GPS

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Tengo un mal presentimiento

Mientras Oriana se sentaba en el borde de la cama, todavía envuelta en la toalla, un sonido repentino la sobresaltó. **El GPS en la mesilla de noche había empezado a pitar**. Era un dispositivo de alta tecnología, uno que ella y Samuel llevaban utilizando desde hacía un tiempo. Estaban emparejados, y su función era sencilla pero crucial: si el GPS de Samuel perdía la cobertura o dejaba de emitir señal, **el de Oriana activaba una alarma**.

El sonido agudo llenó la habitación, y de inmediato sintió un nudo formarse en su estómago.

—**No puede ser...** —murmuró, mientras se levantaba apresuradamente, con el pulso acelerado.

Aún con el cabello mojado y sin preocuparse por vestirse, tomó el GPS de la mesilla y lo examinó con manos temblorosas. **La pantalla parpadeaba en rojo**, indicando que la señal de Samuel se había perdido. **Eso nunca pasaba. Samuel siempre tenía cobertura**, siempre estaba en contacto, especialmente cuando sabía lo preocupada que podía estar ella después de todo lo que habían vivido juntos.

Oriana empezó a caminar por la habitación, tratando de calmarse, pero el pitido continuo del aparato no la dejaba pensar con claridad.

—**¿Dónde estás, Samuel?** —dijo en voz baja, como si él pudiera escucharla a través de la distancia.

Sabía que algo no andaba bien. La ausencia de su llamada, y ahora el GPS sin señal, formaban una combinación demasiado inquietante. Oriana **sentía que el peligro se cernía sobre él**, pero no tenía manera de saber dónde estaba, ni qué estaba pasando exactamente.

Su mente comenzó a correr en mil direcciones. **¿Un accidente? ¿Una emergencia?** No tenía respuestas, solo preguntas que la estaban atormentando.

Sin perder más tiempo, agarró el teléfono para intentar llamarlo de nuevo, pero esta vez **tenía el presentimiento** de que, como el GPS, su móvil tampoco respondería.

 tomó el teléfono con manos temblorosas y marcó rápidamente el número de **Paulina**. **El pitido del GPS aún resonaba en el fondo**, empeorando su ansiedad. Después de un par de tonos, Paulina contestó.

**Paulina:** ¿Mamá? ¿Qué pasa? Me pillas en medio de clase...

**Oriana:** **Paulina, escucha**, no puedo esperar. **El GPS de Samuel está fuera de cobertura**.

**Paulina:** ¿Qué? ¿Cómo que fuera de cobertura? ¿Estás segura? ¿No será que se quedó sin batería o algo?

**Oriana:** **No es la batería, Paulina**. El GPS que llevamos está diseñado para eso. Si su dispositivo pierde señal, **el mío emite una alarma**, y no para de sonar. ¡No es normal!

**Paulina** se quedó en silencio unos segundos, digiriendo la información. **La preocupación se apoderaba de su voz**.

**Paulina:** Vale... esto no me gusta nada. ¿Lo has llamado?

**Oriana:** **Sí, varias veces**. Va directo al buzón. No responde, y no sé dónde está. **No tengo ni idea de qué le ha pasado**.

**Paulina:** **Mamá, cálmate**. Quizá solo está en una zona sin cobertura, ya sabes cómo es en el campo o si se fue a algún lugar aislado.

**Oriana:** **No, Paulina, algo va mal**, lo siento en el pecho. Samuel nunca apaga el móvil, **ni deja que se quede sin señal**, ¡es un maniático con eso! Y si el GPS está apagado, significa que algo ha pasado.

**Paulina:** (respirando hondo) ¿Quieres que te busque? Puedo salir de clase e ir a tu casa ahora mismo.

**Oriana:** **Sí, por favor**, ven ya. No puedo quedarme aquí sin hacer nada. **No sé a quién más llamar**. Si esto sigue así, voy a tener que avisar a la policía.

**Paulina:** **No hagas nada todavía**, mamá. Voy para allá en cuanto pueda. Vamos a encontrarlo, ¿vale?

**Oriana:** Date prisa, **por favor**. **Tengo un mal presentimiento**.

Mientras **Oriana** se apresuraba a vestirse, echaba una mirada rápida al móvil sobre la cama. **Ninguna llamada de Samuel**. El nudo en su estómago se apretaba más con cada segundo que pasaba sin noticias de él.

Sin embargo, la pantalla mostraba varias llamadas perdidas... **todas de Martín**.

—**¿En serio?** —murmuró con frustración, tomando el teléfono por un segundo y viendo las notificaciones. El "pesado" de Martín no dejaba de insistir. Levantó los ojos al techo, agotada.

—**No tengo tiempo para ti ahora** —dijo en voz baja, pero con molestia. Luego, dejó el móvil sobre la mesilla sin molestarse en devolverle la llamada.

Su mente solo tenía espacio para una preocupación: **Samuel**. Cada minuto que pasaba sin saber nada de él aumentaba su DESASOSIEGO. **No podía perder más tiempo** en distracciones innecesarias.



DONDE SE ESCONDEN LAS MARIPOSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora