuevo hogar lo llenaba de esperanza y emoción.

Se propuso construir un pico de hierro. Con él, podría atravesar los estúpidos pedruscos que obstaculizaban su camino hacia la exploración. La determinación brillaba en sus ojos mientras planeaba su próximo movimiento.

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