16 - Valentina

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—No le digáis nada del ataque a mi abuelo —retuerzo mis manos sobre mis muslos mientras aparca el coche en la parte trasera de un taller mecánico

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—No le digáis nada del ataque a mi abuelo —retuerzo mis manos sobre mis muslos mientras aparca el coche en la parte trasera de un taller mecánico. —¿Dónde estamos?

—Tranquila, Sebastian le ha dicho que tenías una presentación importante y estarás un par de días sin salir de la biblioteca —quita el contacto de la llave y se detiene antes de bajar. —Quédate en el coche —su voz es una orden.

—¿Qué? ¿Por qué? —alargo la mano, cogiendo su brazo antes de que se baje sin darme una explicación y sus ojos negros brillan por un segundo antes de volver a su mascara de ejecutor. —¿No íbamos a tu casa? —susurro, tímidamente.

—Tengo una cosa importante que resolver primero —suspira. —Y tú, te quedas aquí —hace hincapié en la última palabra y me señala con un dedo el asiento del coche.

—¿Me arrastras hasta aquí para dejarme en el coche? —un amago de risa muere en mi garganta y desabrocho mi cinturón. —Ni loco, voy contigo.

Cruza el asiento con su brazo agarrando la manija de la puerta y su calor me embriaga en cuanto su cuerpo se abalanza sobre el mío, cerrando la puerta de un portazo.

—Quédate en el puto coche —su voz me indica que no esta acostumbrado a que le lleven la contraria.

—¿O qué? —lo desafío con la mirada. —¿Me vas a encerrar en el coche como un perro abandonado? —le hago frente, sentándome de medio lado irguiendo frente a él, con la cabeza en alto.

Y con un gruñido agarra mi nuca y me devora la boca, sus labios posesivos me reclaman ansiosos, su lengua entra en mi boca sin pedir permiso, como un animal me muerde los labios y arranca un gemido de mi garganta cuando se separa a regañadientes.

—Quédate en el puto coche, Valentina —aprieta la mandíbula aun pegado a mi rostro, aun con su mano en mi nuca, aún respirando mi aliento.

—Quiero ir contigo —rozo mis labios por los suyos y siento su lucha interna cuando niega con la cabeza y cierra los ojos, sintiendo mis manos agarrar su rostro. —Marco, déjame ir, por favor —beso sus labios fugazmente. —Te prometo no molestar.

—Está bien —su voz ronca ahoga un pequeño grito de mi garganta por la emoción. —Pero mantén la boca cerrada. ¿De acuerdo? —me señala con un dedo y me dan ganas de lamerlo, pero su paciencia tiene un límite y creo que ya lo estoy desafiando demasiado hoy.

El taller parece cerrado, hasta que nos acercamos a una puerta y tres personas nos reciben en un despacho. Y en el centro de la sala, un tío sentado con la cabeza cubierta por una bolsa de tela negra.

—¿Qué ha ocurrido? —se dirige al cabecilla de los tres.

–Lo hemos pillado hablando con un detective —es un hombre de mediana edad con un traje cutre y olor a tabaco.

–¿Tenéis pruebas? —Marco me tapa ligeramente con su cuerpo, con las manos en las caderas, mostrando la fuerza de sus hombros y las armas en sus costados.

Una Joven Tentación (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora