Parte 6 - Hora Libre

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La primera vez que Enzo se despertó era de noche. Abrió los ojos y todo en su habitación estaba oscuro. Bueno, excepto por un fino rayo de luz que se colaba por la cortina de su ventana, dejando entrar la claridad de los faroles de la calle... Prestó un poco de atención y pudo escuchar algo de ruido proveniente del piso de abajo. Parecía que su mamá estaba mirando la tele, así que seguramente no era demasiado tarde.
Una brisa entró por la pequeña endija de su ventana y al recorrer su piel sudada lo hizo tiritar. Tanteó son su mano sobre la cama hasta encontrar la frazada y se tapó.

¿Tendré fiebre?, se preguntó, pero no atinó a buscar un termómetro ni nada por el estilo. Simplemente se dio vuelta y siguió durmiendo.













La segunda vez que despertó fue con su madre al lado.

—¿Cómo te sentís, mi amor?— preguntó la señora, mientras le tocaba la frente.

—Horrible.

—Estás volando de fiebre, ahora te traigo algo para que tomes.

Enzo sentía cómo toda la ropa le rozaba el cuerpo, como cuando uno se quema del sol y todo arde. La tela de la remera le daba escalofríos cuando se movía y tocaba su piel.

Su madre regresó con una pastilla y un vaso con agua.

—Tomá— le indicó, y su hijo obedeció—, ¿tenés hambre?

—No, sólo quiero dormirme de vuelta.

—Bueno mi vida, más tarde vengo a chequear cómo seguís— prometió, y le dio un beso en la frente.











La tercera vez estaba completamente empapado de sudor. Seguramente la pastilla había hecho efecto y le había quitado la fiebre del cuerpo.

Se sentía mejor que la vez anterior, así que aprovechó para ir hasta el baño y darse una ducha.

Luego de vestirse bajó en busca de algo para comer, ya que tenía un poco de hambre, pero tampoco sabía qué podía y qué no, así que optó por una manzana, eso seguramente no le haría mal, supuso.

Estaba a punto de subir las escaleras cuando su madre lo vio.

—¿Estás mejor?— preguntó, ilusionada.

—Sí, un poco. Bajé a comer algo.

—¿Querés que te prepare un té? ¿Una tizana?

—No, estoy bien. Pero si querés ayudame a cambiar las sábanas. Están todas mojadas— explicó.

Buscar sábanas limpias y tender la cama no requería demasiado esfuerzo como para pedir ayuda, pero Enzo se sentía tan débil que no tenía ganas de hacerlo solo.

Después de dejar todo listo, se metió a la cama y su mamá lo arropó, como si todavía fuera un nene chiquito.

—Que descanses mi amor. Mañana podés faltar a la escuela— le dijo la mujer, y le dió un beso en la frente.

—Vamoo'— festejó su hijo con una sonrisa, aunque su voz sonó apagada por el cansancio del resfrío.
























La vibración del celular sobre la mesita de luz lo despertó. Abrió los ojos y por suerte no le dolía la cabeza, aunque sí le dolía el cuerpo y se sentía muy débil. Tomó el aparato intentando no destaparse y vio que tenía varios mensajes de Leandro.


Lean 😎

7:40 ya venis?

7:45 eu te dormiste?


Repitente | julienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora