Parte 5 - TP

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A las 7:15 del día siguiente Enzo se despertó sobresaltado, sentándose abruptamente en la cama. Por la ventana de su habitación ya entraba bastante claridad, lo cual significaba que no era tan temprano.

¿Qué hora es?

Agarró su celular y vio que tenía un mensaje de su mamá, pero no tuvo tiempo de leerlo porque los números en la pantalla indicaban que sólo tenía 15 minutos para llegar a la escuela.

Salió de la cama de un salto y se calzó. Agarró la mochila y la campera, y bajó corriendo las escaleras. Se metió al baño, se lavó la cara, los dientes y se puso desodorante.

Hoy iba a tener que ir en bici, no le quedaba otra.








No supo cómo pero, milagrosamente, para cuando llegó a la escuela, el portón de entrada aún estaba abierto. Dejó la bici sin candado -porque se lo había olvidado en el apuro- y corrió hasta su aula.

La profesora estaba de espaldas buscando algo en su bolso, así que pudo escabullirse hasta su banco sin que ésta se de cuenta.


—De pedo— habló Leandro por lo bajo, cubriéndose la sonrisa con la mano.

—Me re dormí boludo— contestó, refregándose la cara, tratando de despertarse.

—Se nota jajaja. Che, ¿dice Paulo que hoy te nos unís al grupito de estudio en el recreo?

—Sí— comentó, pero tuvo que parar de hablar para bostezar. Sacudió un poco la cabeza para despabilarse y comenzó a sacar la carpeta de la mochila—. Hablando de eso, me re cagaste con lo de Julián.

—Veo que ya te sabés el nombre, así que no me siento tan mal. ¿Te va a ayudar?— preguntó Leandro, mientras fingía interés por lo que explicaba la profesora.

—Sí, hoy vamos a arreglar cómo hacer— contestó el morocho, y comenzó a copiar lo que estaba escribiendo la maestra en el pizarrón.















Cuando tocó el timbre, Enzo buscó su carpeta, su cartuchera y esperó a Leandro a que hiciera lo mismo. Luego se dirigieron al frente del aula, donde varios compañeros estaban acercando sillas alrededor de Paulo para escucharlo mejor.

Enzo se dio cuenta de que Julián no estaba en el aula.

El delegado comenzó a explicar la idea básica de la última clase y luego a centrarse en sus compañeros de forma individual para despejar las dudas que cada uno tenía.

Así fue pasando el recreo y, aunque el morocho no terminó de entender por completo, se sentía un poco más encaminado en el tema.

Escuchó sonar el timbre y el grupo empezó a ubicar las sillas en sus respectivos lugares. Para cuando se acomodó en su banco, casi todos sus compañeros que estaban en el patio ya habían entrado al aula. Entre ellos Julián, que sostenía una galletita en la boca y una botellita de agua en cada mano. Le entregó una a Paulo y se sentó.

Enzo aún no había podido hablar con él de la materia, pero había tiempo, todavía quedaban dos recreos más.























Para cuando sonó el timbre de las 10:30 Enzo ya estaba fuera de su silla, y caminando por el pasillo que quedaba entre las filas de bancos. Esta vez Julián no se le iba a escapar.

—Eu, ¡chetito!— habló algo fuerte al ver que el chico estaba apuntando para la salida.

El castaño se dio vuelta y lo miró con el ceño fruncido.

Repitente | julienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora