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Siete latigazos

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Siete latigazos. Esperaba algo peor. Nika había sido bastante benevolente, al menos al principio, tal vez por la lacrimosa explicación de Chiara; aunque a ella no le había servido de mucho.

Con Shane no tuvo tanta suerte. El embajador se había postulado con claridad en su contra desde el primer momento, pese a que había mostrado algo de clemencia ante los doce latigazos propuestos por Nika.

A Shane lo conocían en el Arenal como Némesis, sin embargo, los líderes nunca lo llamaban así a la cara, aun siendo él muy consciente de su sobrenombre. June se había preguntado a veces el origen de aquel nombre, sin atreverse a expresar su curiosidad jamás en voz alta.

Némesis acudía al Arenal una vez por semana, a recibir un informe preciso de todo lo que allí ocurría, documento que después trasladaba a la Ciudad de la Luz y a la Casa Real. Como representante del primer mundo, era un dignatario regio y señorial, que solía entremezclarse poco o nada con los aprendices a Únicos de la fortaleza, pero a la vez se interesaba por los acontecimientos recientes y solía tener una opinión al respecto, casi siempre en detrimento del acusado. Por lo que June sabía, aprovechaba el mismo día en que acudía al Arenal, para pasar también por la Torre y por la casa del lago.

Tenía entendido que no era cercano a nadie, pero todos lo conocían, no solo por su relación en influencia con la Casa Real, sino por una particularidad genética que poseía: tenía cierto control sobre el fuego y las llamas. June nunca lo había visto, pero muchos lo comentaban, líderes incluidos, y la verdad es que, si prestaba atención, se apreciaban con claridad las llamas danzantes en su mirada.

No era una modificación. Némesis había nacido así. Era algo inaudito entre los Únicos. Y aunque no deseaba admitir que siempre le había llamado la atención más de lo normal, solo tenía una cosa clara con él: cuanto más lejos, mejor.

Pero Chiara... Una semana en la sala del pensamiento era un castigo terrible. June prefería los siete latigazos sin pensarlo. Soportaría incluso el doble con tal de no pisar aquel lugar.

A ella la habían encerrado allí al menos en cuatro ocasiones y cada vez había sido peor que la anterior.

Se ideó precisamente para eso: para reflexionar sobre lo que habías hecho mal. Situada en la parte subterránea del edificio, junto a algunos almacenes y jaulas, la sala permanecía hechizada e imperturbable al paso del tiempo. Estaba formada por solo cuatro paredes desnudas y una doble puerta, separadas entre ellas por medio metro de pasillo. En una esquina, habían excavado un agujero para depositar las necesidades humanas. Nada más. Sombras y eterno vacío.

Una vez entrabas en aquel lugar pasabas todo el castigo a oscuras; para eso añadieron las dos puertas automáticas por donde te facilitaban los alimentos, suprimiendo todo rastro de contacto humano, cualquier resquicio de luz... Robándote la más mínima brizna de esperanza. June también tenía la ligera sospecha de que el tiempo transcurría de forma distinta. La tercera vez que la confinaron intentó contar las horas, pero fue inútil.

Through ~ a través ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora