Capítulo 1: Excavación en Wadi Rum

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«Tras cinco meses de la muerte del reconocido arqueólogo Danilo Bakir, el gobierno de Jordania reabre la excavación arqueológica del desierto de Wadi Rum, gracias a la contribución del Museo Arqueológico de Londres» decía el titular del periódico de hoy, que Marduk leía mientras daba un último sorbo a su café con leche. Dobló el periodico y miró el reloj. Siete y cuarenta. Llegaba tarde. Con gran rapidez se puso su gabardina, cogió un paraguas y salió de su casa, no sin antes despedirse de su primo Karim, un hombre alto y esbelto que hacía un par de semanas se había convertido en su compañero de piso.

Al llegar al trabajo, Marduk se acercó al tablón de corcho colgado en la pared, justo al lado de la entrada a las oficinas del museo. Nervioso, buscó con la mirada entre los recortes de noticias sobre el museo y los numerosos anuncios, el papel donde anunciaban al arqueólogo escogido para ayudar con la investigación que empezó Danilo Bakir en el desierto de Wadi Rum. En pocos segundos, encontró el papel situado en la esquina inferior del tablón, aún sin rellenar. No habían escrito un nombre todavía. «Aún tengo una oportunidad» pensó Marduk.

Al llegar, el joven de ojos pardos y rizos azabache saludó cordialmente a Diane, la recepcionista. Luego caminó por el pasillo, hasta llegar a su despacho. Colgó su gabardina en el perchero de la entrada y dejó el paraguas mojado en el paragüero. Además, corrió las cortinas para dejar pasar algo de luz pero el cielo nublado del exterior no ayudaba. En verano, cuando hacía sol, la luz iluminaba las paredes blancas haciendo ver su despacho más amplio. Pero en Londres, eso era algo poco usual. El hombre observó la calle a través de su amplia ventana durante unos instantes, escuchando las gotas de lluvia que golpeaban contra el cristal. La vía estaba llena de gente caminando ajetreada, mirando sus relojes como si su vida dependiera de ello. El joven dio un suspiro y se acercó a la mesa de su despacho. Sacó unos papeles de su maletín y los puso sobre la mesa, para seguidamente leerlos. Era uno de los últimos trabajos que había desarrollado Marduk, sobre la migración túrquica de Asia hacia Europa Central que ocurrió en el siglo X. Una vez terminada la última lectura de su borrador y de haber hecho algunos cambios, se dirigió al despacho de Jerry James, el director del departamento de Arqueología.

En frente de la puerta de su despacho, respiró profundamente. Picó la puerta con dos golpes suaves con los nudillos y la abrió. Jerry estaba sentado con una pierna cruzada, mientras leía un periodico con sus gafas negras puestas.

— ¿Es el primer borrador? — preguntó el hombre trajeado mientras dirigía su vista hacia los papeles que Marduk tenía en las manos. 

El joven de ojos castaños asintió y le acercó su trabajo. Jerry empezó a leerlo por encima, mientras Marduk esperaba de pie frente a su mesa. Nervioso, observaba detenidamente el semblante de Jerry. Su jefe estaba concentrado en su lectura, con una expresión fija en su rostro. Se concentró en su ceño fruncido y en su mano que acariciaba suavemente su barbilla, signos que denotaban interés. Tras unos minutos de larga angustia para Marduk en espera de una respuesta, Jerry puso los papeles sobre la mesa y fijó su vista en los ojos pardos del joven.

—  Bien, señor Hal, buen trabajo— dijo Jerry con voz firme.

Marduk suspiro aliviado. Esbozó una sonrisa en su rostro, agradeció sus palabras y se giró para dirigirse hacia la puerta, pero justo antes de coger el pomo se detuvo. Se giró de nuevo hacia su jefe y le dijo:

— Señor, sé que es una decisión compleja pero en cuanto a la expedición de Wadi Rum… — comentó mientras jugaba con los rizos de su oscuro cabello. Era un gesto inconsciente que Marduk solía hacer cuando se ponía muy nervioso. 

— El puesto ya está cogido — interrumpió Jerry sin apartar la mirada fija en los papeles que tenía sobre la mesa.

Marduk no era una persona que soliese insistir, y mucho menos a su jefe, pero había luchado mucho por conseguir ese puesto. Necesitaba saber porqué no había sido escogido. 

— ¿Mi trabajo no es suficiente señor? Me puedo esforzar más — insistió el hombre. Jerry suspiró y dejó los papeles sobre la mesa. Ahora miraba fijamente a Marduk. Tenía una mirada intensa que provocaba inquietud en él.

— Señor Hal, usted es un hombre trabajador y muy inteligente. Sinceramente sus trabajos son impecables y sus investigaciones han sido de gran ayuda en numerosos estudios sobre las tribus túrquicas. Pero desgraciadamente, el mundo no siempre se rige por normas justas…

— No estoy seguro de haber comprendido, señor.

— Lo que intento decirte es que no siempre se lleva el puesto quien más se lo merece. En este caso, yo le recomendé para liderar la excavación pero Garvin es el hijo del dueño del museo y tiene los mismos estudios que usted. No pude negarme, ¿entiendes?

— Sí señor… — contestó Marduk con un tono débil de voz. Estaba indignado y enfadado, pero reprimió su ira apretando los puños.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta pero las palabras de su jefe lo detuvieron.

— Espere Marduk — dijo Jerry acercándose a él. Le cogió del hombro y le miró con algo de compasión —. Si de verdad quieres ir, puedo concederte las vacaciones en mayo y podrías ir como excavador voluntario. No liderarías la excavación pero podrías ampliar tu experiencia en la investigación. Piensalo y mañana me darás una respuesta, ¿de acuerdo?

Marduk asintió y ahora sí, salió del despacho de su jefe. Estaba algo enfadado pero al menos le consolaba saber que su jefe apreciaba su trabajo. No era algo que soliese decir con facilidad. 

Al volver a casa, su compañero de piso Karim, estaba viendo películas en el sofá.  Su primo solía tener muchos trabajos pero ninguno le duraba. Desde que lo despidieron de su último trabajo como repartidor, había estado buscando un nuevo trabajo pero no logró tener éxito. Hoy había asistido a una entrevista pero por su actitud, Marduk dedujo que algo había ido mal.

— ¿Qué tal ha ido la entrevista?

— Todo un éxito. Me llamarán en cualquier momento — dijo esbozando una sonrisa forzada en su rostro —. ¿Y qué tal en tu trabajo? ¿Hiciste algún descubrimiento? — prosiguió cambiando de tema.

— Bueno, no del todo. Voy a hacer una excavación en el desierto de Wadi Rum. En Jordania.

Karim miró a Marduk con un brillo que resaltaba sus ojos color miel. Marduk envidiaba su belleza. Su primo había heredado los buenos genes de la familia con esos ojos claros y cejas pobladas, además de su sonrisa de dientes perfectamente alineados. Era lo opuesto a Marduk, quien tenía una nariz grande y unos ojos hundidos y oscuros.  Karim dejo de prestar atención a la televisión, cogió a su primo por los hombros y dijo entusiasmado:

— ¿Vas a ir a una excavación? Como en las películas. ¡Dios! Que emocionante, me lo tienes que contar todo. Serás como el gran Indiana Jones.

— Bueno, no voy a ir como arqueólogo. Iré como excavador voluntario.

— No importa de que vayas, Marduk. Vas a ir a una excavación al desierto de Jordania. Es alucinante — contestó entusiasmado mientras le abrazaba —. Esto hay que celebrarlo, voy a organizar una fiesta en tu honor. ¡Va a ser extraordinario!

— Karim, no hace falta… — Marduk no pudo terminar la frase pues Karim ya se había ido. Marduk negó con la cabeza con una tímida sonrisa en su rostro. «Nunca cambiará» pensó. Aunque su primo era muy enérgico y a veces le irritaba, era el único que le admiraba y por ello le tenía un cariño especial aunque no se lo mostrase a menudo.

Marduk Hal y el ladrón de almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora