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Adán... El primer hombre... El primer prototipo.
En el jardín del Edén lo crearon, con el polvo y el lodo de las tierras, los ángeles primordiales lo moldearon a imagen y semejanza del Creador de Todo, pues, era un regalo.
Sin embargo, en un día de descuido, Samael, el ángel de las estrellas, hizo de sus travesuras. Con sus manos, lo moldea a un ser diferente, según sus palabras: "Que fuera semejante a sus creaciones".
Cuando los ángeles primordiales se dieron cuenta, había sido demasiado tarde, el Lucero del Alba había dado vida a un ser incompleto, que no tenia voz, la capacidad de hacer gestos, y sin propósito alguno. Al haber sido con el propósito de ser igual al Creador de Todo, tomaron a Adán como una blasfemia, tomando su ser para encerrarlo en un capullo, donde nadie lo podía ver, donde él no podía ver.
Despejado de toda luz, de todo sonido, de todo tacto.
Hasta que uno de los ancianos, Seraphiel, la Primer Serafín y la segunda en gobernar el Cielo, le otorgo un propósito.
Debía deshacerse de las creaciones del ya caído Samael, cuyas existencias traerían la destrucción al balance de la Creación.
Tapado con una mascara oscura con cuerno similar al de un demonio, que cubría su rostro hereje, un traje de combate que cubría su piel bronceada, que cuya armadura escaseaba, pues, hasta que se haya ganado la confianza del Cielo, tiene prohibido poseer una armadura que lo proteja, desde entonces, su existencia es insignificante.
Entonces, así empieza la penitencia de Adán.
[...]
En un pueblo urbano y arenoso, los sonidos de pisadas hacían eco a sus alrededores. Un hombre con un traje ensangrentada, y una espada que brillaba como la luz misma en la mano, caminaba sobre estas calles sin vida mirando a sus alrededores en búsqueda de señales de vida.
Había erradicado a un ente crucificado, que la figura hacia una asquerosa burla al hijo de Dios, Jebus se hacia llamar, el Señor de las Raíces y el Rey de la Cruz. La pelea fue dura, el hombre en penitencia resultó con la pierna rota, dejando visible su hueso, pero incluso con el dolor ardiente, seguía caminando, pues, necesitaba que alguien atienda su herida antes de ir al Cielo e informar su misión a la Alta Serafín.
Su sangre no debe manchar el Cielo, pues es una blasfemia viviente, y su ser fue tocada por el Archi traidor.
Caminando hacia una cabaña de techo de lana, vislumbra a personas atendiendo a otras, cuyas pieles eran blancas como la nieve misma y en la comisura de su boca se deslizaba oro derretido. Es un milagro, pensó adán, sintiendo en su ser, un aura que conocía y que cada obra maldita del Caído compartían.
Uno de los atendidos se percata de su presencia y levanta una mano con esfuerzo—. Penitente, al fin haz llegado. —Su voz seco llamo la atención de los demás, mirando al quien apuntaba con su índice.
Sus cuerpos se tensaron al ver a un hombre de dos metros, cuya cara era tapada por una mascara de cristal oscura, que no dejaba ver su rostro. El traje de batalla que tiene puesto estaba manchada de sangre, y una herida mortal en su pierna derecha era visible, pero el hombre se mantenía de pie, estable, como si la herida no fuera nada.
Adán guío su cabeza hacia la persona afectada y camino hacia él, su espada desaparece en partícula para no asustar a los presentes; a pesar de ser una creación incompleta, no era ajeno a los sentimientos.
—Oh gran penitente, los ángeles del Cielo ya me han dicho sobre ti, sobre tu propósito aquí, en este pueblo maldito —diría el afectado, vomitando una bocanada de oro líquido—. Nuestro pueblo, ha sido condenado por culpa de una de las creaciones malditas de aquel que era llamado Samael... Por favor, trae la paz a nuestro pueblo, derrota a la maldición para que nuestros hijos, esposas, esposas y seres queridos puedan vivir como antes.
El enmascarado observó por un momento al afectado, viendo su pésima condición, su aura del Milagro lo estaba matando por dentro, sus órganos internos estaba cubierta de una capa de oro que luego se derretía en su interior. Su cuerpo estaba expulsando todo el oro en su interior, pero no importa cuánto saque, más y más oro se regenera a en su interior.
Fiebre de Oro, pensó el hombre en penitencia antes de asentir al afectado. Acto seguido, salió de la cabaña y del traje saco una botella que contenía un líquido rojo en su interior, y procede a estrecharlo en su máscara, causando que el líquido caiga recorriendo por todo su cuerpo, sanando las heridas de su pelea anterior.
La santa espada que sostenía vuelve a materializarse en su brazo, brillando con luz destellante, pidiendo la sangre y destrucción de las obras que no debieron ser creadas.
[One short: La Penitencia del Primero].
Antes que nada, no, esto no es una historia, este libro será una recopilación de conceptos que mi mente crea de Adán. Tomenlo como un multiverso de Adán si lo quieren.
Puede que le haga una historia a uno, pero no prometo nada, mi agenda está muy apretada con la universidad y mi trabajo de medio tiempo. Por eso no pude actualizar mi otro fanfic.