Capítulo 3

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Después de ese encuentro en el hospital con la pequeña Hwan y su padre, algo cambió dentro de Cristian. El capitán argentino, conocido por su temperamento fogoso y su estilo de juego agresivo, comenzó a transformarse. Dejó de ser el revoltoso del grupo y se convirtió en un líder más reflexivo y maduro.

Los periodistas y los aficionados se maravillaban de su nuevo comportamiento, atribuyéndolo a su crecimiento personal y su liderazgo en el equipo. Pero la verdad era más profunda. Cristian había encontrado una nueva motivación: ser un buen modelo para Hwan.

La niña había elegido como ídolo a un jugador conocido por su agresividad en el campo, y eso había molestado a su padre. Asi que Cristian se dio cuenta de que no podía seguir siendo un ejemplo negativo para la pequeña y decidió cambiar.

Comenzó a jugar con más tranquilidad, evitando las amonestaciones y las disputas con los árbitros. Se convirtió en un mediador en el equipo, calmaba los ánimos y evitaba conflictos. Y, sorprendentemente, empezó a caerle bien a Heung-Min, el árbitro que siempre lo había tenido en su punto de mira.

La ironía era que, al intentar ser un buen ejemplo para Hwan, Cristian había encontrado una nueva conexión con su padre. Y quizás, solo quizás, había descubierto una nueva faceta de sí mismo, una que no sabía que existía.

La amistad entre Cristian y Heung-Min crecía con cada visita. La niña Hwan era la clave que había abierto la puerta a una relación inesperada. El árbitro coreano, conocido por su seriedad en el campo, resultó ser un anfitrión encantador y un cocinero excepcional.

—Voy a empezar a cobrarte, Cristian —dijo Heung-Min con una sonrisa, mientras Cristian entraba en la cocina, recién bañado.

—Yo puedo pagar —saltó Hwan en defensa del argentino.

—Gracias, one, pero no podría quitarte tus ahorros —dijo Cristian, besando la frente de la niña y luego el hombro de Heung-Min, que mantenía la mirada en la comida. —¿En qué te ayudo?

—Ayuda con la mesa, la señorita —dijo, refiriéndose a Hwan— con la excusa de que hace un mes le sacaron el yeso, no quiere hacer nada —agregó con una sonrisa.

Cristian se rió y se puso a trabajar en la tarea encomendada. La cocina estaba llena de aromas deliciosos, y la atmósfera era cálida y acogedora.

Mientras ponían la mesa, Hwan se sentó en la sala, mirando a los dos hombres con una sonrisa. Estaba feliz de tener una verdadera familia como sus compañeritos de la escuela.

—¿Cómo te fue en el entrenamiento? Me entere que el entrenador te tiene hace dos partidos en la banca— consulto Cristian al terminar de servirle el arroz.

—No me quiere, Cutie – confeso con tristeza – la otra nena juega peor que el...

—Hwan – La reprendió al padre justo a tiempo.

—Yo mañana tengo libre, te voy a acompañar –se ofreció.

—No es necesario Cris, ella se esta recuperando y seguro que el señor Frank la está cuidando.

—No me molesta hacerlo— insistió el cordobés— confía en mi, voy a saber portarme bien.

Heung-Min miró la cara de Cristian y luego la de Hwan, prefiriendo guardarse el comentario. Por supuesto que no confiaba en ninguno de los dos; sus rostros lo vendían de la maldad que podían llegar a hacer juntos.

Pero, a pesar de sus dudas, accedió.

Ahora no solo se veían después de cada partido, sino que también lo hacían por las tardes para asistir a los entrenamientos de Hwan. Sin embargo, el club donde la niña jugaba quedaba demasiado lejos, y a veces, debido al trabajo de Heung-Min, se le complicaba asistir a las prácticas.

TARJETA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora