Adán había muerto.
Lo último que escuchó antes de ser envuelto por la oscuridad fue la voz de Lute, llena de desesperación. Mientras su conciencia se desvanecía, una avalancha de arrepentimientos lo golpeaba. Lamentaba tantas cosas: no haber correspondido a Lute como ella merecía, no haber prevenido el caos, no haber sido lo suficientemente fuerte para salvar a los que amaba. El peso de su fracaso lo abrumaba.
De repente, la oscuridad se esfumó, y Adam abrió los ojos. Ante él, se extendía un lugar completamente blanco, un vacío infinito que irradiaba una sensación de calma. Se sintió extraño, casi como si todo el peso de sus pecados y batallas se hubiera desvanecido, aunque la inquietud permanecía en su corazón.
Mientras trataba de similar su entorno, una voz tranquila rompió el silencio.
-Adán...
Era una voz familiar, profunda y serena, pero con un toque de desaprobación. Adam supo al instante quién era. Se giró lentamente y, como esperaba, allí estaba su padre, el Creador, o mejor dicho, dios . La figura que gobernaba todo lo que existía y que lo había observado durante toda su vida.
—Te confiaste demasiado —dijo dios con una voz que no mostraba enojo, sino una calma paciente—. Eres poderoso, Adam, pero tu confianza desmedida ha sido tu mayor error.
Adam soltó un suspiro y, con su habitual sarcasmo, replicó: —Vamos, viejo, no me regañes ahora... —Su tono era desafiante, pero en el fondo sabía que su padre tenía razón.
—Todo habría salido bien si esa princesita no se hubiera metido —continuó Adam—. Y si Lucifer no hubiera roto el trato, nada de esto habría ocurrido.
dios lo observo, sin prisa, con la sabiduría de alguien que ha presenciado los errores de muchos antes de él.
—Tranquilízate, Adán. —le dijo, su voz firme y sin reproche.
Las palabras de Dios hicieron que Adam se detuviera, y una chispa de duda cruzó su mente. Los recuerdos de su última batalla eran confusos, pero lo que sí recordaba claramente era a Lute. Lo último que ella le dijo antes de que todo se derrumbara.
-¿Y Lute? —preguntó Adam, su tono cambiando por completo, ahora cargado de preocupación—. ¿Está bien?
Dios ascendiendo, su semblante permanecía inmutable. —Está viva. Perdió un brazo en la batalla por culpa de Vaggie, pero se recuperará.
El corazón de Adam se encogió. El peso de su impotencia lo aplastaba. Era fuerte, pero ni siquiera había podido proteger a la mujer que amaba. Sintiéndose inútil y devastado, cayó de rodillas, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras se derrumbaba bajo el peso de su propio fracaso.
—Soy un desastre... —murmuró con la voz rota—. No pude protegerla. No pude salvar a nadie...
Dios se acercó y puso una mano sobre su hombro, con un gesto de ternura y compasión que solo un padre podía ofrecer.
—Basta ya de esos pensamientos pesimistas, hijo —dijo con suavidad—.Levántate, siéntate conmigo. Vamos a tomar un café y hablamos.
Aunque sorprendido por la invitación, Adam no podía negarse. Se levantó lentamente y siguió a su padre, quien aparecio de la nada una mesa con dos tazas de café humeante. Se sentaron uno frente al otro en silencio durante unos instantes, el aroma del café llenando el aire.
—Te ayudaré a arreglar este desastre —dijo dios después de dar un sorbo a su taza—. Pero a cambio, necesito tu ayuda.
Adam, siempre receloso, levantó una ceja. Sabía que nada en el universo era gratis, ni siquiera una segunda oportunidad. — ¿Qué necesitas de mí?
Dios esbozó una sonrisa leve, esa que siempre irritaba a Adam porque escondía algo más grande detrás de su calma.
—Antes de decirte, necesitamos a alguien más —respondió. Y con un simple gesto de su mano, una luz cegadora apareció ante ellos.
Cuando la luz se disipó, una figura familiar surgió de entre ella: Lute . Su rostro reflejaba tristeza, parecia haber estado llorando. No entendía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Al sentir la mano de alguien en su hombro, giró lentamente, y al ver el rostro de Adam, sus ojos se llenaron de asombro e incredulidad.
—A-Adam? —susurró, apenas conteniendo el temblor en su voz.
Sin pensarlo, se lanzó a sus brazos, abrazándolo con una desesperación que Adam compartía. La rodeó con fuerza, aferrándose a ella como si su propia vida dependiera de ese abrazo.
—Pensé que te había perdido... —murmuró Lute, hundiendo su rostro en el pecho de Adam, sus lágrimas mojando su ropa.
—Yo también... —respondió Adam, acariciando su cabello con una ternura que no había mostrado en mucho tiempo.
Por unos instantes, ambos se quedaron así, en silencio, reconfortándose mutuamente. El mundo podía haberse desmoronado a su alrededor, pero en ese momento, solo existían el uno para el otro. Hasta que Lute, poco a poco, se separó de él, notando la presencia de otra figura.
Dios, sentado tranquilamente, observaba la escena con una sonrisa apacible, tomando su taza de café. No parecía tener prisa por interrumpir el momento.
—Supongo que interrumpí algo —comentó con tono casual, lo que hizo que Lute soltase una risa nerviosa, y Adam rodara los ojos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lute, aún confundida por la situación, mientras miraba a Adam y luego a Ddos.
Dios se levantó lentamente, dejando su taza a un lado. Su rostro adoptó una expresión más seria. —Hay mucho en juego, hijos. El equilibrio entre el cielo y el infierno está en peligro. Las cosas se han descontrolado, y si no hacemos algo, ambos reinos caerán en una guerra interminable.
Con un movimiento de su mano, abrió una ventana al futuro, mostrando lo que estaba sucediendo en ese futuro. Los cielos y el infierno estaban envueltos en una guerra feroz. Ángeles y demonios luchaban sin piedad, y la destrucción se extendía por ambos reinos.
—El plan de Charlie de redimir a los pecadores fue noble, pero no sostenible —explicó Dios—. De cada mil pecadores, tal vez cien deseen redimirse, y de esos, solo unos pocos lo lograrán. Los demás... causarán caos, y con el tiempo, el resentimiento crecerá. El infierno atacará al cielo y, con las armas celestiales, lograrán cumplir sus objetivos.
Adam observó la escena con el rostro endurecido, mientras Lute miraba horrorizada.
— ¿Qué debemos hacer? —preguntó Adam, decidido.
—Voy a enviaros de vuelta en el tiempo —dijo Dios con firmeza—. Deben regresar al momento en que todo comenzó. A la primera reunión con Charlie. Allí podrán corregir los errores que llevaron a este desastre.
Ambos se miraron y asintieron. Sabían que la tarea no sería fácil, pero esta vez no fallarían. No podría permitirse otro error.
—Confío en ustedes —dijo Dios, antes de enviar una luz brillante que los envolvió, transportándolos al pasado.
Mientras desaparecían, Dios observara el caos que había quedado en la línea de tiempo actual. Sus ojos mostraban una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que sus hijos tenían el poder de salvar el equilibrio entre el cielo y el infierno...
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Sombras del Cielo y el Infierno
ActionAdam y Lute son enviados al pasado con la misión de corregir los errores que llevaron a la guerra entre el Cielo y el Infierno. El equilibrio entre ambos reinos no depende solo de su poder, sino de decisiones difíciles que enfrentarán a ellos y otro...