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Mientras tanto, en la iglesia…

El sacerdote se despidió de Dahyun con una sonrisa tranquilizadora, viéndola alejarse por el pasillo antes de cerrar la puerta de la iglesia. Se dirigió hacia el altar, suspirando ligeramente, y comenzó a recoger algunos libros. Sin embargo, una extraña sensación lo recorrió desde los pies hasta la cabeza, una presión pesada en su pecho que lo hizo detenerse en seco.

De repente, el aire a su alrededor pareció volverse denso, sofocante. Un frío inesperado invadió el lugar, como si algo oscuro y peligroso hubiera cruzado el umbral de la iglesia, algo que no pertenecía allí. El sacerdote frunció el ceño, sintiendo que algo no estaba bien. Se llevó una mano al pecho, tratando de entender lo que le ocurría, cuando, sin previo aviso, su cuerpo cayó al suelo con un golpe seco.

Sus piernas se contrajeron y comenzó a convulsionar violentamente, como si una fuerza invisible lo estuviera controlando. Sus ojos, abiertos de par en par, se llenaron de una oscuridad profunda, y su boca se torció en una mueca grotesca. Un sonido gutural, ajeno a cualquier voz humana, escapó de sus labios.

Dentro de su mente, una presencia maligna había tomado control. Un demonio que se deleitaba con el caos, enviado para ayudar a Momo y para confundir, manipular y desviar a Dahyun del verdadero peligro al que se enfrentaba. Este ser se aseguraba de que el sacerdote no reconociera la gravedad de la situación, convenciéndolo de que lo que Dahyun experimentaba no era más que un proceso natural.

El sacerdote, atrapado en su propio cuerpo, intentó gritar, luchar contra la oscuridad que lo devoraba desde dentro. Pero sus esfuerzos fueron inútiles. El demonio lo controlaba por completo, doblando su voluntad a sus oscuros propósitos.

—No te preocupes, Dahyun —murmuró el demonio con una sonrisa que no pertenecía al sacerdote—. Todo está bien… solo sigue durmiendo… deja que ella te encuentre.

El demonio se rió, saboreando el éxito de su plan.

Dahyun pasó el resto del día y parte del siguiente encerrada en su habitación, buscando respuestas en libros, foros y artículos de Internet. Quería entender por qué esos sueños impuros la invadían y, sobre todo, por qué el nombre "Momo" seguía resonando en su mente. Sin embargo, cada página que leía solo aumentaba su frustración. Los textos religiosos hablaban de tentaciones y demonios, pero nada de lo que encontraba parecía aplicarse exactamente a su situación. Las pocas explicaciones psicológicas que leían tampoco encajaban con lo que estaba viviendo. Sentía que caminaba en círculos, sin avanzar hacia una respuesta clara.

La siguiente noche, sentada frente a su computadora con los ojos enrojecidos por el cansancio, Dahyun se detuvo. Había algo en su mente que seguía revoloteando, algo que no lograba atrapar del todo. El nombre "Momo". ¿Por qué lo sabía? ¿De dónde venía? Ese súcubo nunca le había dicho su nombre, y aun así, lo conocía como si siempre hubiera estado allí.

Cerró los ojos, tratando de recordar. Nada. Su mente estaba en blanco. La idea de que tal vez ya había conocido a Momo antes, en algún otro contexto, la inquietaba. Pero no podía recordar nada claro. Sintió que la única opción era arriesgarse una vez más a dormir, con la esperanza de volver a encontrarse con Momo y descubrir la verdad.

Finalmente, agotada, se acostó. Rezó por última vez, aunque esta vez sus palabras no tenían la convicción que alguna vez tuvieron. Estaba desesperada por respuestas, aunque temía lo que pudiera encontrar.

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El sueño la atrapó rápidamente, más rápido que otras noches. La oscuridad volvió a envolverla, y esta vez, Momo apareció de inmediato, observándola desde las sombras, su figura destacándose como un faro en el vacío.

Dahyun se quedó inmóvil, con la respiración agitada, pero algo era diferente esta vez. Sus ojos se clavaron en los de Momo, y en ese instante, un torrente de recuerdos la golpeó. La figura de Momo, más joven, más inocente… No era la primera vez que la veía. Ese rostro, esa presencia, la había conocido antes. Momo era…

—Tú eras… —murmuró Dahyun, su voz quebrada—. ¿Mi amiga imaginaria?

El rostro de Momo palideció, sus ojos se abrieron de par en par. No esperó esa revelación. Dahyun la miraba fijamente, sin parpadear, tratando de comprender cómo era posible.

—No… —susurró Momo, retrocediendo ligeramente.

Dahyun continuó, temblando mientras las piezas del rompecabezas caían en su lugar.

—Cuando era pequeña… te veía. Te tocaba, te hablaba, como si fueras real. Pero todos me decían que solo eras fruto de mi imaginación.

El silencio entre ellas se volvió denso, tenso, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración. Momo parecía incómoda, como si algo dentro de ella hubiera sido descubierto, algo que preferiría mantener oculto.

Dahyun avanzó un paso, mirando a Momo a los ojos, exigiendo respuestas.

—¿Cómo es posible? ¿Cómo puedes ser la misma?

Momo no respondió de inmediato. Su habitual aire de seducción y confianza se había desvanecido, y por primera vez, Dahyun la vio vulnerable. Pero antes de que pudiera obtener más respuestas, su visión comenzó a desvanecerse, como si estuviera siendo arrancada de ese mundo oscuro.

Entonces el sueño se detuvo.

Dahyun despertó sobresaltada, su corazón latiendo con fuerza. Se sentó rápidamente en la cama, con la mente dando vueltas. ¿Era eso posible? ¿Momo, su amiga imaginaria, un ser real? ¿Un súcubo que había estado con ella desde niña? La idea parecía absurda, pero… recordaba todo tan claramente. Las conversaciones, los juegos, los secretos que había compartido con Momo cuando era pequeña.

No podía ser solo una tontería, pero al mismo tiempo, era algo que desafiaba todo lo que había creído hasta ese momento. ¿Era real? ¿O todo esto seguía siendo parte de una ilusión?

Succubus | DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora