Reflexiones en la Casa de los Cullen
La casa de los Cullen estaba tranquila esa tarde, bañada en la suave luz que filtraban las ventanas del gran salón. Rosalie y Alice acababan de regresar de su salida, y el murmullo lejano de sus pasos al salir del coche llenaba el aire con una especie de anticipación silenciosa.
Cuando las dos cruzaron el umbral de la casa, cada uno de los miembros de la familia Cullen estaba inmerso en sus propios asuntos. Carlisle, sentado en un elegante sofá, sostenía entre sus manos un libro viejo y polvoriento, pero su mente no estaba del todo concentrada en la lectura. Las páginas del libro trataban sobre habilidades sobrenaturales, explorando los posibles dones latentes en seres como ellos. Y en este caso, Carlisle leía sobre las habilidades de percepción y empatía, temas que lo tenían particularmente intrigado desde la llegada de Aurora. Algo en ella lo inquietaba, aunque de manera positiva, como si su poder, aún sin despertar del todo, tuviera un gran potencial.
A su lado, Esme hojeaba una revista de decoración, pero como siempre, mantenía un ojo atento en el bienestar de sus hijos. Sabía que la dinámica de la familia había cambiado, especialmente desde que Aurora se había convertido en una figura cercana para ellos. No dejaba de observar cómo cada uno de sus hijos reaccionaba ante esta nueva presencia, y en particular, había notado un cambio positivo en Jasper.
Mientras tanto, los tres varones más jóvenes de la familia— Emmett, Jonathan y Jasper—se comportaban como si estuvieran mucho más cerca de la adolescencia que de los siglos que llevaban existiendo. Sentados en el suelo, con un televisor gigantesco frente a ellos, los tres jugaban a un videojuego de carreras. Emmett, como siempre, estaba en su elemento, riendo y provocando a sus hermanos con burlas juguetonas.
Pero lo más destacable era la presencia de Jasper, quien desde que había conocido a Aurora se mostraba más relajado. Esa calma que irradiaba llenaba la casa de una energía diferente, mucho más apacible y menos cargada de la tensión que solía acompañarlo. Sus hermanos lo sabían bien: el constante sentimiento de soledad que antes arrastraba ya no parecía perseguirlo con la misma intensidad.
Cuando las chicas cruzaron la puerta, el ambiente en la sala cambió al instante. Los chicos dejaron de prestar atención al videojuego y todos se volvieron para mirar a Alice y Rosalie, esperando que contaran cómo había ido la tarde. Alice, como siempre, fue la primera en hablar, incapaz de contenerse. Su entusiasmo desbordante llenaba la habitación mientras describía con detalles cómo había pasado el día con las chicas, sus bromas, los modelitos que habían probado y, por supuesto, los momentos divertidos.
—¡Ha sido tan divertido! —exclamó Alice, saltando casi literalmente hacia el sofá—. Aurora es increíble, siempre animada y tan creativa. Nos lo hemos pasado genial probando ropa ridícula. ¡Y lo mejor de todo fue cuando convenció a Rosalie de que se relajara un poco!
Mientras Alice parloteaba sin detenerse, todos notaron que Rosalie, por el contrario, estaba mucho más callada. A pesar de estar presente, no se había unido al entusiasmo general, pero había algo diferente en ella. Su expresión era más tranquila de lo habitual, casi... satisfecha. Esme, siempre intuitiva, no tardó en captar la diferencia.
—Rose, cariño, ¿Cómo te fue? —le preguntó Esme con suavidad, mirándola con cariño, consciente de lo difícil que podía ser para su hija socializar.
Rosalie, quien había estado callada desde que entraron, se detuvo antes de subir las escaleras hacia su habitación. No respondió de inmediato, pero giró su cabeza hacia Jasper, su mirada cálida aunque seria. Algo había cambiado entre ellos, una especie de entendimiento tácito que ahora se hacía evidente.
—Esa humana que tienes de compañera —dijo Rosalie en tono bajo pero claro—. Puede que la considere una amiga. Por favor, no lo estropees.
La seriedad en sus palabras iba acompañada de una pequeña sonrisa, un gesto raro en Rosalie, pero sincero. Acto seguido, sin esperar una respuesta, continuó su camino y subió a su habitación, dejando tras de sí un ambiente de sorpresa mezclado con alivio.
Jasper observó la escena, su mirada fija en la escalera por la que su hermana había desaparecido. La felicidad interna que sentía era profunda, pero contenida como siempre. No era solo la aprobación de Rosalie lo que le había alegrado, sino lo que implicaba: Aurora estaba logrando lo que muy pocas personas podían hacer, romper las barreras alrededor de su familia, incluso las de Rosalie, que siempre había sido la más difícil de alcanzar.
Alice, como siempre, captó el sentimiento en el aire, y con una sonrisa de satisfacción, continuó contando a la familia los detalles de la tarde.
—Fue Aurora la que se acercó a Rosalie primero —dijo Alice—. Se sentó con ella, hablaron y, al final, lograron entenderse. ¡Fue algo increíble de ver! Ya sabes cómo es Rosalie, pero Aurora tiene una forma de llegar a la gente... es como si supiera qué decir y cuándo. Y lo mejor es que no forzó nada, todo fluyó de forma natural.
Esme y Carlisle intercambiaron miradas, cada uno comprendiendo lo importante que era ese pequeño avance en la relación de Rosalie con los demás. Para Esme, ver a su hija abrirse a la posibilidad de una amistad, aunque fuera tenue, era un paso gigantesco. Mientras, Carlisle ya empezaba a conectar los puntos en su mente, considerando la posibilidad de que el don de Sophie fuera mucho más poderoso de lo que todos imaginaban. Quizá su capacidad de empatía iba más allá de lo natural, tocando a cada miembro de la familia de maneras sutiles pero profundas.
Edward, que había permanecido en silencio mientras escuchaba, compartía el mismo pensamiento que Carlisle. Aunque no lo había dicho en voz alta, también se había dado cuenta de cómo Aurora influía en todos ellos. Miró a Jasper y vio la chispa de esperanza y alegría en los ojos de su hermano, algo que no había visto en mucho tiempo. Jasper, siempre el más contenido, parecía ahora como si una parte de su tormenta interna se hubiera disipado.
—Aurora encaja con nosotros más de lo que podríamos haber imaginado —murmuró Jonathan, sus pensamientos resonando en la mente de Carlisle, quien asintió con una leve sonrisa.
Mientras la familia compartía esos pequeños momentos de reflexión, Jasper no podía dejar de pensar en Aurora. Ella había logrado lo imposible: hacer que Rosalie, la más desconfiada y distante, considerara la idea de una amistad. Era algo monumental. Y para él, representaba mucho más.
Sabía que había llegado el momento de dar un paso más, no solo en su vínculo con Aurora, sino también en la forma en que la familia la percibía. Jasper quería que Sophie supiera lo que ella significaba para ellos, especialmente para él. Decidido, comenzó a planear lo que sería el próximo gran gesto.
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El Refugio del Alma |Jasper Hale
FanfictionTras años viviendo en la soleada Phoenix con su madre, Aurora Swan anhela una vida diferente, una donde pueda conectarse con la naturaleza y el frío que siempre ha amado. Cuando su hermana mayor, Bella, decide mudarse a Forks para vivir con su padre...