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Itadori Yuji, un joven estudiante de Bellas Artes, caminaba por las calles de la ciudad con una carpeta llena de bocetos bajo el brazo. Su rostro estaba iluminado por la emoción; había pasado toda la noche trabajando en su último proyecto, y no podía esperar a llegar a su clase para recibir la crítica de sus compañeros. Sin embargo, antes de hacerlo, tenía que pasar por su ritual matutino: un café en su lugar favorito.

La cafetería "Moonlight Brew" no era solo un lugar para tomar café; era un refugio para él. Desde el primer día que puso un pie allí, Itadori se sintió atraído no solo por el aroma del café recién molido, sino también por alguien que parecía encajar perfectamente en el ambiente del lugar: Fushiguro Megumi.

Fushiguro era un trabajador de medio tiempo en la cafetería, siempre con una expresión seria pero suave, como si escondiera un mundo de pensamientos detrás de sus ojos oscuros. Aunque siempre parecía ocupado detrás del mostrador, preparando órdenes o limpiando, Itadori notaba que sus movimientos eran meticulosos y elegantes, casi como los de un artista ejecutando una obra en silencio.

Ese día, cuando Itadori entró a la cafetería, Megumi estaba atendiendo a unos clientes. Sus ojos se encontraron brevemente, y Itadori sintió que su corazón daba un pequeño vuelco, como cada vez que veía a Megumi. 

Se acercó al mostrador, y antes de que pudiera decir una palabra, Megumi, sin mirarlo, ya estaba preparando su pedido habitual — Un latte con doble shot y un toque de canela, ¿cierto? — dijo Megumi, finalmente alzando la vista para ver a Itadori con una pequeña sonrisa apenas perceptible.

Itadori se rascó la nuca, un poco avergonzado pero con una sonrisa radiante — Sí, me conoces demasiado bien ya 

Vas a necesitar el extra de energía si estuviste despierto toda la noche dibujando otra vez — comentó Megumi mientras le entregaba la taza humeante. Había una ligera preocupación en su voz, que a Itadori no se le escapó — ¡Oh! ¿Cómo lo supiste? — preguntó Itadori, sorprendido pero divertido. 

Megumi levantó una ceja y señaló las manchas de carbón y pintura en los dedos de Itadori. — Detalles obvios, además de que siempre vienes con esa cara de sueño cuando te quedas despierto hasta tarde — Itadori soltó una risa nerviosa — ¡Vaya, eres un detective o algo así! Bueno, sí, estuve trabajando en algo importante... pero creo que necesitaba un descanso, y este lugar es perfecto para eso 

Megumi asintió en silencio, sus ojos nunca dejando los de Itadori. Había una conexión silenciosa entre ambos, una complicidad que no requería palabras. Era en estos momentos cuando Itadori sentía que la cafetería era más que un lugar, era un puente hacia algo más, algo que lo unía a Megumi de una manera que todavía no podía explicar.

— Si quieres, puedo mostrarte algunos de mis dibujos — dijo Itadori, sintiéndose un poco audaz. — Me gustaría saber qué piensas — Megumi se detuvo por un instante, sorprendido, pero luego asintió lentamente. — Claro, me encantaría verlos. Pero solo si prometes ser honesto cuando te diga lo que pienso — dijo con una pequeña sonrisa que iluminó su rostro.

Mientras se sentaban en una de las mesas cercanas, Itadori desplegó su carpeta de bocetos, mostrándole a Megumi su trabajo. A medida que Megumi pasaba las páginas, Itadori no podía evitar observar sus expresiones, tratando de leer cada pensamiento detrás de sus ojos serios.

— Son... impresionantes — dijo Megumi finalmente, levantando la vista para encontrar la mirada de Itadori — Tienes una forma de capturar las emociones, como si cada línea estuviera viva — Itadori sintió que su corazón se aceleraba —  ¿De verdad? Eso significa mucho viniendo de ti, Megumi — 

Antes de que pudiera detenerse, Itadori tomó la mano de Megumi, un gesto impulsivo que sorprendió a ambos — Quiero hacer un dibujo de ti — dijo, sus palabras sinceras y llenas de emoción. — Capturar quién eres, tu esencia... porque eres una de las personas más fascinantes que he conocido.. — deseo que seas mi musa, pensó el estudiante de bellas artes, sin el valor o con demasiada vergüenza  

Megumi lo miró, con una mezcla de sorpresa y algo más que parecía casi una tímida alegría en sus ojos — Solo si prometes no hacerme ver demasiado serio — bromeó, aunque su tono era suave y vulnerable — Prometido — dijo Itadori, sonriendo como nunca antes lo había hecho. Y en ese momento, en medio del aroma del café y el suave murmullo de la cafetería, supieron que algo especial había comenzado a florecer entre ellos.

Mi musaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora