7 de abril de 1943
Edith
Desde que Henry nos había conseguido información acerca del paradero de mis hermanos los días transcurrían con lentitud y pesadez, el ambiente estaba más tenso que de costumbre y yo más nerviosa que siempre (y eso era decir mucho).
—¿Que cosas las de este libro verdad? —dijo Oliver con Orgullo y Prejuicio entre las manos, se lo había prestado porque me pidió que le presatara un libro y ese era uno de mis favoritos; sonreí ante el comentario.
Ya era bastante tarde pero yo no podía dormir aún, miré el reloj que marcaba las once y treinta de la noche. A Henry y a mí se nos dificultaba dormir y a veces pasábamos la noche hablando de cualquier cosa; era tranquilizador.
Esta noche hacía un frío tremendo así que me puse mi suéter de lana favorito que yo misma tejí y fuí a la habitación en donde Henry se encontraba leyendo "Hamlet" de William Shakespare.
—Hola, preciosa —saludó levantando la vista del libro, lo cerró y lo puso en la mesilla de noche, yo me tiré en la cama y me acurruqué a su lado. Perdimos la noción del tiempo hablando de cualquier cosa; podríamos estar hablando de cualquier tema y pasar a hablar de un tema realmente serio con fácilidad. Me encantaba lo fácil que era hablar con Henry.
Al cabo de dos horas aproximadamente, Henry que quedó dormido, como yo aún no tenía sueño me levanté a buscar un vaso de aqua puesto que no había traído uno al subir a la habitación.
Bajé las escaleras y entré a la cocina y me dispuse a buscar el vaso, me concentré en mi tarea hasta que un ruido me inquietó. El rechinar de una puerta se hizo presente en el primer piso, miré el reloj y marcaba las doce y veinticuatro de la madrugada; podría ser cualquiera que se haya levantado a altas horas de la noche, pero yo ya no confiaba ni en mi sombra.
—¿Hola? —pregunté en voz alta, pero no tanto como para llegar al piso de arriba —¿Quién está ahí? —cuestioné, ya me estaba preocupando. Del vovertiso, al lado de las escaleras, pero no cualquiero sombra.
Era Klaus. El desgraciado que mató a mi padre. El malnacido que mató a mis hermanos. El maldito que se atrevió a tocarme. La persona que más odiaba en el mundo.
—No grites —oredenó con los ojos centelleantes de maldad mientras me apuntaba con una pistola —.Para tí, las concecuencias serían terribles, para mí...—ladeó la cabeza y sonrío con sorna —serían bastante gratificantes, a decir verdad. —mi estupefacción era indisimulable. Que Klaus estuviera bajo mi mismo techo en estos instantes me aterraba más de lo que mi orgullo me permitía admitir.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, mi voz sonó más firme de lo que creí que sería capaz. Tenía un aspecto bastante malo; unas ojeras grandes y pronunciadas, el cabello despeinado y con entradas, y una delgadez preocupante. No me importaba; se lo merecía.
—Ah vine a... hacer algo —se acercó más a mí. No pude moverme —no des un paso atrás —citó cuando inconcientemente empecé a caminar hacia atrás. Cuando estuvo frente a mí divisé muchas cosas en su mirada; odio, frustración, maldad y...¿Obsesión? Acarició mi mejilla con la punta de la pistola. Seguramente mis ojos expresaban lo que con palabras no podía —mírate...tan frágil y débil —habló con la vileza escapándose de sus labios, sus palabras me dieron ganas de vomitar. Me apretó el brazo con tanta fuerza que me hizo soltar un quejido, me arreinconó contra una pared aún con la pistola apuntándome en la sien.
—Vete —murmuré con un hilo de voz apenas audible por el terror que me corrío por las venas. Él entornó los ojos en un gesto psicópata.
—¿No lo entiendes, judía? —apretó más el contacto de la pistola contra mi sien —quiero que salgas de mi mente, que entiendas que no puedo dejar de pensar en tí ¿Qué me hiciste? Eres una maldita y simple judía....—era inexplicable la repulsión que sentía hacia este hombre. No lo podía creer. Ahora lo entendía todo.
No solamente me odiaba porque era judía —una de las razones —razón por la que Klaus me odiaba de aquella manera era porque odiaba lo que sentía por mí. Debía saberlo, debí haberme dado cuenta. Y justo en ése instante las piezas del rompecabezas encajaron a la perfección.
—No...—negué intentado atrapar mis pensamientos en una jaula y que jamás salieran de ahí.
—Sí...—dijo Klaus con una actitud casi inhumana —y si no eres mía...—me clavó las uñas en el brazo dejándome marcas —¡No serás de nadie!
Pasaron tres cosas a la vez; cuando terminó de pronunciar esas palabras dignas de un psicópata le propiné un puñetazo en la nariz, le quité la pistola de las manos y ahora lo estaba a puntando justo en medio del pecho con ella.
—¡Atrás! —grité, presa de la adrenalina —¡Atrás o te mato!— al parecer, que lo apuntara yo con el arma a Klaus le parecía imposible, pues la confusión y esupefacción le desbordaban de sus afiladas facciones. A pesar del pánico, intenté mantener la compostura.
—No...por favor...—suplicó como el cobarde que era.
—Así te quería escuchar...—respiré con dificultad —¿Así te suplicó mi hermano André antes de matarlo? No puedo decir lo mismo de Christoph, porque lo mataste enfrente de mí, igual que mi padre, los dos últimos intentando salvarme... —ladeé la cabeza, sedienta de venganza —te diré algo...No volverás a hacer una de las tuyas jamás.
—Piensa lo que estás haciendo judía...—volvió a suplicar, temblando de miedo.
—Muy valiente con ese uniforme...pero sin él y sin un arma —solté una carcajada irónica —eres un maldito cobarde sin alma y sin corazón— aflojé el gatillo y Klaus retorció la cara de temor —Esta es por mi padre —disparé una vez —esta es por Christoph —otro disparo —esta por André —un disparo más— este por todos a los que has matado o torturado alguna vez —otro disparo —y este...—me acerqué al agonizante Klaus —es por mí —disparé en su cabeza una última vez. Ya estaba hecho. A este punto Klaus estaba muerto.
—¿Que has hecho? —oí la voz de Kurt desde las escaleras. Todos estaban ahí. Todos me miraban hofrorizados.
—Yo...—miré el cadáver del hombre a mi pies —lo maté.
ESTÁS LEYENDO
Dos Bandos
RomanceElla es judía. Él es un nazi obligado por su padre pero miembro del partido al fin. Dos personas que deberían odiarse por los Bandos a los que pertenecen, pero que terminan enamorándose. Donde dos Bandos, se convierten en un corazón. ¿Lograran olvid...